martes, 11 de agosto de 2020

11 de agosto, 1938. Se funda la Orquesta Sinfónica Nacional. / Músico de muro soledoso.

 11 DE AGOSTO, 1938

SE FUNDA LA ORQUESTA SINFÓNICA NACIONAL

 

MÚSICO

DE MURO

SOLEDOSO

  

Danilo Sánchez Lihón


Con su violín, frente al muro de la casa

1. Tañía

su violín

 Danilo Sánchez Gamboa, mi padre, fue músico intenso, cabal y hondo, aunque casero e íntimo; de poyo y muro adentro, y soledoso.

Quien tocaba hechizado, con los ojos perdidos en no sé qué lejanías, lontananzas y secretos; sumido en no sé qué olvidos y recuerdos, realidades e irrealidades.

Mientras en su deambular con su alma a cuestas se perdía por aquellos senderos que las notas musicales salidas de sus manos iban desgranando.

Con su mirada que atravesaba la pared ante la cual tañía su mandolina, o el violín o la guitarra.

 

Campiña de Santiago de Chuco


2. Absoluto

misterio

 Frente a aquel muro a partir de entonces desvelado e insomne de nuestra sala, perdiéndose por inabarcables horizontes y caminos inhallables.

Ahora la casa ha quedado acurrucada por sus acordes y sumergida en el más absoluto misterio, pero en donde se escuchan todavía aquellos compases de:

Corazón

ya bastante hemos sufrido

ya la vida nos ha dado

muchos golpes corazón.

Yo confío que algún día

ya no habrá más fatalidad

y ese día gozaremos corazón

 

Danilo Sánchez Gamboa



3. Y se buscan

a tientas

 Y los bordones y quejidos arrancados a los instrumentos musicales emergían y se quedaban impresos, imborrables para siempre, en el estuco de la sala.

Se quedaron colgados a las vigas del techo que avanzan retorcidas de pared a pared, cimbradas de tanto requiebre en el diapasón y las cuerdas.

Se quedaron colgados a los balaustres del balcón, a la cumbrera y a los dinteles de la casa por donde ahora deambulo yo abandonado.

Porque aquí quedaron esas huellas, esos lamentos y gemidos de tu guitarra, incrustados y lacerantes cual cuchillos.

Por eso, ¡pobre casa! Y más: ¡Pobre y sufrido todavía mi dolido corazón!

 

Caminos en Santiago de Chuco



4. La flor

siempre viva

 Mi padre ahora está embelesado, pensando y soñando sin duda en algo muy querido, pero como siempre inhallable, distante y lejano mientras pulsa su guitarra.

¿Son aquellos amores que se pierden en el tráfago de los días por atajos aparentemente simples, pero al final aciagos?

¿O son apenas utopías presentidas en los días sencillos y que después duelen tanto?

Que rescatan lo más precioso y primoroso de la vida: el capullo de la flor no abierta ni marchita sino el botón de rosa y alhelí siempre por abrir; la flor siempre viva con que nos consolamos día a día.

Amores que no se tocan. Que ni siquiera ya se palpan ni conocen.

 

Niños del pueblo riegan su tumba



5. Razones

para vivir

 Que solo se presienten y se buscan a tientas en el recuerdo, o en el hondón de lo que el tiempo sepulta, y apenas muestra.

Que la muerte compasiva nos oculta y a ratos los la recuerda y que es anhelo y la utopía.

Sobre todo, pretextos por los cuales luchar hasta entregar la vida sin que sepamos en la superficie de los días por qué lo hacemos.

Otros en el recuerdo indeciso de alguna vida no presentida, y que se nos ha de ofrecer como un halago inmerecido en algún futuro posible.

Amores fuertes, amores para tener razones por las cuales vivir y morir siempre en el empeño de encontrarlos en algún sitio y que la dicha aparezca; asombrados, adorando el día en que ello se cumpla.

 

En el cementerio del pueblo



6. Ni cómo

te vi

 Amores últimos, que se dan al borde del abismo.

Amores que jamás se olvidan, ni con las distancias, ni con los años, ni con los sucesos que nos distraen cada día, ni con las alarmas de que estamos condenados a morir de modo irremisible:

Recuerdo aquella vez,

que yo te conocí,

recuerdo aquella tarde

pero no recuerdo ni cómo te vi.

Pero sí te diré

que yo me enamoré

de esos tus lindos ojos

y tus labios rojos que no olvidaré.


Pinturas 1 y 5
Oswaldo Rojas Ruiz

Fotos 2 y 4
Jaime Sánchez Lihón

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