27 DE AGOSTO
DÍA
DE LA DEFENSA NACIONAL
SOBRE
PUENTES
Y CAMINOS
Danilo Sánchez Lihón
1. Y más
todavía
– Eleuterio,
dime: ¿y por qué esas dos niñas cayeron al río y se ahogaron?
– Porque no
cruzaron el río por el puente, niño.
– Pero si el
puente está a solo un paso, un poco más abajo. ¡Y justo en el camino!
– ¡Ay, niño! Es
que ese puente ahora tiene dueño que es un hombre muy avaro y cobra. Y hay que
pagar si uno quiere pasar por ahí.
– ¿Sí?
– Y su actual
propietario es tan duro de corazón que a quien no paga no le consiente avanzar ni
un paso. Por más que lo lloren.
– ¡Ah! Por eso no
fueron por ahí.
– Y, ¿de dónde esas
dos criaturas iban a tener plata para pagar?
– ¿Y cuánto
cobra por persona?
– Ahora
cincuenta centavos, que es mucho para nosotros. Es la cuarta parte de una carga
de leña, pagada en el pueblo. Y también cobra por cada animalito que tenga que
pasar. Y más todavía si ante él no nos humillamos. En ese caso aplica la tarifa
que se le antoje.
2. Incluso
ahora
– Pero, acaso, ¿él
construyó ese puente?
– ¡No, pues!
¡Nada, niño! El puente es “del común”. Pero él se ha adueñado, y ahora cobra diciendo
que le pertenece.
– ¿A quién lo ha
comprado?
– A las
autoridades. Lo ha comprado al gobierno, que ha empezado a vender y rematar
todo.
– ¿El gobierno
que está para velar por el bien público?
– Si, pues, eso
dice. Y muestra papeles, niño. ¡Si este gobierno ha vendido el agua de las
lagunas, que ahora tienen dueño e incluso están cercadas con alambres de púas,
con guachimanes armados que no dejan pasar a nadie! Y nos disparan.
– ¿Así?
Ellos mismos
informan que esos lugares ya son propiedad privada, porque ya fueron vendidas a
las compañías mineras.
– ¿Y no hay
reclamos?
– Sí, hemos ido
a quejarnos y a protestar. Pero no encontramos a ninguna autoridad en el
pueblo.
3. ¿El puente
es suyo?
– Parece que no
viven aquí. No están ni el alcalde, ni el juez, ni el subprefecto. Nadie. Y si
hubieran estado no nos hubieran recibido, porque se necesita pedir audiencia
con anterioridad. Al contrario, casi nos meten presos. Se necesita, de otro
lado, dinero para cualquier trámite.
– Entonces, ¡han
vendido el puente!
– Sí. Es el
gobierno. Y también dice que va a vender el camino. Que desde antiguo es de
todos nosotros, porque por él todos transitamos. En el puente hay ahora una
caseta con un vigilante que es aún más desalmado que el dueño.
Y en un poste
hay pegado un cartel lleno de sellos, que es la resolución del juzgado,
donde indica que el puente ahora es propiedad privada. Y que parte del camino
también le pertenece.
– Y, ¿cómo ha
hecho ese trámite?
– ¡Eso sí no sé, niño! Pero también hemos preguntado eso. Y la respuesta ha sido que saber eso a nosotros no nos incumbe. Y que para reclamar tenemos que tener inscripción en los registros públicos. Y estar reconocidos como asociación, comunidad o junta de vecinos.
4. En
ese caso
– El puente era
nuestra única salvación ante la amenaza que se cierne al fondo y abajo, por el
río tumultuoso. Por eso, para tener siquiera por donde pasar hemos derribado el
árbol y cruzamos por él, aunque arriesgando la vida, como esas niñas que se han
caído.
– Y los animales,
¿cómo pasan por ese madero?
– ¡Ese es el
problema! Porque algunos son hábiles y pueden guardar equilibrio, como las
cabras, pero otros como las vacas no pueden. Entonces tenemos que pasar por el
puente y pagar por ellos igual que por los humanos.
– Pero, ¿cómo yo
veo que por ese puente pasan los productos de la hacienda de “El Hospital” y no
les cobran?
– ¡Ah! ¡Eso es
cierto, niño! ¡Esos sí que pasan gratis!
– Y en ese caso,
¿cómo hacen?
– ¡A ellos no
les cobra nada! Y por la manera cómo se humilla ante él pareciera que el puente
lo ha comprado el hacendado porque hasta dejaría que él lo azote. Y tanto que
pareciera que están unidos en un mismo negocio.
5. Háblame
de los puentes
– O como si
entre ellos hubiera un acuerdo o contubernio en contra de la gran mayoría de
nosotros que somos los pobres. ¡Ay, niño! Hasta el río está enojado de tanta
iniquidad. Pero siempre me pregunto: ¿Por qué es a nosotros a quienes el río
cobra las víctimas? Las últimas han sido esas niñas. ¿Qué culpa tenían esas
pobres criaturas? Y, ¿qué es la vida así, de ese modo?
– Eleuterio, ¿y
tú cruzas por ese tronco que es el árbol derribado?
– De día, sí
niño. De noche nunca. Al cruzar de día siento mareos, porque el árbol tiembla
por lo largo que es. Y pareciera que enreda los pasos. Y abajo el fragor del
agua reventando en las piedras es feo.
– ¿Da miedo?
– ¡Muchísimo! Pero
háblame niño otra vez de lo que tú sabes; háblame de los puentes y los Caminos
del Inca, que antes me contabas.
– Los propios historiadores que vinieron con los españoles y con Francisco Pizarro, y a quienes se llama cronistas de la conquista, escribieron que ni en Roma había edificios más espléndidos que esos caminos.
6. Sombra
y aromas
– ¡Miren pues
cómo era antes!
– Subían desde
las hondonadas hasta las cumbres de las montañas de nieves eternas, anchos y
llanos, combinando adoquines de diversos colores.
Cada cierto
tramo había tambos con ropa, zapatos, comida. Con frazadas y abrigo para
quienes lo necesitaran. A su vera se extendían acequias de agua y manantiales.
Todos estaban
cercados de piedra primorosamente labradas, haciendo hileras y a la vez
ondulaciones, alineadas a una altura que dejaba mirar el paisaje, con apachetas
representando figuras hermosas.
Cada trecho
distintos árboles combinaban sombra y aromas para deleite de los caminantes.
– ¡Y los saludos
que se daban quienes se encontraban era de hermanos, porque todos éramos
hermanos, Eleuterio!
– Y ¿dónde puedo
ver un trecho de esos caminos, niño?
– No queda una
sola huella, Eleuterio. Todo ha desaparecido.
– Nunca puede desaparecer un camino, niño, porque por allí transita la gente.
7. Caminos
de esperanza
– Ni tampoco puede
venderse un puente. ¡Y ya ves que se vende! Y se vende cuando alguien desde
fuera invade tu suelo y quiere desaparecer toda seña que te recuerde lo que has
sido. Y eso aquí ha ocurrido. Se vende cuando después entre hermanos nos
hacemos enemigos y entre nosotros mismos seguimos desunidos. Se vende cuando
unos abusan y viven a costa del sacrificio de otros. Y se es desleal, se engaña
y se expolia. Se vende cuando a todo se le pone un precio y dejamos de ser
hermanos. Se vende cuando no nos organizamos para defender lo que es nuestro, Eleuterio.
– Si han vendido
el agua qué no van a vender un puente, niño. Porque vender el agua y las
lagunas mismas es como vender a nuestra madre.
– Pero tampoco
podemos decir “El gobierno”, Eleuterio. Porque gobierno debe haber siempre, de
lo contrario no tendríamos rumbo. Lo que debemos es identificar a los ladrones
y castigarlos. Sin olvidar que la vida no es mercado, ni compra venta. Que las
leyes que deben regir son leyes morales y que garanticen la vida.
– ¿Y cuándo
volveremos a construir todo eso, niño?
– Eso depende de
nosotros mismos, construir los andenes nuevos, los tambos y otra vez los
caminos de esperanza para nuestro pueblo.
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