jueves, 27 de agosto de 2020

27 de agosto. Día de la Defensa Nacional. / Sobre puentes y caminos.

 27 DE AGOSTO

DÍA DE LA DEFENSA NACIONAL

 

SOBRE

PUENTES

Y CAMINOS

 

Danilo Sánchez Lihón


 

 



1. Y más

todavía 

– Eleuterio, dime: ¿y por qué esas dos niñas cayeron al río y se ahogaron?

– Porque no cruzaron el río por el puente, niño.

– Pero si el puente está a solo un paso, un poco más abajo. ¡Y justo en el camino!

– ¡Ay, niño! Es que ese puente ahora tiene dueño que es un hombre muy avaro y cobra. Y hay que pagar si uno quiere pasar por ahí.

– ¿Sí?

– Y su actual propietario es tan duro de corazón que a quien no paga no le consiente avanzar ni un paso. Por más que lo lloren.

– ¡Ah! Por eso no fueron por ahí.

– Y, ¿de dónde esas dos criaturas iban a tener plata para pagar?

– ¿Y cuánto cobra por persona?

– Ahora cincuenta centavos, que es mucho para nosotros. Es la cuarta parte de una carga de leña, pagada en el pueblo. Y también cobra por cada animalito que tenga que pasar. Y más todavía si ante él no nos humillamos. En ese caso aplica la tarifa que se le antoje.

 



2. Incluso

ahora

 

– Pero, acaso, ¿él construyó ese puente?

– ¡No, pues! ¡Nada, niño! El puente es “del común”. Pero él se ha adueñado, y ahora cobra diciendo que le pertenece.

– ¿A quién lo ha comprado?

– A las autoridades. Lo ha comprado al gobierno, que ha empezado a vender y rematar todo.

– ¿El gobierno que está para velar por el bien público?

– Si, pues, eso dice. Y muestra papeles, niño. ¡Si este gobierno ha vendido el agua de las lagunas, que ahora tienen dueño e incluso están cercadas con alambres de púas, con guachimanes armados que no dejan pasar a nadie! Y nos disparan.

– ¿Así?

Ellos mismos informan que esos lugares ya son propiedad privada, porque ya fueron vendidas a las compañías mineras.

– ¿Y no hay reclamos?

– Sí, hemos ido a quejarnos y a protestar. Pero no encontramos a ninguna autoridad en el pueblo.

 



3. ¿El puente

es suyo?

 

– Parece que no viven aquí. No están ni el alcalde, ni el juez, ni el subprefecto. Nadie. Y si hubieran estado no nos hubieran recibido, porque se necesita pedir audiencia con anterioridad. Al contrario, casi nos meten presos. Se necesita, de otro lado, dinero para cualquier trámite.

– Entonces, ¡han vendido el puente!

– Sí. Es el gobierno. Y también dice que va a vender el camino. Que desde antiguo es de todos nosotros, porque por él todos transitamos. En el puente hay ahora una caseta con un vigilante que es aún más desalmado que el dueño.

Y en un poste hay pegado un cartel lleno de sellos, que es la resolución del juzgado, donde indica que el puente ahora es propiedad privada. Y que parte del camino también le pertenece.

– Y, ¿cómo ha hecho ese trámite?

– ¡Eso sí no sé, niño! Pero también hemos preguntado eso. Y la respuesta ha sido que saber eso a nosotros no nos incumbe. Y que para reclamar tenemos que tener inscripción en los registros públicos. Y estar reconocidos como asociación, comunidad o junta de vecinos.

 




4. En

ese caso 

– El puente era nuestra única salvación ante la amenaza que se cierne al fondo y abajo, por el río tumultuoso. Por eso, para tener siquiera por donde pasar hemos derribado el árbol y cruzamos por él, aunque arriesgando la vida, como esas niñas que se han caído.

– Y los animales, ¿cómo pasan por ese madero?

– ¡Ese es el problema! Porque algunos son hábiles y pueden guardar equilibrio, como las cabras, pero otros como las vacas no pueden. Entonces tenemos que pasar por el puente y pagar por ellos igual que por los humanos.

– Pero, ¿cómo yo veo que por ese puente pasan los productos de la hacienda de “El Hospital” y no les cobran?

– ¡Ah! ¡Eso es cierto, niño! ¡Esos sí que pasan gratis!

– Y en ese caso, ¿cómo hacen?

– ¡A ellos no les cobra nada! Y por la manera cómo se humilla ante él pareciera que el puente lo ha comprado el hacendado porque hasta dejaría que él lo azote. Y tanto que pareciera que están unidos en un mismo negocio.

 



5. Háblame

de los puentes 

– O como si entre ellos hubiera un acuerdo o contubernio en contra de la gran mayoría de nosotros que somos los pobres. ¡Ay, niño! Hasta el río está enojado de tanta iniquidad. Pero siempre me pregunto: ¿Por qué es a nosotros a quienes el río cobra las víctimas? Las últimas han sido esas niñas. ¿Qué culpa tenían esas pobres criaturas? Y, ¿qué es la vida así, de ese modo?

– Eleuterio, ¿y tú cruzas por ese tronco que es el árbol derribado?

– De día, sí niño. De noche nunca. Al cruzar de día siento mareos, porque el árbol tiembla por lo largo que es. Y pareciera que enreda los pasos. Y abajo el fragor del agua reventando en las piedras es feo.

– ¿Da miedo?

– ¡Muchísimo! Pero háblame niño otra vez de lo que tú sabes; háblame de los puentes y los Caminos del Inca, que antes me contabas.

– Los propios historiadores que vinieron con los españoles y con Francisco Pizarro, y a quienes se llama cronistas de la conquista, escribieron que ni en Roma había edificios más espléndidos que esos caminos. 




6. Sombra

y aromas 

– ¡Miren pues cómo era antes!

– Subían desde las hondonadas hasta las cumbres de las montañas de nieves eternas, anchos y llanos, combinando adoquines de diversos colores.

Cada cierto tramo había tambos con ropa, zapatos, comida. Con frazadas y abrigo para quienes lo necesitaran. A su vera se extendían acequias de agua y manantiales.

Todos estaban cercados de piedra primorosamente labradas, haciendo hileras y a la vez ondulaciones, alineadas a una altura que dejaba mirar el paisaje, con apachetas representando figuras hermosas.

Cada trecho distintos árboles combinaban sombra y aromas para deleite de los caminantes.

– ¡Y los saludos que se daban quienes se encontraban era de hermanos, porque todos éramos hermanos, Eleuterio!

– Y ¿dónde puedo ver un trecho de esos caminos, niño?

– No queda una sola huella, Eleuterio. Todo ha desaparecido.

– Nunca puede desaparecer un camino, niño, porque por allí transita la gente. 





7. Caminos

de esperanza 

– Ni tampoco puede venderse un puente. ¡Y ya ves que se vende! Y se vende cuando alguien desde fuera invade tu suelo y quiere desaparecer toda seña que te recuerde lo que has sido. Y eso aquí ha ocurrido. Se vende cuando después entre hermanos nos hacemos enemigos y entre nosotros mismos seguimos desunidos. Se vende cuando unos abusan y viven a costa del sacrificio de otros. Y se es desleal, se engaña y se expolia. Se vende cuando a todo se le pone un precio y dejamos de ser hermanos. Se vende cuando no nos organizamos para defender lo que es nuestro, Eleuterio.

– Si han vendido el agua qué no van a vender un puente, niño. Porque vender el agua y las lagunas mismas es como vender a nuestra madre.

– Pero tampoco podemos decir “El gobierno”, Eleuterio. Porque gobierno debe haber siempre, de lo contrario no tendríamos rumbo. Lo que debemos es identificar a los ladrones y castigarlos. Sin olvidar que la vida no es mercado, ni compra venta. Que las leyes que deben regir son leyes morales y que garanticen la vida.

– ¿Y cuándo volveremos a construir todo eso, niño?

– Eso depende de nosotros mismos, construir los andenes nuevos, los tambos y otra vez los caminos de esperanza para nuestro pueblo.

 

Fotos 1, 4, 5 y 7

Jaime Sánchez Lihón



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