3 DE AGOSTO
DÍA DE LA PLANIFICACIÓN FAMILIAR
DE
VUELTA
A CASA
Danilo Sánchez Lihón
1. ¡Y será
una reina!
Ella es dueña de muchas haciendas,
tiene graneros repletos, caballos y acémilas. Varias sirvientas atienden su
casa, pero no tiene hijos.
– Ya saben... –Expresa después de
servirse el café–. He venido a llevarme a mi hijita.
Miro a mi padre esperando el «¡No!»
rotundo que siempre le ha dado hasta ahora cada vez que pretende llevarse a uno
de nosotros.
– Bueno... –Tose nervioso–. ¡Dios te
la ha dado!
Mi tía emocionada hunde su cabeza en
el cuello de mi hermanita a quien la tiene alzada en su falda, diciendo:
– ¡Por fin tendré una hija
totalmente mía! ¡Y será una reina! ¡Ya verán la joya preciosa en que va a
convertirse!
Mi madre mira enternecida a Sofía y
a mi tía hasta salírsele las lágrimas.
2. Me escucho
decir
– ¡Pobre mi hermana! –Se conduele mi
madre.
– ¿Por qué pobre? –Indago, tratando
de que no se me note la cólera.
– ¡No tiene una hija o un hijo a
quién dedicar su cariño! ¡Le va a hacer mucho bien tener una hija que también
es de su sangre!
Mi papá tiene la mirada perdida.
Más tarde mi madre nos llama a la
mesa a comer.
Al principio me hago el sordo. Pero
pronto me reclama por mi nombre.
– ¡No quiero comer! –Contesto desde
el segundo piso.
– ¿Qué? –Escucho que dicen
sorprendidos y al unísono.
Pronto sube mi madre preocupada por
la naturaleza y el tono de mi grito.
Cuando la veo venir me oigo decir:
3. La salvó
de morir
– ¿Qué pasa, hijo?
– ¡Nada! ¡No quiero que me hables ni
me toques!
Trata de abrazarme, pero empiezo a
patalear hasta caerme y quedarme en el suelo.
– ¡Te digo que no quiero verteeeee!
– Llamaré a tu padre. –Dice entonces
enojada y severa.
Mi padre demora en venir. Cualquier
intervención de él es muy grave. Y que no deja lugar ni a dudas ni a
murmuraciones. Y ya ha venido:
– ¿Qué ocurre? –Me dice
pausadamente.
– ¿Por qué has permitido que se
lleven a mi hermanita? –Le encaro.
– Tu tía la salvó de morir. Eso tú
lo sabes, ¿no es cierto? –Expresa.
4. Y
estaría bien
– ¡Y eso qué tiene que ver! –Me
asombro de escucharme decir.
– La salvó con su ciencia. Y es
mejor que viva a que esté muerta, ¿no te parece? –Vacila en decir mi padre.
– No podemos dejar que alguien falte
en nuestra casa. –Le digo queriendo argumentar, pero la voz se me quiebra, y las
palabras me salen, pero ya casi llorando.
– Bueno, pidió antes de curarla que
si la salvaba ella la criaba.
– Es nuestra tía y si sabe curar ¿por
qué tiene que cobrarnos de ese modo?
– Bueno, ya es un acuerdo ¡y un
compromiso!
– ¡Será tu acuerdo y tu compromiso,
pero no el de todos nosotros!
Jamás yo he hablado de este modo a
mi padre. Yo mismo me asusto de lo que he dicho.
Se lleva mi padre la mano a la
correa. La jala con fuerza, de un tirón, y empieza a enrollarla en torno a su
mano, a fin de sujetarla con firmeza. Yo me encojo a recibir la peor cueriza de
mi vida. Y estaría bien, pues nunca le he cuestionado de ese modo, ni menos
atrevido a responderle nunca a mi padre.
5. Y
encogido
Y antes que diga nada voltea y luego
sus pasos resuenan bajando la escalera.
Mis hermanos que han estado detrás
de la puerta se acercan.
Y silenciosamente se sientan junto a
mí, pegando sus cuerpos al mío compungidos y solidarios, pero sin decirme nada.
– ¡Hijito, vamos a comer! –Suplica
mi madre queriendo consolarme–. ¡Te ruego!
– ¡No podré comer, mamá! –Arguyo,
pausado, como si todo fuera sombra en mi alma y sintiéndome raro y ya como un extraño–.
Déjame estar sólo. ¡Te pido por favor!
Cuando cierro la puerta siento que
las lágrimas me bajan hirviendo y empapan mi pecho. Y me echo a llorar con
hondos sollozos, peor que si me hubieran pegado.
Pronto las luces de la noche se
hacen densas y encogido sobre mis propios brazos me quedo dormido.
6. Por las calles
empedradas
– ¿Qué te ocurre? ¿Estás enfermo? Te
estoy llamando y no contestas. Te he puesto 05 en el registro.
Y es que estaba pensando, pero sólo
en mi hermanita. La veía como una de mis tías ricas, soberbia y lejos de las
enseñanzas y el ejemplo de mis padres.
En el recreo burlo la vigilancia de
la puerta y salgo corriendo rumbo a la casa de mi abuela.
Su empleada tiene a Sofía sobre una
hermosa alfombra multicolor, rodeada de lindos juguetes en el corredor del
primer patio.
Entro, la cojo a mi hermana y escapo
con ella por las calles empedradas.
Corro de un solo tirón las cinco
cuadras que distan de la casa, bordeando el pueblo para no pasar por las calles
céntricas donde están las tiendas de comercio.
7. Otra vez
se la llevan
Con mis hermanos menores tratamos de
esconderla para que no se la lleven, pero pronto escuchamos golpes en la puerta
de la calle.
Es la muchacha que suplica que le
devuelvan a la niña, de lo contrario a ella la molerán a palos.
– ¿Qué niña? –Pregunta sorprendida
mi madre.
– La niña Sofía que me la ha robado
su hermano Fredy.
– ¡Fredy! ¿Has traído a tu hermana? –Indaga,
golpeando la puerta del cuarto.
Sofía al escuchar su voz se pone a
llorar y le tiende las manitas para que ella la alce. Detrás ha venido mi tía,
y así llorando otra vez se la han llevado.
Yo he decidido irme de mi casa. Llegaré
hasta el puerto de Salaverry y de ahí en un barco me iré al extranjero en donde
nadie me encuentre. Ya lo tengo todo arreglado.
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