lunes, 3 de agosto de 2020

3 de agosto. Canto de amor por la bella Formosa. / Botella de mar.

3 DE AGOSTO

CANTO DE AMOR POR LA BELLA FORMOSA

 

BOTELLA

DE

MAR

 

Danilo Sánchez Lihón


  

El Fuerte Santo Domingo en Tamsuí


Uno

 

Hace días miro el horizonte que se perfila como una línea azul

en lontananza. Navegamos desde Las Filipinas hacia el norte y ya

se delinean las cumbres inhiestas que en el mapa señalan la ubicación

de una isla donde imagino ríos de aguas rumorosas, montañas

pobladas de aves, de abejorros y micos; con fieras en celo y en acecho.

Entreveo guijarros bajo el agua transparente, luengos y coposos helechos.

y fuentes que se vierten en cascadas, e interminables bosques de acacias

y alerces. Subido aquí a la cofa de la nave capitana diviso la orilla y pienso

en mi infancia, en la villa donde nací un día, entre muros de piedra,

techos a dos aguas con aleros por donde las tejas escurren las goteras

de los aguaceros inclementes; distinta a esta orilla sutil de tierra caliza

rojiza y amarilla; y a esta tenue humedad que se eleva en el aire. 

 

fuentes que se vierten en cascadas


Dos

 

Soy Antonio Carreño Valdés, Sgto. Mayor del Ejército de Su Majestad.

Español de origen en el empeño de conquistar nuevas tierras, abrir

nuevas rutas a fin de extender la doctrina cristiana allende los océanos.

Empero, esta vez incursionamos hacia el norte con la apariencia

de vender y comprar, transacciones que no están exentas de peligros,

más por la presencia, disputa y predominio de otras flotas rivales.

¿Qué vendemos? Monedas de plata, apreciadas con delirio en la China,

y compramos toda clase de especies, principalmente seda.

Mientras inundan estos mares piratas chinos y malayos que asedian

en galeones equipados por codiciosos señores de reinos locales.

Pero he aquí lo que tanto amo: bosques de tilos, bejucos en la orilla,

y el reflejo del cielo en el agua. Y ese graznido de loros en la espesura. 

 


Tres

 

Venimos de las islas que en nuestras cartas de navegación

se denominan “Islas Lejanas del Poniente”; para España más allá

de América. Mas arriba de las Islas Filipinas o Marianas. Más

al poniente de Japón, cruzando el piélago umbrío ¡donde se hallan

estas maravillas! ¿Cómo es que Dios creó este vasto universo

arrojando por doquier dones, encanto y armonía por puro capricho?

¡Verdaderos paraísos llenos de portentos, esplendor y prodigio!

Confines que en nuestros libros de bitácora se llaman “Islas del Oeste”.

Porque Madrid es el centro, es el sol alrededor del cual gira el orbe.

Lo demás es periferia, como es el oeste del Virreinato de Nueva España

o México; más allá del Virreinato del Perú desde donde se enrumban

hacia estos confines las naves de Su Majestad, el ínsito Rey de España.

 

 


Cuatro

 

Estaba escrito que nacerías un día Antonio Carreño Valdés

donde crece el alcornoque, el ñorbo y la vid de pámpanos morados.

Aquello no dependió ni de tus actos ni de tus pasos, ni de tu idea.

Tampoco de tu intención, ni visión de las cosas. Y, si fue así, es

porque así estaba escrito en el libro de Dios, como estaba escrito

que hoy 11 de mayo de 1626 tomaría posesión, con dos veleros

y una docena de champanes, de la Bahía de Kelung que he bautizado

como Santiago, un excelente puerto natural, estableciendo la ciudad

de San Salvador con el Fuerte de la Santísima Trinidad. A la isla

de entrada, la he llamado De Todos los Santos. Y hemos construido

tres fuertes más: San Millán, La Mira y El Cubo. Y después, el Fuerte

de Santo Domingo en la hermosa ensenada de Tamsuí, ya en 1628.

 

 


Cinco

 

 “Formosa” es nave y torre de vigía, llamada así por los navegantes

portugueses que llegaron aquí. Quienes, al ver estas acacias y palmeras,

donde las olas refluyen lamiendo y saboreando el dulzor de sus raíces,

acertaron en llamarla con ese nombre que les salió del fondo del alma,

como quien lanza un suspiro, porque llamarla así es ansia y es anhelo.

Por eso es que hemos tomado posesión, porque todo es tan hermoso

que ha sido unánime en toda la tripulación el deseo de sentar aquí reales

y quedarnos, para lo cual hemos izado sobre el pino más alto la bandera

española roja y gualda, con el escudo de los Reyes de Castilla, jurando

defenderla con nuestra vida. Ahora mismo la miro y de emoción se me

empañan los ojos. Hemos reforzado el Fuerte de Santo Domingo, siendo

ahora todo nuestro empeño, afán y consigna, defenderlo a sangre y fuego.

  


Seis

 

Ayer en la mañana neblinosa viajábamos una flotilla por el istmo de Kelung.

Cuando divisamos entre los nubarrones el pendón tricolor de las naves

holandesas. Ya era tarde. Dispararon contra nosotros sus cañones

y hundieron tres de nuestras embarcaciones de las cuatro que éramos.

Si bien nos defendimos hundieron también la nave capitana. Saltamos

al agua, nadamos y nos refugiamos en la espesura, mientras oíamos

disparos de fusilería y el resonar de uno que otro mosquete de arcabuz.

De pronto vi que nos perseguían y hubimos de combatir cuerpo a cuerpo.

Vi caer a varios de mis compañeros. He visto sus cuerpos flotantes

en el agua y después lentamente hundirse aún con sus morriones

puestos y sus espadas desenvainadas. Ahora cae la lluvia y graznan

las grullas por lo alto yéndose a dormir a sus nidos. Y yo tiemblo de fiebre.

 

 


Siete

 

Estoy herido y sangrante, tendido y oculto entre el agua y los helechos.

Siento que soy leño que flota, piedra, tierra dura como es la España eterna,

mientras que aquí todo es suave, blando y pródigo. ¡Y siento que aquí todo

es misterio! El sueño me vence. Pero antes he visto que has venido, niña.

He sentido tus manos curando mis heridas. Y luego acurrucada al lado mío.

Atenida a que yo te conduzca hacia algún nido. ¿Quién, en verdad, eres?

¡Y en qué lugar vives entre estas colinas umbrías! De que existes es prueba

estos vendajes de lino y estas hierbas silvestres en mis sosegadas heridas.

¡Y de cómo está envuelto mi hombro, que siento que se alivia, que sano,

y que me salvo. ¿Pero dónde vives? Es a partir de este hecho que siento

que esta tierra es mía y me pertenece, convencido que antes estuve aquí.

Ya he sido rescatado por mis compañeros, pero todo ha sido destruido.

 

 

Ocho

 

¿Qué defiendo ahora? No esta tierra para España sino para ella misma,

libre e independiente, soberana y unida. ¡“Hermosa” en lengua de Castilla!

Bella como nunca antes he visto. Con niñas bondadosas que se esconden

en la espesura. Y que conmueven porque son misterio, diáfano y candoroso.

Luz y sombra entre los árboles, donde todo es humedad de la cual se nace.

Defiendo ahora el agua que se desprende cristalina desde estas peñolerías.

El agua que es para aplacar la sed, para asearse, para regar los sembríos.

Defiendo el agua incluso como brillo, como luz, como espejo para mirarse.

Defiendo al árbol incluso como sombra. El viento que corre, descansa y

se aquieta. Que sabemos es simple y sencillo, como lo sabio y lo bueno.

Defiendo la vida visible e impalpable que está aquí y está más allá

en el horizonte dibujado entre el mar, la tierra y el cielo insondable.

 

 


Nueve

 

Enamorado para siempre de ti, niña mía, yo diría que eternamente.

Defiendo el haberte al menos presentido. Y el quererte tanto entre

estos boscajes, árboles y raíces. Con la lluvia siempre golpeando,

enamorado del romper de las olas del mar en estas orillas encantadas.

Enamorado de ti, que más allá de toda caricia, o posesión están tus ojos,

tu mirada transparente y el calor de tus manos en el fondo de mi alma.

Pero ahora tengo que volver. Todo ha sido destruido y tengo que buscarte

amada mía. Luchamos todavía, al lado nuestro y a favor de la bandera

española los hábiles arqueros filipinos. Pero yo lucho por quedarme

en esta isla. Enamorados de su tenue claridad, de sus rocas que avanzan

hacia el mar como olas de piedra; de aquel suave murmullo que acaricia

los árboles y las espigas crecidas de los campos sembrados de trigo. 

 


Diez

 

Lucho aún porque “Formosa” es nombre de mujer. Y quizá sea ella íntegra

quien curó mis heridas y puso sus manos compasivas en mis manos

En los doce años que llevo en estas costas ¡cuánto en verdad te he querido!

Mis compañeros aún obsesionados por el té, la seda y las especies. Yo

en cambio, por tus ojos, por quedarme para habitarla, tener mujer y progenie

Porque en ti todo es estupor, compasión, como también todo es olvido.

Todo esto que he relatado aquí estaba escrito en el Libro de Dios. Pero

lo que no estaba escrito y recién escribo junto a mis pasos es mi anhelo,

en este relato que guardo y arrojo en una botella al mar, en unos papeles

que ojalá un día se descubra antes que los destiña el tiempo, o la lluvia

al quebrarse el embace en una borrasca, y que relatan parte del rumbo

que sigue mi destino en estas tierras y sobre estos mares encantados. 



 

En Tamsuí


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