domingo, 2 de agosto de 2020

2 de agosto. Nace el héroe Alfonso Ugarte. / Quien es victoria moral.


2 DE AGOSTO
NACE EL HÉROE ALFONSO UGARTE

QUIEN ES
VICTORIA
MORAL

Danilo Sánchez Lihón



Defendió su bandera

1. Él iba
adelante

Alfonso Ugarte quien naciera el 2 de agosto de 1847 en Tarapacá, no se desmoralizó ante los reveses sufridos en la guerra que confrontaba al Perú con Chile.
No doblegó su intrepidez, pese a que se cernía la sombra del infortunio en el país y en su frente.
No se desanimó por la suerte adversa en todo sentido, pese a nuestra entereza en defender la patria en los frentes de batalla. Él alzaba la bandera e impulsaba el batallón hacia adelante.
No dijo tal fulano tiene la culpa de no haberse logrado los resultados que se esperaban.
No echó en cara a nadie de las derrotas y reveses que sufríamos, pero sí era generoso en atribuir a cada uno de los otros nuestras escasas victorias. Y siguió luchando.


Defendiendo el lar nativo

2. Amor
a su lar natal

No dijo ya no hay ejército, hay que darnos por vencidos. ¡No! ¡Hizo su ejército propio que puso a disposición del comando general del ejército en pleno!
No dijo: este o aquel no peleó como debía. Al contrario: arengaba a que la batalla siguiente era la decisiva y podíamos ganarla.
Eso sí, él cada vez era más audaz, valiente y soberbio en el combate. No puso a un sustituto para comandar su batallón. Él iba adelante.
Y todo porque tenía fuego sagrado en el alma que vale más que todo el oro de la tierra.
Nada para él era bastante cuando de lo que se trataba era de defender principios.
Puso toda su fortuna en el arca santa del amor a su lar natal. Y a la evocación de las horas de infancia.


El repaso, matando a los heridos

3. Nada
de eso

No dijo escojo otra morada tranquila y apacible. No. No dijo soy cosmopolita y ciudadano del mundo. O, el mundo es de todos.
¡Él que tenía sucursales de su empresa en varias ciudades del continente y hasta en Europa no consideró en ningún momento mudarse ni ir a esos sitios!
Tampoco elucubró: La guerra es cuestión de gobiernos. Nada de eso. No buscó el subterfugio de razonar, de calcular, de buscar conveniencias.
No dijo: La guerra es función de los ejércitos y no es de mi incumbencia.
Tampoco dijo: esta es una contingencia, y lo mismo me da estar aquí que allá. No, no dijo eso. Ni se le ocurrió pensarlo jamás.
Pero tampoco se cruzó de brazos.
Lo que sí se le ocurrió es formar y constituir un ejército, que él organizó y solventó con su esfuerzo, con su dedicación y su peculio.


Francisco Bolognesi

4. El deber
y el amor

¿Invertir en equipar un batallón? Es una locura y un desatino. ¿A quién se le ocurre? ¡A él! A los insignes.
Y a otros tantos seres acrisolados cuando los convoca el deber y el amor y la justicia de la causa que defienden.
Porque la Guerra del Pacífico de parte nuestra fue una guerra de civiles indignados contra militares enemigos entrenados y esquematizados para ejercer la crueldad, el odio y la infamia.
Porque eso hicieron. Fueron siniestros en cometer el abuso, la vesania y la rapiña.
En cambio, de parte nuestra, quienes defendieron esta tierra no estaban preparados para matar. No sabían matar, y prefirieron no hacerlo. Es más: se dejaban matar, porque eran seres humanos, llenos de humanidad, no bestias.
Las bestias no defienden, atacan. No son capaces de tener principios, moral, ni menos compasión.


Batalla de Arica

5. Es
su insignia

Tampoco es inherente a ser soldados convertirse en seres irracionales y depravados. Los espartanos fueron formados desde niños para ser soldados.
Pero al lado del modelo de heroísmo recogían también un código moral y de ética que nunca debe perder un militar.
Sin embargo, quienes agredieron aquí no tenían ni eso. Mataban heridos. Y de aquello se ufanan hasta ahora.
Y lo han hecho insignia de su comportamiento, lo que es deshonra, bajeza y ser canalla en cualquier lugar del mundo y tiempo físico.
Fue tanta la ignominia y degradación de esta guerra de parte de los agresores que despreciaban al civil en los campos de batalla.
Esto fue así, al punto que estaba sentenciado de parte de ellos darle muerte como prisionero no de pie sino sentado como una manera de humillarlo y disparándole por la espalda.
Y desgarrándole luego con el corvo, la bayoneta o con la culata del fusil. Todo porque era civil. ¿No nos demuestra este rasgo que eran zafios, desfigurados y perversos?


Alfonso Ugarte

6. Victoria
moral

Si el heroísmo en un soldado entrenado para la guerra es admirable, en un civil en el campo de batalla es supremo. Y eso fuimos en esta contienda que jamás la imaginamos niños.
Los héroes que defendieron Arica fueron en su mayoría civiles. Hubo algunos militares jubilados, como Francisco Bolognesi.
Alfonso Ugarte, que lucía el grado de comandante de dos batallones, era civil, no era sabueso entrenado para morder, ni hiena que asalta, ni serpiente que muerde y envenena. Era civil.
¡Cómo no ha de ser de mayúsculo y superlativo ese sacrificio si prepararse para esa guerra nunca siquiera fue imaginado ni en el delirio!
Pero, aún más, esa victoria moral no era para ganar ya una batalla ni una guerra. Era cara a nosotros mismos, para colmarnos de orgullo y de coraje. ¡Que esto jamás se nos olvide, niños!


El autor, ante el Morro de Arica

7. Espada
fulgurante

Honor a los que defendieron el día 7 de junio de 1880, donde murió Alfonso Ugarte con la bandera izándola hacia el infinito.
¡Honor a quienes defendieron lo que es el sentido moral de la historia no solo para al Perú sino para decoro, decencia y limpidez de lo que es ser personas frente a una horda corrupta y maligna!
Y lucharon por lo honorable, íntegro y puro del corazón de lo que es ser hombres. Lucharon por el hombre como especie, frente a una caterva criminal y vesánica.
¡Honor para quienes convirtieron su paz y tranquilidad en espada fulgurante!
¡Honor a quienes ofrendaron su vida por defender el sentido humano frente a la delincuencia, a la aberración y la rapacería!
¡Deber que nos incumbe y compromete defender así a todos los seres humanos sobre la faz de la tierra y de lo cual es símbolo Alfonso Ugarte! Por todo eso, ¡honor al héroe insigne!


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