5 DE AGOSTO
FIESTA DE LA VIRGEN DE LAS NIEVES
DE CORACORA
TODO
MI
FERVOR
Danilo Sánchez Lihón
1. Amar
los pueblos
Me conmueve y compromete profundamente cuando alguien ama a su pueblo
con cariño entrañable, como es el caso de Amelia Melgar Vásquez, quién le
dedica a Coracora una buena proporción de sus cantos y, sobre todo, la
intensidad de sus sentimientos, resaltando sus personajes, costumbres, sucesos
y promesas.
El amor a la tierra natal, para mí, es la prueba de si alguien es
verdadero o falso en la vida; de si alguien ama de a verdad, porque no concibo
el amor volátil sino aquel identificado con el origen, con la raíz y la arcilla
que nos conforman.
Me sumo con devoción aún mayor cuando ese pueblo es pequeño y olvidado.
Me extasío de admiración cuando conozco a alguien que convierte el hecho más
insignificante, leve o sutil de su pueblo, en algo muy grande, con ribetes de
leyenda, con orgullo de estar ante un portento, con exaltación de reconocer lo
precioso, como para elegirlo siempre, como es el caso de Amelia Melgar con su
pueblo de origen, de allí que a ella también en este aspecto dedico todo mi
fervor.
Ella es de Coracora. Allí nació, se crio, estudió; y a su pueblo volvió
a trabajar como maestra después de estudiar educación en la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos. No conozco este distrito de la provincia de
Parinacochas, pero lo vinculo al Perú profundo por ser zona de Ayacucho.
El nevado Sara Sara y laguna de Incahuasi
2. Mano
que
se
tiende
Así, escucho el nombre el nombre de Coracora y evoco aquel pueblo
ancestral, en donde cada piedra rezuma un cariño y un sufrir milenarios. Con un
gesto de ternura hasta en el declive o en el quiebre de sus calles. Iluminado
por el sol y azotado por las sequías.
He tenido la dicha primero de soñarlo y después de visitarlo varias
veces. He andado largamente sus caminos. He contemplado el perfil de sus
montañas al amanecer, y la silueta del Sarasara adusto pero benigno; y me he
llenado de cadillo orillando la laguna de Incahuasi fulgurando a sus pies,
colmada de bejucos donde anidan las parihuanas. Y al admirar en la ensoñación
sus casas me he sumido en el humo que emerge de sus cocinas y que se filtra por
sus tejados. Y desde entonces relaciono Incahuasi a leña, a agua y a flor.
Amelia recoge en sus versos aquel hálito mágico. Y es fiel a aquella
raíz telúrica, tan densa en mitos, leyendas y raptos oníricos, que vibran en el
aire impalpable de aquel pueblo y que ella los ha transpuesto en su poesía.
¡Y sentirme libre! ....
Para cantarle a la vida,
A mi tierra querida
A sus cerros, a sus pampas.
A mi raza indómita
Misteriosa y antigua,
A mis hermanos que sufren
¡El hambre y el dolor!
Piadosa inspiración
Que la mano me tiendes...
Amelia Melgar Vásquez
3. De un solo
plumazo
Amelia Melgar Vásquez es hija de Diego Ántero
Melgar Vega, poeta de quien se ha publicado últimamente su libro “La novena
sinfonía de la piedra” que reúne su obra que se hallaba dispersa en periódicos
y revistas.
Él fue un personaje de mucho temperamento. Un libre pensador, una
persona que rompía esquemas y convencionalismos; aparentemente difuso,
extravagante y atrabiliario, pero seguido y adorado por la juventud que veían
en él a un personaje capaz de pensar con libertad y valor, con suficientes
dotes de pasión, imaginación y arrebato. Bueno para purificar el aire con
frecuencia enrarecido de un pueblo enclavado entre cadenas de montañas,
fortalecer el alma, propiciar un debate profundo sobre un tópico y una revisión
de ideas a fondo acerca de cualquier tema.
Se lo recuerda a Diego Ántero Melgar como un personaje de inteligencia
fuerte, sobresaliente, hasta asombrosa. Dueño de una relación total, vital y
suprema con la poesía. Quien podía componer íntegro un himno, una oda o una
elegía de un solo plumazo, en una reunión de amigos, y dedicarle el original a
algún estudiante emocionado, presente en aquella tertulia, sólo por el hecho de
que hubiera manifestado que el poema era de su agrado.
Plaza de Armas de Coracora
4. Ángel
Guardián
Cuando Amelia era niña ella andaba en sus brazos. Pero luego, cuando
fue creciendo, su padre fue su sombra protectora, cautelosa y callada; quien
siempre aparecía en los momentos oportunos para auxiliarla y apoyarla, como el
ángel guardián evanescente pero efectivo, actuante siempre en su vida, hasta
ahora que él está muerto físicamente.
Pero no solamente el padre de Amelia fue el intelectual y el hombre de
letras que hemos referido sino su madre también tuvo una fina sensibilidad
artística, tanto que fue ella quien le enseñó el arte de la declamación y el
teatro, y esto desde muy niña, desde cuando tenía 5 años de edad en que ya
subía a los escenarios preparada, apoyada y bajo el cuidado de la señora Rosa
Vásquez Flores de Melgar, quien ya no está con ella.
Por esta línea genética su abuelo de madre, don Andrés Vásquez, fue
también hombre notable y amante del progreso de su pueblo; diputado de la
República en dos períodos, quien llevó la energía eléctrica, el molino
eléctrico y otros adelantos a Coracora, poseyendo también una gran sensibilidad
artística, siendo propulsor de la cultura en su tierra.
Amelia de niña, con mamá y hermanito
5. Cabeza
de playa
La de Amelia es, pues, una familia de intelectuales, políticos y
artistas; Carlos Enrique Melgar, el líder aprista, es hermano de su padre;
linaje y ancestro que ahora se sintetiza en ella.
Quien es entonces simbiosis de dos líneas genéticas muy definidas en
cuanto a su vocación por las ideas; de décadas y siglos de inquietudes que
encuentran su punto de unión definitivo en sentimientos, emociones y pasiones,
que confluyen en una riada, en una cabeza de playa, en un conjunto de páginas
que constituyen todo un símbolo:
En las oscuras bóvedas
De los cajones fríos,
Mis versos hartos de reposo
Se agarraron de las manos
Y salieron a la luz.
(...)
Mis versos ahora son palomas
Salieron en parvadas,
Les abrumó el cautiverio
Extendieron sus alas
Y se echaron a volar.
Festividad de la Virgen de las Nieves en Coracora
6. La poesía
que resarce
Es la suya poesía emotiva, poesía
del corazón y del alma de la gente genuina, de los sentimientos a flor de piel,
de los hechos vivos, reales e indiscutibles; poesía ligada a la cotidianeidad,
a la vida cierta y real, no a las elucubraciones, no en función ni de la
perífrasis ni de la retórica:
¿Qué hay de cierto en tu esencia olvido?
¿Borras del alma y del corazón el recuerdo?
¿Retienes en tus orillas vacuas el pasado?
¿Palideces con tu sonrisa añeja lo vivido?
«No puedo olvidarte» dice la canción
Es porque eres un deseo hueco que no ha apagado
La llama ardiente que el hombre ha sentido
Y te nombra y te invoca como a una ficción.
Si existieras no quedarían cenizas ni rescoldos
No habría pechos que se quiebren de suspiros
Ni melodías y aromas en los recodos.
Donde la poesía es aquello que
resarce nuestros destinos de la crueldad del mundo y de la vida, porque la vida
con ser tan hermosa, también suele revestirse con frecuencia de impiedad y
dureza. Todo lo que se viva ha de sublimarse en poesía.
Procesión de la Virgen de las Nieves en Coracora
7. Mundo
cierto
Pero, hay la otra poesía ligada a los seres queridos, pertenecientes a
una comunidad de amigos, de personas ligadas a la tierra; que se celebra, que
se la vive, que se la comenta con alegría pura; que cuenta con la adhesión y la
fruición de la gente que ama, quiere y vive de a verdad, con sinceridad y
emoción profundas:
Poesía que goza del aprecio de la gente sencilla que es la verdadera, a
quien gusta que se evoque un hecho, una persona, un pueblo, así como que se
recree un paisaje; poesía más del mundo cierto y real. Verdadera y legítima
poesía. Es la
esencia sutil del alma:
El canto de una alondra en los oídos,
La dulce flor de luz en tu ocaso,
Un jazmín que nace en una roca.
Es la antorcha luminosa en tu cielo oscuro,
Un enjambre de mariposas en tu jardín,
Un manto salpicado de luceros en tu cuerpo,
Un ave con reflejos de zafiros en tu ventana.
Es el huésped de primavera en tu otoño,
La musa que estremece tus entrañas,
El hada que te da la llave de un nuevo amanecer,
La página blanca que la pluma no tocó.
Corrida de Toros en Coracora
8. Revelación
e inocencia
Amelia Melgar también y, sobre todo,
alude en su poesía al hombre y al pueblo en su borrasca y en su esperanza:
Se levantará el viento
De las conciencias dormidas,
En cielos opalinos
De infinita plenitud.
Octavio Paz expresa que la poesía es
la revelación de la inocencia que alienta en cada hombre y en cada mujer y que
todos podemos recobrar apenas el amor ilumina nuestros ojos y nos devuelve el
asombro y la fertilidad.
Su testimonio, el de la poesía, es
la revelación de una experiencia en la que participan todos los hombres, oculta
muchas veces por la rutina y la diaria amargura.
¿Es posible una sociedad en la que
la poesía, que es la voz misma del hombre original, se convierta en el alimento
espiritual de la comunidad? Con poemas como los suyos la respuesta es positiva.
La Virgen de las Nieves de Coracora
9. Capulí,
vallejo y su tierra
Amelia Melgar Vásquez pertenece y es miembro activo, y trabaja con
empeño y tesón ejemplares, en el movimiento “Capulí, Vallejo y su Tierra” que
persigue el anhelo de aproximarnos cada vez más al mundo andino que César
Vallejo avizorara en «Telúrica y magnética» y que
nos dejara como mensaje trazándonos el compromiso de realizarla bajo la
proclama de: “...hay hermanos, muchísimo qué hacer”. Su afiliación tan honda y
comprometida con este movimiento hace que yo sienta que es una amiga, una
cófrade y una hermana del alma y me sienta completamente solidario con su obra
escrita y su desenvolvimiento en el campo de la actuación.
No olvidaré cómo vivenció a Georgette de Vallejo en una representación
de la vida de la esposa del poeta y en una presentación viva de sus poemas, en
el marco de una actividad organizada por «Capulí, Vallejo y su Tierra» y a fin
de rendir homenaje y reivindicar en el 20 aniversario del fallecimiento de la
mujer que acompañó al poeta durante once años, actividad realizada y presentada
en la Alianza Francesa de Miraflores, el 4 diciembre del año 2004 y que fuera
ovacionada por el público asistente. Mi congratulación a Amelia Melgar por su forma de
sentir, de pensar, de sufrir y de amar. Por esa actitud para convertir dichas
esencias en verbo, en palabras plenas de sabiduría, ahítas de belleza
decantada. Mi homenaje por haber empapado esos contenidos en alma, en verdad y
en proclama.
Departiendo con Amelia Melgar en Capulí
INVITACIÓN
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EL DÍA Y HORA DEL SÁBADO 8 DE AGOSTO
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