jueves, 6 de agosto de 2020

6 de agosto. Día de la Batalla de Junín. / Sueño y utopía de América.

6 DE AGOSTO, 1824

DÍA DE LA BATALLA DE JUNÍN

 

SUEÑO

Y UTOPÍA

DE AMÉRICA

 

 Danilo Sánchez Lihón




Monumento a la Batalla de Junín

1. Todo

relumbra

 

Junín es haber subido a luchar en la cima del mundo. Más arriba ya solo quedan las estrellas. Un paso más y ya es caer al infinito.

Aquí hemos venido a forjar con nuestro brazo la visión de una patria luminosa como una espada ante el sol. En esta frontera y límite con la quimera, donde el aire nos torna luz primigenia.

Donde todo es translúcido. Donde respiramos metal y el metal es aire transparente. Donde no sabemos si las espadas son las que antes de ser blandidas cuelgan de nuestros cinturones, o si son las ráfagas del viento helado.  Donde no sabemos si son las que lucen desenvainadas y blandidas hacia el cielo azul en nuestras manos, o si espadas son las bocanadas de aire que respiramos.

O si espada es la luz y el aire juntos en nuestros corazones. O si espada es el aire abierto en esta planicie inacabable. O si espada es el reflejo del sol en el agua de la laguna que espejea. O si espada es el viento que bate las espigas de la paja brava de los pajonales.

Aquí el aire que se respira son bocanadas de luceros que parecen iluminar por dentro nuestra sangre, la misma que será ofrendada en aras de nuestros sueños.

 

Lago de Junín



2. Incierto

cada paso

 

Aquí es donde todo se esclarece, donde todo se enciende y alumbra. Donde hasta la muerte es transparente. Y todo misterio deja de serlo aquí, porque se lo ve de una a otra orilla por dentro, en su centro y de uno a otro de sus bordes.

Pero, ¿cómo es que estamos aquí? ¿De qué manera hemos llegado? ¿Hoy día 6 de agosto nos tocará morir? ¿Quién propuso y empezó aquí esta batalla sencillamente delirante?

Ocurrió que al avizorar la polvareda del Ejército del Rey empezamos a trotar en nuestras cabalgaduras a seguirlos. ¡Oh caprichos y hechos alucinantes! Y luego a perseguirlos como impulsados por no dejar que nuestros anhelos se esfumaran ni desvanecieran ni se convirtieran en escarcha como esta que trizamos con las herraduras de nuestras cabalgaduras.

Hacia el costado derecho teniendo el lago de Chincaicocha espejeando como una lámpara de plata encendida en plena luz del día para celebrar algo.

Donde el terreno en cualquier momento se hunde y nuestras cabalgaduras se atollan en la tierra negra. Y donde es incierto cada paso para volver a pisar terreno sólido al siguiente.

Esto lo ha calculado bien Canterac, quien ha pasado momentos antes por estos mismos parajes, quien está jugando al gato y al ratón con millares de hombres y caballos. Y ha considerado providencial la oportunidad de atacarnos con su poderosa escuadra de caballería. 

José de Canterac



3. Los primeros

estertores

 

Y es que él es un sabueso de la guerra que todo lo sopesa al instante y al milímetro. Con él nada queda desprevenido y nada tiene pérdida.

Por eso, es él quien ha empezado sus maniobras. Y sabe a ciencia cierta que hoy va a destrozarnos, hasta el punto de hacernos añicos. Nos ha traído siguiendo un señuelo, a dónde él quiere. En eso es un demonio.

Tan seguro está de su victoria que un cuerpo de artillería que tenía apostado detrás de su caballería al mirarnos despreciativo lo ha despachado para que avance junto al resto de su ejército de a pie, siguiendo su camino, mientras él ha quedado en compás de espera para aniquilarnos.

Canterac está calculando no dejar ni un solo hombre vivo. Para eso ha medido la velocidad de nuestra marcha, el terreno por el cual atravesamos, la distancia en tiempo que media entre su caballería y la nuestra, los minutos en que le tardará llegar con sus primeros lanceros a las primeras filas de nuestra tropa, eso lo sé a ciencia cierta. ¡Que Dios nos salve de sus cuchillos!

Se ha figurado incluso las primeras muecas de triunfo y los primeros estertores de nuestros palafrenes. Y todo se viene cumpliendo, así como él lo ha previsto con espantoso detalle.
 

Batalla de Junín. Oleo de Martín Tovar y Tovar


4. Exquisita

genialidad

 

La caballería nuestra ingresa a una encrucijada por el flanco izquierdo del lago, entre un puñado de rocas escarpadas y el pantano insondable e impávido de la ribera.

Y en el minuto preciso y en el espacio cabal da la consigna exacta, cual es ordenar a sus escuadrones de ir avanzando el de retroceder.

A quienes huían volver grupas sorpresivamente hacia nosotros.

Y así en carrera vertiginosa de sus corceles, con furia y demoledor impacto nos ha asestado un primer golpe feroz y contundente.

Ya Junín a esta hora parece una bella alborada ensangrentada por miles de sables, lanzas, espadas y lancetas.

Nosotros corremos agitados, embriagados por la sangre, el sudor y el jadear de los caballos.

El ataque frontal que Canterac nos ha infligido, antes que nuestros escuadrones pudieran salir de la encrucijada de las rocas y el pantano, es de una exquisita genialidad.


 


Húsares del Perú


5. Los Húsares

del Perú

 

El ataque ha sido sorpresivo y devastador, con un cálculo asombroso entre las distancias, tiempo, terreno del suelo y condiciones de los caballos para llegar en el momento oportuno.

Además, su orden ha sido concluyente:

– ¡Ataque total, a fondo y a muerte!

Y no le han cabido dudas de una victoria plena y absoluta, como en realidad se está produciendo en estos momentos.

Se lucha a 4,100 metros sobre el nivel del mar. Mil jinetes de las fuerzas patriotas están envueltos entre las rocas, el pantano y los aceros afilados de nuestros enemigos.

Son 1,300 jinetes realistas que se baten, ordenados en nueve escuadrones, que hace más de mil años no conocen lo que es una derrota.

Solo dos escuadrones de los nuestros han podido desplegarse. Y los demás se apretujan sin ninguna capacidad de maniobra.

Poco a poco la caballería del Rey de España ha ido ganando la batalla y ya varios escuadrones de los nuestros han iniciado la fuga. 

José Andrés Rázuri


6. Nunca

antes

 

Es en esta circunstancia que ha ocurrido la consulta y luego el ingreso a batalla de los Húsares del Perú.

Y en apenas veinte minutos están revirtiendo la contienda. Necochea estaba herido y hecho prisionero y acaba de ser rescatado. Miller huía y ha vuelto. Y en estos momentos contraataca, encerrando a la caballería enemiga entre dos frentes.

Bolívar no sabemos dónde está, solo se dice que emprendió la fuga, que ha escapado cuando veía todo perdido. También se dice, con aliento entrecortado, que era para apurar a la infantería, y ver si con ella algo aún se puede salvar.

Pero, en estos momentos, más bien se persiguen a las escuadras realistas. Y Canterac deja el campo de batalla, sin creer lo que sus ojos están viendo.

Y es que nunca antes la caballería española había sido abatida de ese modo. Nunca antes había sido tan horrendamente acuchillados y atravesados los jinetes españoles por las lanzas enemigas, aún antes de la Reconquista de España y la expulsión de los moros en la península de donde han venido.


 

Pueblo de Junín y el lago al fondo


7. Las galaxias

asombradas

 

345 cuerpos de jinetes del ejército realista han quedado regados en el campo de batalla, a medio hundir en el lodo frígido de donde resaltan solo sus polainas y galones. 400 caballos ensillados con todos sus aparejos pasan a manos del ejército patriota. 17 jefes y oficiales del Ejército del Rey yacen muertos en la pampa. 80 prisioneros realistas, tiene pasmada la mirada de tanto grito y silencio, de tanto rechinar de dientes, entre jefes y soldados, quienes sin explicarse lo sucedido restañan sus heridas.

No ha habido un solo disparo, ninguna explosión que produjera humo, ninguna detonación ha denigrado ni contaminado la pureza de esta piedra talar, o de este altar de gloria y sacrificio. Una ley sacrosanta ha querido que este sea un rito y una gesta heroica, sin que se dispare una sola bala y sin que se produzca un solo retumbo de un cañón. Ha sido brazo y músculo y sueño puro.

No lo ha mancillado el humo de ninguna detonación ni la pólvora de ninguna cobardía. Todo ha sido zumbido de espadas y arengas. Todo, fuerza del espíritu, del coraje y el aliento de nuestras almas. Ha sido una contienda épica, como nunca viera la historia en un lugar tan alto, en donde las únicas testigos son los cuerpos celestes que rebrillan aquí más espléndidamente que nunca; donde las galaxias asombradas hacen titilar sus luces desde el insondable firmamento. En una altura en que el aire se enrarece; donde la tierra está escarchada y crece aquella paja brava que es el ichu, entre el sueño y la utopía de América.

 

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