LA MUERTE DE LA MADRE
EN CÉSAR VALLEJO
LA
COCINA
A OSCURAS
Cocina de la casa de César Vallejo
1.
Nos
amaron
tanto
César Vallejo fue el último hijo de una familia
numerosa, y por esa razón era el niño engreído, mimado y preferido por los
padres. Era el shulca que en Santiago
de Chuco se le sobreprotege y se le colma de halagos.
Por lo demás, tenía hermanas tan mayores que cada una
de ellas podían ser su madre, las mismas que depositaban en él todo su cariño
maternal en flor. De allí que él dijera:
“Nos amaron tanto que nos hicieron daño”.
He hicieron de él un niño indefenso en lo que es el
orden de las cosas, aunque él tenía fortalezas supremas en otro ámbito cuál es
el fondo del alma, y que lo hacían un ser valeroso y en muchas ocasiones
arriesgado y hasta temerario.
Sin embargo, los amigos que lo trataron y lo
conocieron muy de cerca e internamente, refieren que tenía actitudes de niño
ingenuo y candoroso.
Así, Antenor Orrego refiere incluso que era
atolondrado y pueril a veces. Cuando sintonizaba en esta actitud con algún
compañero del grupo Antenor Orrego tenía que resondrarlos por su actitud
inmadura e irracional.
La madre de César Vallejo
2. Voces
y sombras
En César Vallejo el niño no es un referente, ni
tampoco un símbolo, sino una verdad directa, personal e intrínseca a su ser.
Ciro Alegría también refiere este rasgo de su
personalidad. Y relata algunas anécdotas, de cómo él rebuscaba los bolsillos de
los niños para encontrar dulces y confites que repartía a los demás y que él
saboreaba complacido.
De allí también a que supo ser un gran maestro. Porque
en el fondo sintonizaba con el niño y él lo era esencialmente. Tenía actitudes
de niño y con ellos fue uno más, lleno de curiosidad, asombro y miedos propios
de las personas de esa edad.
Era supersticioso y estremecido con aquellos aspectos
que solo a los niños los hace estremecer, en donde se reproducen voces o
sombras, o estados difíciles de comprender.
Todo esto es mejor así para sentir a profundidad lo que es fundamental sentir. Que es lo que hizo César Vallejo, antes que racionalizar, calcular y ser duro u hosco con la realidad, lo que supo y dejó libre en su ser es saber sentir honda y absolutamente.
César Vallejo regresando a su pueblo
3. Cómo iba yo
a almorzar
Y sentir aquello que es difícil de sentir por ser
simple y sencillo, por estar inmerso en la vida cotidiana a la cual
desestimamos tanto, y a la vida de hogar en donde por ejemplo la cocina es
básica y central, porque allí coincidimos y nos reunimos todos. Y que es el
lugar en donde está la madre. Hablo felizmente, por si acaso, del mundo andino
donde esto se da y es así, por eso es nuestro eje y propósito reivindicar este
lugar.
Sin embargo, ¿quién da importancia a la cocina. Que es
donde se come. Porque en Santiago de Chuco las familias de manera cotidiana
comemos en la cocina. Por eso es importante reivindicar la cocina, la mesa
familiar, la hora del yantar, en que toda la familia se reúne a servirse los
alimentos pero que, en el fondo a comulgar, haciendo una ofrenda a la unidad familiar,
al hecho de estar todos juntos, con salud y con vida y reunidos en la casa. Dice
en el poema XXVIII de Trilce:
He almorzado solo ahora, y no he tenido
madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua,
ni padre que, en el facundo ofertorio
de los choclos, pregunte para su tardanza
de imagen, por los broches mayores del sonido.
Cómo iba yo a almorzar. Cómo me iba a servir
de tales platos distantes esas cosas,
cuando habráse quebrado el propio hogar,
cuando no asoma ni madre a los labios.
Cómo iba yo a almorzar nonada.
La cocina en la casa de César Vallejo
4. Más
del alma
En la cocina se hace el rito de la ablución de los
alimentos, y a través de ellos con la tierra que ha producido los frutos, con
los campos en donde se ha cultivado el trigo, las habas y las alverjas, nos
unimos al valle y al cerro de donde se ha extraído la sal.
Nos vinculamos con el mar de donde se han extraído los
peces que se sirven y que nos marcan un sentido de unión y de comunión con todo
lo creado.
Es la cocina donde se almuerza y se cena, cuando la
vida del hogar es casera, sencilla y aldeana. Aunque, ciertamente, las casas
también tienen otra habitación que es el comedor, más frío y distante; en donde
se come, pero más formalmente. Pero, generalmente es en la cocina, y al lado
del fogón donde lo hacemos mayormente, donde el ambiente es más entrañable, más
del alma y en confidencia.
Por ser así a César Vallejo le afectó mucho el quiebre
del hogar materno, que ocurre para él cuando la madre muere, cuando muere el
padre y los hijos se dispersan. Pero más cuando la vida nos lleva lejos y ya no
tenemos los halagos sencillos de los días pasados en familia. Pero más aún la
vida nos desarraiga del mundo andino, cuando los hechos más sencillos nos
hieren porque nos hacen falta y ya no están definitivamente.
Utensilios en la casa de César Vallejo
el propio hogar
Y no solo porque hay distancia y tierra de por medio,
sino porque todo aquello acabó, se esfumó, ya no existe ni como referente. Y
que más bien desapareció por completo.
Así, por ejemplo, aquella imagen atroz y estremecedora
de la desolación, que es esta, y que lo dice en el mismo poema que hemos
citado, diciendo: “La cocina a oscuras y la miseria de amor”. Expresando,
además:
El yantar de
estas mesas así, en que se prueba
amor ajeno en
vez del propio amor,
torna tierra el
bocado que no brinda la
MADRE
hace golpe la
dura deglución; el dulce,
hiel, aceite
funéreo, el café.
Cuando ya se ha
quebrado el propio hogar,
y el sírvete
materno no sale de la
tumba,
la cocina a oscuras, la miseria de amor.
El poyo en la casa de César Vallejo
6. Es también
la tierra
Estas vivencias las recuerda cuando ella ya está
muerta y él viaja a Santiago de Chuco, su pueblo natal, que logra divisar desde
las alturas, donde es impresionante la emoción que lo embarga al distinguir en
la lejanía el cementerio:
Mi animal resopló de pronto. Cabillo molido vino en
abundancia sobre ligero vientecillo, cegándome casi. Una parva de cebada. Y
después Santiago, en su escabrosa meseta, con sus tejados retintos al sol ya
horizontal. Y todavía, hacia el lado de oriente, sobre la linde de un
promontorio amarillo brasil, se veía el panteón, retallado a esa hora por la
sexta tintura del ocaso, y yo ya no podía más, y atroz congoja arreciome sin
consuelo.
Dentro de esa misma perspectiva, César Vallejo estuvo
hincado, signado a fuego lento y en lo más profundo de su entraña, por el ser
de la madre, que es también su tierra y su pueblo ante el cual él se hinca y
arrodilla.
A tal punto que conmueve el significado profundo que
estas dimensiones tienen en la vida y obra del autor de los Poemas humanos, para quien la madre no
solo es un ser biológico, sino que coherente con su ancestro chuco, la madre es
también la casa, el lar natal, la vida, la naturaleza y el cosmos.
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