sábado, 8 de agosto de 2020

8 de agosto. La muerte de la madre en César Vallejo. / La cocina a oscuras.

 8 DE AGOSTO, 1918

LA MUERTE DE LA MADRE

EN CÉSAR VALLEJO

 

LA

COCINA

A OSCURAS

 Danilo Sánchez Lihón


Cocina de la casa de César Vallejo



1. Nos

amaron tanto

 

César Vallejo fue el último hijo de una familia numerosa, y por esa razón era el niño engreído, mimado y preferido por los padres. Era el shulca que en Santiago de Chuco se le sobreprotege y se le colma de halagos.

Por lo demás, tenía hermanas tan mayores que cada una de ellas podían ser su madre, las mismas que depositaban en él todo su cariño maternal en flor. De allí que él dijera:

“Nos amaron tanto que nos hicieron daño”.

He hicieron de él un niño indefenso en lo que es el orden de las cosas, aunque él tenía fortalezas supremas en otro ámbito cuál es el fondo del alma, y que lo hacían un ser valeroso y en muchas ocasiones arriesgado y hasta temerario.

Sin embargo, los amigos que lo trataron y lo conocieron muy de cerca e internamente, refieren que tenía actitudes de niño ingenuo y candoroso.

Así, Antenor Orrego refiere incluso que era atolondrado y pueril a veces. Cuando sintonizaba en esta actitud con algún compañero del grupo Antenor Orrego tenía que resondrarlos por su actitud inmadura e irracional.


 

La madre de César Vallejo



2. Voces

y sombras

 

En César Vallejo el niño no es un referente, ni tampoco un símbolo, sino una verdad directa, personal e intrínseca a su ser.

Ciro Alegría también refiere este rasgo de su personalidad. Y relata algunas anécdotas, de cómo él rebuscaba los bolsillos de los niños para encontrar dulces y confites que repartía a los demás y que él saboreaba complacido.

De allí también a que supo ser un gran maestro. Porque en el fondo sintonizaba con el niño y él lo era esencialmente. Tenía actitudes de niño y con ellos fue uno más, lleno de curiosidad, asombro y miedos propios de las personas de esa edad.

Era supersticioso y estremecido con aquellos aspectos que solo a los niños los hace estremecer, en donde se reproducen voces o sombras, o estados difíciles de comprender.

Todo esto es mejor así para sentir a profundidad lo que es fundamental sentir. Que es lo que hizo César Vallejo, antes que racionalizar, calcular y ser duro u hosco con la realidad, lo que supo y dejó libre en su ser es saber sentir honda y absolutamente.

 

César Vallejo regresando a su pueblo



3. Cómo iba yo

a almorzar

 

Y sentir aquello que es difícil de sentir por ser simple y sencillo, por estar inmerso en la vida cotidiana a la cual desestimamos tanto, y a la vida de hogar en donde por ejemplo la cocina es básica y central, porque allí coincidimos y nos reunimos todos. Y que es el lugar en donde está la madre. Hablo felizmente, por si acaso, del mundo andino donde esto se da y es así, por eso es nuestro eje y propósito reivindicar este lugar.

Sin embargo, ¿quién da importancia a la cocina. Que es donde se come. Porque en Santiago de Chuco las familias de manera cotidiana comemos en la cocina. Por eso es importante reivindicar la cocina, la mesa familiar, la hora del yantar, en que toda la familia se reúne a servirse los alimentos pero que, en el fondo a comulgar, haciendo una ofrenda a la unidad familiar, al hecho de estar todos juntos, con salud y con vida y reunidos en la casa. Dice en el poema XXVIII de Trilce:

He almorzado solo ahora, y no he tenido

madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua,

ni padre que, en el facundo ofertorio

de los choclos, pregunte para su tardanza

de imagen, por los broches mayores del sonido.

Cómo iba yo a almorzar. Cómo me iba a servir

de tales platos distantes esas cosas,

cuando habráse quebrado el propio hogar,

cuando no asoma ni madre a los labios.

Cómo iba yo a almorzar nonada.

 


La cocina en la casa de César Vallejo


4. Más

del alma

 

En la cocina se hace el rito de la ablución de los alimentos, y a través de ellos con la tierra que ha producido los frutos, con los campos en donde se ha cultivado el trigo, las habas y las alverjas, nos unimos al valle y al cerro de donde se ha extraído la sal.

Nos vinculamos con el mar de donde se han extraído los peces que se sirven y que nos marcan un sentido de unión y de comunión con todo lo creado.

Es la cocina donde se almuerza y se cena, cuando la vida del hogar es casera, sencilla y aldeana. Aunque, ciertamente, las casas también tienen otra habitación que es el comedor, más frío y distante; en donde se come, pero más formalmente. Pero, generalmente es en la cocina, y al lado del fogón donde lo hacemos mayormente, donde el ambiente es más entrañable, más del alma y en confidencia.

Por ser así a César Vallejo le afectó mucho el quiebre del hogar materno, que ocurre para él cuando la madre muere, cuando muere el padre y los hijos se dispersan. Pero más cuando la vida nos lleva lejos y ya no tenemos los halagos sencillos de los días pasados en familia. Pero más aún la vida nos desarraiga del mundo andino, cuando los hechos más sencillos nos hieren porque nos hacen falta y ya no están definitivamente.

 

Utensilios en la casa de César Vallejo



5. Quebrado

el propio hogar

 

Y no solo porque hay distancia y tierra de por medio, sino porque todo aquello acabó, se esfumó, ya no existe ni como referente. Y que más bien desapareció por completo.

Así, por ejemplo, aquella imagen atroz y estremecedora de la desolación, que es esta, y que lo dice en el mismo poema que hemos citado, diciendo: “La cocina a oscuras y la miseria de amor”. Expresando, además:

El yantar de estas mesas así, en que se prueba

amor ajeno en vez del propio amor,

torna tierra el bocado que no brinda la

                                MADRE

hace golpe la dura deglución; el dulce,

hiel, aceite funéreo, el café.

Cuando ya se ha quebrado el propio hogar,

y el sírvete materno no sale de la

tumba,

la cocina a oscuras, la miseria de amor.

 

El poyo en la casa de César Vallejo


6. Es también

la tierra

 

Estas vivencias las recuerda cuando ella ya está muerta y él viaja a Santiago de Chuco, su pueblo natal, que logra divisar desde las alturas, donde es impresionante la emoción que lo embarga al distinguir en la lejanía el cementerio:

Mi animal resopló de pronto. Cabillo molido vino en abundancia sobre ligero vientecillo, cegándome casi. Una parva de cebada. Y después Santiago, en su escabrosa meseta, con sus tejados retintos al sol ya horizontal. Y todavía, hacia el lado de oriente, sobre la linde de un promontorio amarillo brasil, se veía el panteón, retallado a esa hora por la sexta tintura del ocaso, y yo ya no podía más, y atroz congoja arreciome sin consuelo.

Dentro de esa misma perspectiva, César Vallejo estuvo hincado, signado a fuego lento y en lo más profundo de su entraña, por el ser de la madre, que es también su tierra y su pueblo ante el cual él se hinca y arrodilla.

A tal punto que conmueve el significado profundo que estas dimensiones tienen en la vida y obra del autor de los Poemas humanos, para quien la madre no solo es un ser biológico, sino que coherente con su ancestro chuco, la madre es también la casa, el lar natal, la vida, la naturaleza y el cosmos.

 

Fotos 1, 4, 5 y 6

Jaime Sánchez Lihón


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