– ¡Gracias, doctor! ¡Muchas gracias! –Le dice el padre
de Javier.
– Gracias, doctor. –Repite Javier, de quien es la
vicuña que el veterinario ha sanado, y que es su mascota.
– No hay de qué. Siempre estaré para ayudarlos. Para
eso estamos aquí.
– Y, doctor, ¿dónde aprendió a curar y revivir a los
animalitos que están casi muertos? –Le pregunta, lleno de admiración el niño al
hombre vestido de blanco.
– Ah. ¡En las escuelas!, primero aprendiendo a leer y a
escribir.
– ¿En la Escuela Primaria?
– Después escuchando y aprendiendo de los profesores
en las aulas y estudiando en los libros.
– ¿Leyendo?
– Sí. Y trabajando y adquiriendo mucha experiencia. –Le contesta pacientemente el doctor.
2. En lo más alto
de la colina
Por eso, ahora Javier cada mañana corre por el sendero
de lajas camino a la escuela. Y regresa a su casa cantando y celebrando todo lo
que ese día ha aprendido.
Y lee en su casa en donde tiene un estante lleno de
libros que cada vez va llenando con uno más. Y hasta en el campo no encuentra
mejor distracción que leer bajo la sombra de los árboles, o a la orilla de las
acequias por donde se desliza el agua transparente y rumorosa.
Ahora ya cursa Segundo Año en el colegio secundario y
hoy le tocó hacer el camino de regreso junto a su primo Iván y a su prima
Olindacha.
Ya al atardecer, de pie en lo
más alto de la colina, antes de echarse a correr para llegar a sus casas
esparcidas en el valle, con el humo azul saliendo de entre las tejas rojas, se
preguntan a su turno los tres jovencitos:
– Y tú, Javier, ¿qué vas a estudiar al terminar el
colegio?
3. Sobre el verde
de los campos
– ¿Yo? Medicina Veterinaria. Desde niño lo he pensado.
Quiero poblar estos campos de vicuñas, alpacas y guanacos. ¡De majadas de
ovejas, llamas y vacas, que se extiendan por la planicie! Quiero hacerles sus
rediles, sus estanques, sus bañaderos. Y enseñar a la gente a cómo criarlos.
– ¿Sí? ¡Qué bonito! ¡Se lo siente genial y estupendo!
– Quiero que sobre el verde luzca el blanco o el marrón
vivos de las majadas, y el vellón de los rebaños sobre el ocre de los campos. Y
entonces así nuestra gente sea feliz; que los niños, madres y padres, que las
abuelas y abuelos, que todas las familias sean prósperas y haya paz y bienestar
entre todos nuestros seres queridos.
– Formidable. Y tú Iván, ¿qué carrera seguirás?
– Yo estudiaré ingeniería eléctrica, para dotar de luz
a todos estos pueblos, caseríos y anexos, y a toda vivienda que hay extendida
por el campo, donde viven personas que tienen sus casas y ahora se sienten
oprimidos por la oscuridad. Imaginen que de aquí a unos poquitos años todo por
las noches esté iluminado.
– ¡Genial! ¡Te tomamos la palabra, Iván!
4. ¿Qué serás
entonces?
– Ya verán. Quiero que aquí por las noches todo sea
abrigado y brillante. Que aquellos pueblos de enfrente y estas casas cercanas
tengan todas las comodidades que da la electricidad. Que en el invierno haya calor
y claridad por las noches.
– Lindo, ¿no?
– Entonces no habrá casa de esta comarca en donde no
se encienda la luz artificial. Así, todos podrán estudiar. El exterior de las
casas lucirá animado porque hay luz, y se crearán pequeños vecindarios en donde
habrá tiendas, farmacias y otros servicios. Y todos viviremos felices poblando
las llanuras, las quebradas, las faldas de los cerros, sin tener que emigrar ni
dejar jamás a los pueblos donde hemos nacido.
– Y ahora tú, Olindacha, ¿qué serás pronto? ¡Porque tú
sí vas a ser una luminaria!
– ¡Sí, dinos Olinda!, ¿qué serás? Tú eres ahora la
niña maravilla, la más estudiosa, la más inteligente, con notas de excelencia y
la mejor entre todos. ¿Qué estudiarás entonces?
5. Alegría
sana
– Sí. Eres la niña a quien todos los profesores
admiran. Seguro serás médico, abogado, economista, empresaria. ¡Dinos!, ¿qué
serás?
– ¿Yo? Lo tengo decidido, maestra de escuela. ¡Eso lo
tengo bien claro!
– ¿Qué?
– ¿Maestra? ¿Qué has dicho? Tú, ¿maestra?
– ¡Sí! ¡Claro! ¡Maestra! Porque: ¿de qué vale tanta
riqueza de ganado, de granjas, de agricultura, que crearás Javier? ¿Y de qué vale
tanta modernidad que crearás Iván?, si somos brutos y salvajes en lo esencial.
¿De qué vale la producción minera, pesquera, artesanal, si no hay valores,
principios ni virtudes?
– Sí, claro.
– De qué vale tanta electricidad, si no orientamos
nuestra vida por el bien, ¿la verdad y la belleza? ¿De qué vale tanto dinero
sino somos solidarios, fraternos, personas que se conduelen de los demás? ¡No
valdría de nada!
– Está clarísimo. Ya ves, en todo eres maravilla
Olindacha.
– ¿De qué vale nada si no cultivamos lo que es ser
verdaderos seres humanos?
6. Gentil
y bello
– ¡Sí, pues, tienes toda la razón del mundo, Olinda!
– Sin maestros que enseñen a los niños a adoptar la
lectura como una práctica permanente para sus vidas, ¿qué sentido tiene? Si no
hay identificación con nuestro pueblo, ¿de qué vale todo?
– ¡Por supuesto!
– Por eso, yo seré maestra para integrar la escuela
con la comunidad. Y la comunidad al país, enseñando a los niños a arborizar los
campos ahora sin bosques. ¡Miren cuántos sitios vacíos! Y a limpiar los caminos
ahora llenos de piedras. Y a reconocer lo que somos y valemos.
– Y en verdad esa es la verdadera labor de un maestro,
crear conciencia.
– Para que todo sea límpido y sincero. Y eso atraiga
el turismo, haciendo que nuestras fiestas sean de alegría sana.
– Que nuestra música, danzas y lo que cocinan nuestras
madres se aprecie. Que nuestro pueblo sea amable, gentil y hospitalario.
7. Esa
es la idea
– Educando en lo mínimo pero importante. Que tengamos
servicios higiénicos dignos y sepamos usarlos.
– Que se aprecien los tejados, los balcones, los
huertos. Que seamos atentos, laboriosos y honrados.
– Sí, eso haré. Y pasaré diciendo: José: ¡pintemos
nuestras casas, pongamos lindos nuestros balcones, que luzcan nuestras puertas!
María: pongamos maceteros en estas ventanas. ¡Limpiemos las acequias y
albañales!
– ¡Olinda! ¡Olinda de nuestro corazón. Que nunca
falles. ¡Incluso para que haya veterinarios e ingenieros eléctricos tu labor es
la más importante!
– ¡Eso es, Olindacha! ¡Bravo! ¡Solo con la pena que ya
no podré matricularme en tu escuela!
– Para eso Javier tendrías que volver a ser niño. O
¿tú que dices Olindacha?
– Que Javier ya no podrá ser mi alumno, pero sí niño.
Porque de lo que se trata es de nunca perder el ser niños. Ese es el verdadero don
e ideal de una sociedad que anhela lo mejor para sí misma, cuál es: tener las
virtudes que tienen los niños.
Fotos 1, 3, 4, 6 y 7
Jaime Sánchez Lihón
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
danilosanchezlihon@gmail.com
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es
DIRECCIÓN EN FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:
393-5196 / 99773-9575
le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.
No hay comentarios:
Publicar un comentario