sábado, 17 de octubre de 2020

17 de octubre. Día de la Erradicación de la pobreza. / Desde la cumbre.

 
17 DE OCTUBRE 
DÍA DE LA ERRADICACIÓN DE LA POBREZA 

DESDE 
LA
CUMBRE 

Danilo Sánchez Lihón 





…por rúas y por cercas, 
niño aldeano; 
César Vallejo 


1. Por 
eso 

 

– ¡Gracias, doctor! ¡Muchas gracias! –Le dice el padre de Javier.

– Gracias, doctor. –Repite Javier, de quien es la vicuña que el veterinario ha sanado, y que es su mascota.

– No hay de qué. Siempre estaré para ayudarlos. Para eso estamos aquí.

– Y, doctor, ¿dónde aprendió a curar y revivir a los animalitos que están casi muertos? –Le pregunta, lleno de admiración el niño al hombre vestido de blanco.

– Ah. ¡En las escuelas!, primero aprendiendo a leer y a escribir.

– ¿En la Escuela Primaria?

– Después escuchando y aprendiendo de los profesores en las aulas y estudiando en los libros.

– ¿Leyendo?

– Sí. Y trabajando y adquiriendo mucha experiencia. –Le contesta pacientemente el doctor.



2. En lo más alto

de la colina

 

Por eso, ahora Javier cada mañana corre por el sendero de lajas camino a la escuela. Y regresa a su casa cantando y celebrando todo lo que ese día ha aprendido.

Y lee en su casa en donde tiene un estante lleno de libros que cada vez va llenando con uno más. Y hasta en el campo no encuentra mejor distracción que leer bajo la sombra de los árboles, o a la orilla de las acequias por donde se desliza el agua transparente y rumorosa.

Ahora ya cursa Segundo Año en el colegio secundario y hoy le tocó hacer el camino de regreso junto a su primo Iván y a su prima Olindacha.

Ya al atardecer, de pie en lo más alto de la colina, antes de echarse a correr para llegar a sus casas esparcidas en el valle, con el humo azul saliendo de entre las tejas rojas, se preguntan a su turno los tres jovencitos:

– Y tú, Javier, ¿qué vas a estudiar al terminar el colegio?

 


3. Sobre el verde

de los campos

 

– ¿Yo? Medicina Veterinaria. Desde niño lo he pensado. Quiero poblar estos campos de vicuñas, alpacas y guanacos. ¡De majadas de ovejas, llamas y vacas, que se extiendan por la planicie! Quiero hacerles sus rediles, sus estanques, sus bañaderos. Y enseñar a la gente a cómo criarlos.

– ¿Sí? ¡Qué bonito! ¡Se lo siente genial y estupendo!

– Quiero que sobre el verde luzca el blanco o el marrón vivos de las majadas, y el vellón de los rebaños sobre el ocre de los campos. Y entonces así nuestra gente sea feliz; que los niños, madres y padres, que las abuelas y abuelos, que todas las familias sean prósperas y haya paz y bienestar entre todos nuestros seres queridos.

– Formidable. Y tú Iván, ¿qué carrera seguirás?

– Yo estudiaré ingeniería eléctrica, para dotar de luz a todos estos pueblos, caseríos y anexos, y a toda vivienda que hay extendida por el campo, donde viven personas que tienen sus casas y ahora se sienten oprimidos por la oscuridad. Imaginen que de aquí a unos poquitos años todo por las noches esté iluminado.

– ¡Genial! ¡Te tomamos la palabra, Iván!

 


4. ¿Qué serás

entonces?

 

– Ya verán. Quiero que aquí por las noches todo sea abrigado y brillante. Que aquellos pueblos de enfrente y estas casas cercanas tengan todas las comodidades que da la electricidad. Que en el invierno haya calor y claridad por las noches.

– Lindo, ¿no?

– Entonces no habrá casa de esta comarca en donde no se encienda la luz artificial. Así, todos podrán estudiar. El exterior de las casas lucirá animado porque hay luz, y se crearán pequeños vecindarios en donde habrá tiendas, farmacias y otros servicios. Y todos viviremos felices poblando las llanuras, las quebradas, las faldas de los cerros, sin tener que emigrar ni dejar jamás a los pueblos donde hemos nacido.

– Y ahora tú, Olindacha, ¿qué serás pronto? ¡Porque tú sí vas a ser una luminaria!

– ¡Sí, dinos Olinda!, ¿qué serás? Tú eres ahora la niña maravilla, la más estudiosa, la más inteligente, con notas de excelencia y la mejor entre todos. ¿Qué estudiarás entonces?

 


5. Alegría

sana

 

– Sí. Eres la niña a quien todos los profesores admiran. Seguro serás médico, abogado, economista, empresaria. ¡Dinos!, ¿qué serás?

– ¿Yo? Lo tengo decidido, maestra de escuela. ¡Eso lo tengo bien claro!

– ¿Qué?

– ¿Maestra? ¿Qué has dicho? Tú, ¿maestra?

– ¡Sí! ¡Claro! ¡Maestra! Porque: ¿de qué vale tanta riqueza de ganado, de granjas, de agricultura, que crearás Javier? ¿Y de qué vale tanta modernidad que crearás Iván?, si somos brutos y salvajes en lo esencial. ¿De qué vale la producción minera, pesquera, artesanal, si no hay valores, principios ni virtudes?

– Sí, claro.

– De qué vale tanta electricidad, si no orientamos nuestra vida por el bien, ¿la verdad y la belleza? ¿De qué vale tanto dinero sino somos solidarios, fraternos, personas que se conduelen de los demás? ¡No valdría de nada!

– Está clarísimo. Ya ves, en todo eres maravilla Olindacha.

– ¿De qué vale nada si no cultivamos lo que es ser verdaderos seres humanos?

 


6. Gentil

y bello

 

– ¡Sí, pues, tienes toda la razón del mundo, Olinda!

– Sin maestros que enseñen a los niños a adoptar la lectura como una práctica permanente para sus vidas, ¿qué sentido tiene? Si no hay identificación con nuestro pueblo, ¿de qué vale todo?

– ¡Por supuesto!

– Por eso, yo seré maestra para integrar la escuela con la comunidad. Y la comunidad al país, enseñando a los niños a arborizar los campos ahora sin bosques. ¡Miren cuántos sitios vacíos! Y a limpiar los caminos ahora llenos de piedras. Y a reconocer lo que somos y valemos.

– Y en verdad esa es la verdadera labor de un maestro, crear conciencia.

– Para que todo sea límpido y sincero. Y eso atraiga el turismo, haciendo que nuestras fiestas sean de alegría sana.

– Que nuestra música, danzas y lo que cocinan nuestras madres se aprecie. Que nuestro pueblo sea amable, gentil y hospitalario.

 


7. Esa

es la idea

 

– Educando en lo mínimo pero importante. Que tengamos servicios higiénicos dignos y sepamos usarlos.

– Que se aprecien los tejados, los balcones, los huertos. Que seamos atentos, laboriosos y honrados.

– Sí, eso haré. Y pasaré diciendo: José: ¡pintemos nuestras casas, pongamos lindos nuestros balcones, que luzcan nuestras puertas! María: pongamos maceteros en estas ventanas. ¡Limpiemos las acequias y albañales!

– ¡Olinda! ¡Olinda de nuestro corazón. Que nunca falles. ¡Incluso para que haya veterinarios e ingenieros eléctricos tu labor es la más importante!

– ¡Eso es, Olindacha! ¡Bravo! ¡Solo con la pena que ya no podré matricularme en tu escuela!

– Para eso Javier tendrías que volver a ser niño. O ¿tú que dices Olindacha?

– Que Javier ya no podrá ser mi alumno, pero sí niño. Porque de lo que se trata es de nunca perder el ser niños. Ese es el verdadero don e ideal de una sociedad que anhela lo mejor para sí misma, cuál es: tener las virtudes que tienen los niños.

 

Fotos 1, 3, 4, 6 y 7

Jaime Sánchez Lihón


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