jueves, 29 de octubre de 2020

30 de octubre. Fervor por el Señor de los Milagros. / Devoción de todo un pueblo.


30 DE OCTUBRE 
FERVOR POR EL SEÑOR DE LOS MILAGROS 

DEVOCIÓN 
DE TODO 
UN PUEBLO 

Danilo Sánchez Lihón 





“Miente 
quien no tiene fe”. 
José Carlos Mariátegui

 

1.

 

En el barrio de Pachacamilla, allá por el año 1651, un esclavo negro cuyo nombre se ha perdido en la leyenda, pintó en un descuidado y húmedo muro de pared pobre y vieja la imagen de un Cristo moreno.

Lima, por entonces, fue azotada repetidamente por fuerte temblores que destruyeron casi toda la ciudad, pero aquella pared que llevaba la imagen sagrada se mantuvo milagrosamente en pie.

Este hecho despertó el profundo fervor religioso de nuestro pueblo hacia la imagen morena del Cristo de Pachacamilla, como se lo llamó desde entonces. Más tarde, el piadoso Sebastián Antuñano encargó hacer una copia en lienzo de aquella imagen, rodeándola de plata ligera.

Y, así, el 29 de octubre de 1687, fue llevada en procesión a recorrer las calles de la ¡Lima colonial! Iba cargada en andas por cuadrillas de dos docenas de esclavos, que posteriormente formarían la Hermandad del Señor de los Milagros.

 


2.

 

Desde aquella lejana fecha, en octubre de cada año entre cantos, cirios, aroma de sahumerio, turrón y anticuchos y bajo una lluvia de pétalos la imagen del Cristo moreno recibe a su paso por calles, avenidas y plazas, el devoto homenaje de todo el pueblo peruano.

Es ésta la procesión más grande del planeta Tierra, pues logra reunir a todo un mar humano que, con profundo fervor religioso y hermanado en su fe, acompaña la sagrada imagen en su largo y pausado recorrido procesional hasta su retorno al punto de partida que es el Templo de las Nazarenas.

El anda que hoy en día pesa casi tres toneladas, es llevada en hombros de los miembros de la Hermandad que se turnan durante todo el recorrido.

Octubre, para el Perú, es pues el mes del Señor de los Milagros y el mes morado, por el hábito que visten sus fíeles.

Es, sin lugar a dudas, la más popular de las fiestas del calendario católico peruano y probablemente del mundo.

 


3.

 

Somos un pueblo creyente y es esta una grande e inmensa virtud, y una extraordinaria capacidad, Somos un pueblo con fe, con ilusión y con capacidad de confiar, de creer, de adorar; y eso es sinceramente bueno y valioso.

Para tener fe hay que ser humildes, porque casi siempre es el orgullo y la mezquindad quienes se interponen en que lleguemos a la fuente primigenia de la fe.

Y no solo se equivoca, sino que miente; y lo peor es que en esto se miente a sí mismo, quien no tiene fe, porque la fe, como todas aquellas cosas que no se ven son las que más se sienten e influyen en nuestra vida cuando tenemos el alma límpida.

Infeliz es quien no cree en nada, porque no se puede vivir sin creer en algo trascendente, Y quien se ha negado para eso se ha negado para entender y comprender la esencia de la vida.

Tener fe significa además de alzar la verdad con nuestras manos, nuestro corazón y nuestras alas, y elevarnos con ella hacia esa dimensión que es el signo más cabal de la vida y el universo cual es el misterio y la trascendencia

 

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