1.
Pocos
son los puros de corazón, y tú
Miguel
lo eras. Como a pocos les dura
tanto el fervor
y arraiga tan hondo la fe, como
sucede
contigo. Tan inagotable en ti es
esa fuente
de amar, que ya para siempre
nos colma
ya sin sed, nos nutre, fortalece
y sustenta.
2.
Porque
todo estuvo ya tan cerca de ti,
de tus manos,
y se esfumó. Incluso la dicha.
Por eso
al morir no pudieron cerrarse
tus ojos que eran
azules, más redondos y claros
que nunca. Y
te fuiste con los ojos abiertos e
e inocentes. ¡Más
absortos aún que en esta vida!
Y quedaron así
abiertos para mirarle de frente
a la muerte.
Miguel Hernández
3.
En un alto
del combate viajaste a casarte
en Orihuela, con una
mujer luna, luz y altar celeste,
en el más hondo e
inhiesto acantilado del planeta
¿Y cómo serán
los crepúsculos de los caminos
cuando se tienen
los ojos de esa mujer clavados
en el alma? Como
ella los tenía, fijos en tu rostro,
y en tu gesta.
4.
Y también
pregunto: ¿cómo es que nace
y crece la poesía?
En lo más inesperado de una
montaña,
en un paraje hostil y agreste,
compartiendo
abrojos con el hato de cabras.
Con la luna y
el relente. ¡Con brillo tan claro
y corazón tan
inmenso como el tuyo! Y tanto
que estremece.
Miguel Hernández
5.
Miguel,
¡qué coraje tuviste para asumir
una causa!
¡Y liberarnos de tantos oprobios!
Esa pasión, y
fulgor en la frente, de renuncias
tan totales,
más allá de la vida y la muerte,
hasta
hacerte leyenda, tenaz de valor
para siempre,
y sobre la faz de esta tierra que
hoy te recuerda.
6.
Te escribo
desde Santiago de Chuco, tierra
de Vallejo,
tu férvido camarada, quien desde
su trinchera
te saluda, soldado de la dignidad
y el latido,
del borbotón de sangre crispada e
irremplazable.
Del fuego encendido e inapagable
del alma. Y
del corazón echado a andar de pie
por los caminos
Miguel Hernández y su esposa Josefina Manresa
7.
Ambos, los dos
con hombría obstinada en amar
inclusive
a traición a su propio enemigo. Y
a su prójimo.
De consagrarse en quererlo pese
a tantos reveses.
Y defenderlo, pase lo que pase.
¡Con recóndito
coraje para querer a España! tal
y cómo se ama a
un hijo, a un padre o a una dulce
madre.
8.
Miguel,
la vida fue despiadada contigo,
por la tenacidad
que pusiste en luchar. Y te privó
de lo más mínimo,
padeciendo prisión tras prisión.
para morir a
los 31 años ahogado en sangre.
Pero el existir
te dio a Josefina y con ella todos
los dones, y
todas las gracias y bendiciones
del universo.
Miguel Hernández y su esposa Josefina Manresa
9.
Con una mujer así,
que reúne amor y valor, como fue
ella, ya todo
está compensado; quien se unió
a ti sabiendo
que todo sería martirio. Por eso el
vuestro
es amor legendario y sublime, más
allá y más
acá de todo lo concebible, por tener
que extrañarse.
Y antes que verse, por anhelarse
eternamente.
10.
Deja
que te salude y admire entonces,
poeta y soldado,
también por la mujer que tuviste,
capaz
de cariños, lealtades y sacrificios
sublimes,
en quien no hizo mella las cárceles
que padeciste,
ni la pobreza extrema, ni los fusiles
apuntándole
la cara. Años en que te mantuviste
firme e incólume.
Miguel Hernández, su esposa Josefina Manresa y su hijo
11.
Un hombre
que es capaz de tener una mujer
de ese temple,
cristalina como una fuente y dulce
como un patio,
está justificado anta la historia. Ya
está –afirmo–
salvado para siempre, así sea que
lo maten, que lo
desaparezcan ¡o caiga fulminado!
Porque eso
al final de cuentas es lo que vale,
camarada.
12.
Contigo
España para nosotros dejó de ser
la déspota
para ser un pueblo que sufre y ama
como el mío
y el de todos; y que nos duele tanto
en el alma.
Siendo tu canto nuestro canto, y tu
lucha nuestra
causa aún irredenta, aquí y ahora,
¡Salud
hermano y camarada! Y, ¡militante
entrañable!
Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
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