sábado, 31 de octubre de 2020

31 de octubre. Día de la Canción Criolla. / Los ensayos de la orquesta


31 DE OCTUBRE 
DÍA DE LA CANCIÓN CRIOLLA 

LOS ENSAYOS 
DE LA 
ORQUESTA 

Danilo Sánchez Lihón 


Parte de la orquesta en una actuación cívica


1. Una multitud 
extasiada 

Los ensayos de la orquesta de mi padre en la sala de nuestra casa también significan, para quienes aún somos niños corretear libres con primos y primas por los patios, los corredores, las escaleras y hasta los cuartos altos, incluyendo los terrados de la casa jugando a las escondidas.

O bien, llegar hasta la calle oscurecida por las sombras de la noche, salvo alumbrados por las antorchas titubeantes de los luceros prendidos en la bóveda sideral. Pero lo más frecuente es estar solo iluminados por nuestras propias voces en nuestros juegos, escuchando a la distancia los acordes de la orquesta que impregnan el alma con sus trinos.

Porque mientras la orquesta ensaya, y está nuestra familia reunida compuesta esta vez más de tías como de primos y primas, jugamos entre quienes somos chiquillos a las escondidas, a la pega-pega, al gran bonetón, al diablo de la bola de oro; mucho más si en el patio y en los corredores alumbra la luna llena.

Y lo hacemos porque todas nuestras madres se han reunido en el cuartito contiguo a la sala donde ensaya la orquesta de mi padre, degustando tanto de la música como de tazas de café con biscochos y tajadas, mientras en la puerta y hasta mitad de la calle una multitud extasiada escucha y contempla arrobada, horas de horas, el ensayo.

 

Mi padre


2. Insondable

inmensidad

 

Pero a ratos tomamos asiento en el escalón que sube al segundo piso porque sillas ya no hay, o bien porque la música fascina más que los juegos, dejarnos empapar y hasta dejarnos arrastrar por ella, como cuando dice:

No sé qué encanto posee

la tierra mía,

será tal vez el embrujo

de sus mujeres.

O acaso las dulces notas

de sus canciones,

que toda América

canta con alegría.

De mi guitarra brotan

notas que cantan,

penas que muchas veces

nos da el amor.

Son como golondrinas

que al aire vuelan,

huyendo despavoridas

del cruel dolor.

Donde los perfiles, las miradas transparentes, los sombreros estrujados en las manos de la gente apostada en la puerta y hasta mitad de la calle, se quedan igualmente sumergidas y llevadas por una corriente ineluctable, mirándose después de cada estrofa de la canción.

Allí están esos rostros ilusos, perdidos y dejándose arrastrar por la avalancha de esta existencia. Y esa capacidad para escuchar horas tras horas. Todos sumidos en un silencio en que naufragan o se salvan nuestras pobres vidas.

 

Parte de la orquesta en un agasajo


3. Llega

desde lejos

 

Y después, en silencio y con los rostros absortos se sumergen en sus propias añoranzas, mientras la orquesta interpreta:

Lejano estoy de un gran amor

del cual fui dueño,

lejano estoy ¡oh corazón!

por qué te apenas.

Lejano estoy, pero de lejos

te querré

a cada paso te veré

como la luz de mi existir.

He de volver

a esos lares tan queridos

donde mi amor puro y santo

te ofrecí.

Lejano amor

tú eres mi bien, mi adoración...

Ahora miro no solo los rostros de la gente sino donde la música se impregna, como son las paredes de adobe, la madera añosa de los muebles, las vigas retorcidas del techo, la mesa servida de café y las tajadas que también se exponen a ser cargadas por este río. Miro hacia adentro, y siento que se incrusta también en los aleros, en los pedruscos del patio, en la madera vieja de los pilares de la casa, que se funde al pozo de agua y a la acequia por donde el agua pasa.

 

Mi padre


4. Milagros

del alma

 

Pero, ¿por qué –digo yo– encandila tanto? ¿Cuál es el encanto de esta orquesta para que una multitud se detenga horas de horas en la puerta y colme hasta la mitad de la calle? ¿Y permanezca entre tanto frío de la noche, relente y de la helada, además que detenidos de a pie sin sentarse, y sin que el cansancio los desmaye?

Sinceramente, creo yo que es debido a que se trata de una orquesta de cuerdas, y las cuerdas saben llorar como exaltarse, esto es: las mandolinas, las guitarras, el violín que toca mi padre, y las voces de los que cantan que se elevan llevándonos a nosotros halados por los aires en esas alas que no vemos pero que sí sentimos que nos llevan. Porque la cuerda es dulce, evocadora y amorosa. Porque la cuerda es tierna, quejumbrosa y lírica. Que se vincula a la abeja, a la flor y a su miel exquisita.

Es el mismo zumbido y la misma tonada. Y gracias a la abeja y la flor se extrae el néctar; el polen fecunda la flor, y de ella nace el fruto: el capulí, la naranja, la pera. Como se debe también a que la mandolina, la guitarra y el violín son instrumentos amables, gentiles y nostálgicos.

Cuyas notas nacen humildemente en una caja liviana, con una boca muy abierta, unida a un diapasón de donde emergen y salen, vuelan por el aire, como abejorros, mariposas, aves o seres alados las evocaciones, que son hadas, portentos y milagros del alma. Porque, si no, ¿qué otra explicación darle?

 

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