lunes, 30 de noviembre de 2020

28 de noviembre. Día de las Personas sin Hogar. / La casa añorada e infinita.


28 DE NOVIEMBRE 
DÍA DE LAS PERSONAS SIN HOGAR

LA CASA 
AÑORADA 
E INFINITA 

Danilo Sánchez Lihón 





1. Niña mía 
del alma

 

Para siempre imborrable hasta el día de hoy y hasta el día en que muera, y más allá si es posible todavía, quedan su falda en el batir del viento, su blusa y su trenza suelta sobre sus hombros ingenuos.

Para siempre imborrables su rostro ungido y sagrado como de virgen.

¡Porque no hay nada más hermoso o profundo que la imagen de la mujer en su dimensión mística, transida y sagrada!

Quien ha marcado para mí el mundo andino en que yo naciera. Ha signado mi pueblo, mi calle, mi esquina.

Y cada alero de las casas que son sus alas, como cada teja sus élitros y plumas.

Y su falda de niña y de madre profunda es el cielo que cubre mi aldea. De madre comprometida. De protectora y abrigadora mía, ¡niña mía del alma!

 


2. Herido

por los caminos

 

Yo la vi de niña y me es inconfundible. Quizá yo la he concebido. ¡Y es ella en la dimensión de mi inmenso anhelo y de mi pena!

Ella resume toda utopía y es exacta a lo excelso. Imposible que en esto me confunda o equivoque. ¡Sé lo que es ella! ¡En esencia, en presencia, y en confidencia!

Su boca que nunca he besado ni ha pronunciado mi nombre, y que es mejor que así haya sido para que nada la haya rozado, será lo que yo busque, y ella espere pronunciar cómo me llamo en la eternidad adónde vamos.

Los besos que no nos dimos, es mejor que haya sido así; porque los anhelaré para siempre hasta el infinito por donde yo vaya.

Y el anhelo de volver a verla sea igual al anhelo de volver a mi pueblo nativo no importa hecho astillas y roto a pedazos. Y herido yo por los caminos de regreso por donde pase.

 


3. En lo alto

de las tapias

 

Y es eso exacto decirlo. Solo ella se compara y se parece, como es en verdad, al impulso indetenible que siento de volver a mi candil, a mi teja y a mi velador de infancia.

Seguro ya polvoriento y destartalado en algún rincón de la nada en que se convierte todo, y nos convertimos nosotros.

Como es idéntico el impulso de volver a solo mirarla. Y el solo contemplarla se parece al anhelo de quedarme dormido contemplando los tejados.

Al pie de los cuales ella mora y que es lo único que me queda para salvarme.

Y a reconocerla allí con toda mi ansia, mi desvelo y mi pena. E imaginarme de nuevo, inocente, con todo mi destino por delante.

De allí que sea su rostro el que se posa en lo alto de las tapias y de las torres de los campanarios de todo pueblo andino por donde yo pase.

 


4. Luz

del alba

 

De allí que sea su imagen la que vea más allá y más arriba de las copas de los árboles y de las cumbres de los cerros en lontananza.

La mies que reboza en las parvas es el llanto de alegría con que me espera.

El aire que vibra y se sostiene sobre los abismos es su manera de hacerme sentir que todo de ella es mío y me pertenece.

El vuelo de las aves es su manera de llevarme a donde sea a fin de estar juntos.

El ondular de las espigas del trigo en las colinas en la tenue luz del alba es el vuelo de su pollera.

Y cuando el viento las mueve suavemente siento que sale a mi encuentro y hasta baila conmigo.

 


5. Dulce

y misteriosa

 

Ella es una sombra dolorida en el fondo de mis horas tristes cuando todo me hace falta.

Es el ladearse de la teja en la techumbre; es el regazo de una puerta, se viva o no se viva tras ella. Son las hierbas en lo alto de los muros cuando la tarde está quieta.

Yo la reclamaré a mi Dios cuando muera. A nadie más. Que me la devuelva. Y tengo el argumento de no haber dejado de pensar en ella un solo día. Y eso él lo sabe.

Es la deuda que se tiene conmigo. Y alguien tiene que pagarla.

Es el panal de miel en el árbol cuando a solas lo encontramos. Es la ofrenda que me hace empapándose los dedos, y acercándolos a mi boca para que yo la pruebe.

Dulce y misteriosa como el reventar de los senos de una niña cuando crece y a sí misma se descubre.

 


6. Y,

¿por qué?

 

No me quejo ante Dios, porque todo a él lo sabe, porque además yo le cuento.

¡Y como nunca, en esto soy lo más verdadero!

¡Porque él ha estado ahí viéndolo todo con tus ojos transparentes!

Y donde ella es como un ángel, como una virgen transida.

Y él me ha respondido:

– Si crees en ella, entonces puedes esperar a verla algún día.

– ¿Verdad, Dios?

– Si perseveras. Si la buscas con ahínco y afán sin límites, sí.

– Y, ¿por qué?

– Porque es la mirada la que constituye el encuentro supremo. 



7. Por eso

vuelvo

 

De allí que tenga que pelear el mundo. Pelear la vida. Hasta saber que he vencido.

Es ella es el olor del adobe cuando llueve. El de la soguilla mojada de la escalera cuando queda a la intemperie.

El de la tierra cuando germina.

Es la curvatura de los techos cuando han envejecido. El ángulo debajo de la cumbrera donde se guardan los granos de las cosechas.

Y los vestigios que quedan de todo lo que fuimos, de lo vivido y no vivido.

Es el rellano de la escalera cuando nos detenemos a mirar las colinas y las cumbres de los cerros lejanos cuando lloramos.

Por eso vuelvo a mi tierra cada tarde cuando el sol declina.

 



Fotos 1, 3, 4, 5, 6, 7 y 8
Jaime Sánchez Lihón

Foto 2
Daniel Egúsquiza Sánchez

 

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