Hoy 14 de diciembre es día vibrante
en el Eje del Polo Sur, en memoria a que en una fecha como hoy el impertérrito Roald
Amundsen, explorador noruego quien naciera en el año 1872 y desapareciera en la
nieve en una misión de rescate en junio del año 1928, sin haber sido encontrado
nunca su cuerpo, fuera el primero que llegara al eje mismo del Polo Sur.
Hoy es un día de inmenso
significado y una fecha de gloria, pues se coronaba el intento humano de llegar
al punto más extremo de la faz de la tierra, como es el Eje del Polo Sur, hito inasequible por la distancia que media desde el
litoral hasta donde podía llegar una nave y desembarcar una expedición.
Donde a partir de este punto las
montañas son empinadas, pero sobre todo donde el frío es atroz que alcanza a
tener en esta región un promedio de 65 grados centígrados bajo cero, pudiendo
descender rápidamente y sin que nadie pueda prevenirlo, a 150.
Fenómeno que unido al viento y
a la nevasca que aquí asola hace de estos parajes lugares vetados para
cualquier manifestación, presencia o incursión de la vida que es cegada a cada
instante y a toda hora imperando aquí solo la desolación y la muerte.
Nave en el litoral
2. Los retos
de vivir
Para cumplir con su propósito
de llegar a este eje Roald Amundsen en verdad se preparó toda su vida con
sacrificio y prolijidad absoluta.
Así, a los 18 años de edad
abandonó sus estudios de medicina, que los seguía por complacer a su madre. Y lo
primero que hizo fue formar parte de la expedición que se propuso recorrer en
esquí la inmensa región y páramo de Groenlandia.
Esto solo pudo hacerlo cuando
su madre murió y él pudo sentirse libre para acometer aquello que era una
obsesión en su ánimo.
Para ello siguió estudios de
marinería, de navegación, de técnicas de supervivencia. Y pasó largas
temporadas viviendo con las poblaciones indígenas de la Siberia y de los
esquimales en Norteamérica.
Aprendió minuciosamente acerca
de sus costumbres, de su alimentación como de todo aquello que le permitiera
enfrentar los retos de vivir en lugares inclementes como son los polos norte y
sur.
Amundsen, en 1925
3. La noche
polar
Después de realizar diversas
proezas encabezando expediciones en el Polo Norte, a principios del año 1911 se
dirige al Polo Sur al frente de una expedición de su país y que
circunstancialmente sin declararlo iba a competir con otra de origen británico.
Esta otra, que también se
había impuesto realizar la hazaña de llegar al eje del Polo Sur, estaba
dirigida por Robert Falcon Scott, acampando ambas expediciones casi juntas, a
una distancia de apenas 96 kilómetros, tramo que resultaba pequeño dada la
inmensidad de aquella masa helada.
En esta circunstancia incluso
parte de la expedición británica hizo una visita protocolar a la base de la
expedición noruega. Lo curioso de estas dos caravanas es que utilizaban
tecnologías y hasta recursos completamente distintos una de otra.
Al sorprenderlos a ambas
expediciones la noche polar el grupo de Amundsen prácticamente enterrada bajo
nieve, se dedicó a perfeccionar el funcionamiento de los trineos, logrando
mejorar su resistencia, su funcionalidad y sobre todo reduciendo su peso.
El campamento de Amundsen. Biblioteca Nacional de Noruega.
4. Se ha hecho
legendaria
El día 8 de septiembre de 1911
pasado el temporal y aprovechando el buen tiempo ocasional, Amundsen junto con
siete exploradores más inició una expedición que pronto resultó fallida al
desatarse una tempestad que los hizo desistir y casi termina con ellos.
A consecuencia de ello, y
apenas pudiendo volver con vida a la base, expulsaron a uno de ellos, por
divergencias de criterios. Fue a Hjalmar Johansen a quien aplicaron este
castigo, hecho que les sirvió para concebir que a lo más eran suficientes cuatro
miembros a fin de apoyarse mutuamente y hacer un grupo ideal.
El 19 de octubre de ese mismo año,
1911, iniciaron su incursión definitiva al eje del Polo Sur con cuatro trineos
y 52 perros de raza groenlandesa, liderada por una perra hembra que se ha hecho
legendaria y cuyo nombre es: Etah.
Después de atravesar los
montes transantárticos, ascendieron a la meseta polar que bautizaron como
Montes de la Reina Maud, donde sacrificaron 24 perros sanos y
extraordinariamente amaestrados.
Esta acción, pese a su
aparente crueldad, fue la acción estratégica más sobresaliente de Amundsen, lo
cual sirvió para fortalecer con alimento a los perros sobrevivientes y el resto
de carne la almacenaron para el viaje de regreso.
Los perros de Amundsen. Biblioteca Nacional de Noruega.
5. El hielo
mortal
Después de mil peripecias
lograron llegar al Eje del Polo Sur el 14 de diciembre de 1911. Alzaron una
tienda, izaron una bandera noruega y dejaron una carta, para quien la encuentre,
en la eventualidad de morir todos ellos en el viaje de retorno.
Solo 34 días después la
expedición británica capitaneada por Robert Scott llegó a este mismo lugar
donde encontró todos estos testimonios, aunque nunca pudo concluir el viaje del
retorno. El equipo de Amundsen sí logró regresar a su base en Framheim el 25 de
enero de 1912, con solo 11 perros y después de 99 días de viaje de ida y
regreso al eje del polo.
Este triunfo en esta proeza es
un ejemplo de eficacia que se resalta y se puntualiza en los siguientes
factores que este explorador tomó en cuenta: Utilizó trineos y perros
groenlandeses, y no caballos mongoles como lo hizo Scott, que se hundían en la
nieve y los cuales al final todos también perecieron.
A fin de alimentar a los
caballos la expedición de Robert Scott tuvo que cargar un peso excesivo de
avena como forraje. La dieta de Amundsen que era ligera la había aprendido de
las tribus esquimales, así como la ropa y las técnicas de sobrevivencia en
climas inclementes.
Los perros de Amundsen. Biblioteca Nacional de Noruega.
6. Quizás
no hubiera muerto
En este recuento de factores
de éxito y fracaso se anota hasta el sudor de los caballos de Scott que se
congeló en el cuerpo de estos animales constituyendo un peso que demoraba su
marcha y que fue la causa de sus muertes, al tener adherida a su pelambre el
hielo mortal.
En cambio, los perros de Amundsen
no sudaban. Así como hay otro componente, el de las rutas que siguió este
último explorador, las mismas que fueron las más acertadas.
Además, el liderazgo de Scott dentro del grupo
expedicionario fue severamente cuestionado por uno de sus miembros, Lawrence
Oates, quien se enfrentó a Scott en diversas ocasiones y quien dejó escrito en
su diario:
No me gusta nada Scott y lo
tiraría todo por la borda si no fuera porque somos una expedición británica...
Scott no actúa con rectitud, su primera preocupación es él mismo, el resto no
le importa...
Oates se dejó morir para no entorpecer la marcha de Scott,
quien quizás no hubiera muerto de haber seguido los
consejos que este integrante del equipo se afanaba en formularle.
7.
Repican
las campanas
Robert Scott y su equipo cometieron el peor error: se habían
preparado, en una expedición llena de penurias y desaciertos a fin de cómo llegar,
pero no en los tiempos, condiciones y recursos acerca de cómo regresar. Y ello
fue fatal.
La expedición de Amundsen es considerada como ejemplo y
modelo no solo en lo que se refiere a exploraciones geográficas, sino que es
tomada en cuenta en diversos campos y sectores incluyendo el mundo empresarial.
Por eso, el reconocimiento a Amundsen ahora es universal. En la actualidad
llevan su nombre: el cráter Amundsen en el Polo Sur de la Luna. El golfo de Amundsen, en Canadá; la Base Amundsen-Scott, que es
una estación de investigación estadounidense en la Antártida. El glaciar
Amundsen, en la Antártida. El mar de Amundsen, también en la Antártida.
Roald Amundsen fue el primero en llegar encabezando una expedición exploratoria. En su honor el día de hoy en Noruega repican las campanas de todas las iglesias de su país natal y se guardan dos minutos de silencio exactamente a las 12 horas, o a media mañana que fue la hora en que él tocaba el Eje del Polo Sur, aquel punto del globo terráqueo, compuesto de roca helada, y en donde las tormentas de nieve se descargan a cada hora, nunca antes hollado por pie humano.
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