Vividos desde esta esquina frente al mar,
los crepúsculos de Lima remueven tantas memorias.
Dejan a flote tantas ¡presencias,
fundamentos y esencias! Pero también vacíos, olvidos y ausencias.
Son atroces como desgarramientos y como
decisiones que se tomen de vida y muerte.
Más inclusive como renuncias, adioses y
alejamientos.
Más, como irse calladamente y en silencio.
Como ya no insistir más, emigrar a otro suelo y corriendo hacia otra suerte.
Son malos pasos que acechan en el camino. Y
abismos que nos arrojan a lo desconocido. Y siempre en ellos lo imperecedero.
2. Mar
incognoscible
Lima al crepúsculo es un ave aterida con
las alas plegadas en la actitud de buscar refugio.
Pero el océano lo ha invadido todo
derramando su sangre y todo su dolor por el suelo. Y más en lo alto de los
monumentos donde los héroes le hacen frente con sus espadas desenvainadas.
Como también en lo alto de las cúpulas de
las iglesias donde ángeles y arcángeles levantan los brazos en alto ante tanto
estupor y tanto asombro.
Donde cada una de sus calles, de sus
esquinas y sus plazas se defiende como puede de no rodar al vacío o al abismo. En
la decisión irreparable de hundirse en este mar
incognoscible.
Y de sucumbir en este naufragio irreparable que es el crepúsculo que estalla. ¡Aunque es bella la calma y la hondura insalvable de esta hora!
3.
Un aura
en
cada mástil
Porque con él, ¡qué en el límite de caer
estamos al vacío! O ya hemos caído y no nos damos cuenta.
Porque con él, ¡qué arriesgado el vivir! ¡Y
que se nos muera todo!
Porque, ¿hay algo comparable en el mundo a
los celajes de Lima en cuanto a morir mil veces se trate?
¿Cuándo estalla el sol y reina el misterio
más límpido que nos conforma y abarca?
Cuando todo lo que hay en el núcleo de la
calma sencillamente enloquece
¡Y no hay nada más terrible que vivir en el
centro de un misterio luminoso y tranquilo!
Dejando un aura de melancolía en cada mástil,
en cada ser, en cada perfil, y en cada cosa.
4.
Sanos
y
salvos
Donde vivir es sobreponerse al infinito.
Es permanecer aquí en vértigo, al pie de
esta hecatombe y tragedia vasta y misteriosa.
Cuando la tarde ahora muere apacible,
profunda y ensimismada.
Cuando se extingue el día en los viejos
árboles, en las tapias vetustas y en los mercados silentes.
Donde hay una claridad sin sol, un intenso
resplandor moribundo. Donde sobrevivir cada día a un crepúsculo es un milagro
sobrehumano.
Porque milagro es que regresemos de cada
crepúsculo, sanos y salvos.
Porque con él, ¡qué al borde y expuestos estamos
de caer en el pozo sin fondo de lo eterno!
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