– ¡Cuánto le debemos, doctorcito! –Le dice la gente aliviada
y agradecida por la ciencia prodigiosa de don Luis Médico, y después que ha realizado
una curación.
– ¡Nada! ¿Por qué voy a cobrarle? ¡Con lo que quieren
pagarme alimenten bien al enfermo! –Esas son las palabras más frecuentes que
salen de su boca.
Don Luis Médico no cobra por sus servicios. Si alguien
le da buenamente algo lo recibe, pero eso solo es cuando sabe que no afecta la
economía de esa familia.
Cuando ve que se esfuerzan por darle algo,
sacrificando el diario vivir en esa casa, se niega rotundamente a recibir pago
alguno.
Cuando aun así insisten él dice una frase que para nosotros
los chucos es un exorcismo, cual es:
– ¡Cómo me vas a pagar si somos familia!
Don Luis Médico. Foto de la colección de Ángel Gavidia Ruiz
2. ¡Cómo voy
a cobrar!
Después de lo cual ya nadie puede insistir.
Porque, dicho eso, si se insiste hasta puede tomarse
como una ofensa, porque entre nosotros se consideras que la familia es sagrada.
Y no se lo puede ofender haciendo cobros.
Insistir en pagar sería como estar diciendo:
Disculpe, pero no somos familia.
O peor:
– No le reconozco como familia. O no lo reconozco como
tal, lo cual sería muy grave hasta sugerirlo.
Pero, ya comentando entre sus seres queridos, dice: “¡Cómo
voy a cobrar! La medicina es servicio. Además, hay que dolerse del prójimo. La
gente no tiene para pagar. Y mucho más cuando en la casa cae alguien enfermo”.
Don Luis Médico. Foto de la colección de Ángel Gavidia Ruiz
3. Cálida
y amable
De don Luis Médico su nombre real y completo es Luis
José Ruiz y Ruiz, quien nació en Santiago de Chuco, y murió en esta misma villa
o comarca en marzo del año 1965.
Está enterrado en el cementerio de nuestra localidad, y
es parte de la sangre amada de nuestro pueblo.
Don Luis tenía su botica en una esquina del Chorro de
Pichi Paccha, que es el lugar en donde se fundó esta aldea que es Santiago de
Chuco; entre el jirón Grau y Bolívar, local que a la vez era su consultorio.
Es una tienda acogedora, de estantería con vidrios,
que bajaba desde la parte alta hasta el nivel del piso, llena de frascos y
remedios, tienda a la cual siempre daba ganas de entrar, por lo cálida y amable
que era.
Y que al pasar por él siempre nos quedábamos mirando
lo que allí adentro.
Santiago de Chuco
4. A lomo
de mula
Esta botica se llamaba San Cristóbal, de puerta verde,
con una grada de subida y el piso en alto de madera machihembrada.
Donde se lo veía a él preparando sus medicamentos,
midiendo en probetas y pesando en balanzas mínimas las sustancias y productos
que recetaba y con los cuales curaba males de distinta índole y especie.
Basaba su práctica en el conocimiento consuetudinario
de la medicina. Era un autodidacta que estaba suscrito a varias revistas,
boletines y publicaciones médicas del Perú y del extranjero, que leía con
extrema dedicación.
En su maletín cargaba siempre un libro, al lado de
jeringas, emplastos, desinfectantes, sulfas, y todo un equipo para curar
heridas y enfermedades. Y cuando emprendía un viaje largo a lomo de mula
llevaba su instrumental para hacer operaciones menores, y siempre un libro para
leerlo en los descansos que tuviera.
Paisaje de Santiago de Chuco
5. No
hay
de qué
Cierta vez lo habían llevado de urgencia a la hacienda
Sangual, que queda en la jalca en donde salvó a una persona atacada de
convulsiones, que espumaba y deliraba. De regreso con su ayudante le silbaron
las balas por las orejas de él y de su asistente, con quien a veces viajaba.
– ¡Deténganse y entreguen todo lo que tienen! –Gritó
alguien saliendo de entre las peñas.
Otros de la misma banda salieron a todo galope, los
enmarrocaron a ambos y lo llevaron a la guarida de su jefe que quedaba en una
cueva y quien de inmediato reconoció a don Luis Médico.
– Disculpe, doctor. –Le dijo el jefe, con su
modulación más amable.
–. Estos cholos brutos no saben quién es usted. ¡O no
sé qué les pasa! Mil disculpas doctor.
– No hay de qué. –Respondió don Luis, solo por decir
algo.
Paisaje de Santiago de Chuco
6. Toda
la gente
– No tengo nada que ofrecerle, doctor. Salvo este
Gallito Chuco. Acéptelo, doctor, como un presente, y como una disculpa por lo
que le han hecho estos cholos a quienes le voy a tener que dar un ejemplar
castigo.
– Gracias.
Y nuevamente mil disculpas. ¡Y devuélvanle ustedes al
doctor todo lo que le hayan quitado! ¡Cholos brutos! Y siga su camino, doctor
Y le obsequió el jefe de esa banda de forajidos un
Gallito Chuco, que así se llaman a unos gallos de pequeño tamaño, pero de
extraordinario valor. Y que solemos darle el atributo de traernos buena suerte.
Y ordenó furioso a sus hombres:
– ¡Saquen sus sombreros, presenten armas y saluden al doctor!
Alcanzó a decirles furioso a sus cuatreros este
bandido mayor.
–¡Y acompañen al doctor hasta buena parte del camino!
Así era don Luis, quien se ganó el cariño, el aprecio
y la devoción de toda la gente.
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