1. Se mueren
de vergüenza
Una perdiz puede morirse de vergüenza del
impacto de ver que la mire una persona. Y más si esta la señala.
Entonces se quedan temblando. Por eso, hay la
idea de que son muy delicadas.
Y la gente, por eso, dice que la perdiz “se
muere de vergüenza”.
Cuando se cría una de ellas en la casa
permanece cautiva en una jaula. Y allí vive aparentemente tranquila.
Pero si viene de visita una persona para ella
desconocida y la mira de frente la perdiz tiembla y se cae del nerviosismo. Y
hasta se muere.
2. Por eso
en mi comarca
Así son algunas muchachas de mi comarca, como
también de la serranía de mi país: tímidas, vergonzosas, inhibidas.
Que basta que alguien las haya mirado para que
de noche tengan fiebre. Entonces se dice que la han ojeado.
Peor si la persona que las miró es hombre y es
foráneo. En tales casos tienen temblores, pesadillas.
Y como las perdices, hasta se enferman
gravemente y mueren. Así son algunas muchachas de mi tierra.
Por eso en mi comarca cuando la timidez es
extrema es común el dicho:
“Tiene la vergüenza de la perdiz”
3. Tres
vuelos
Cuando
vamos caminando por un sendero de repente un aleteo nos asusta porque cruza por
encima nuestro revoloteando:
– Teeerrrrrrrrrr…
Y se
aleja. Hemos estado a punto de pisarla. Pero antes nos ha visto, pero es tanto
su miedo que ha permanecido paralizada por la timidez.
Solo
cuando ya no tenía escapatoria ha volado. Pero no irá muy lejos. Solo vuela
tres veces. El primer vuelo es de una distancia de treinta pasos. El segundo es
de veinte. Y el tercero es de 10.
Siempre
vuela al monte. Si la sigues, después del tercer vuelo la puedes coger siempre
llena de vergüenza.
4. Sabio
temblor
El polluelo es precoz y vivaz. No tiene miedo
ni es tímido. Después es que algo hace que se tornen asustados.
Ni siquiera se tambalea cuando sale del
cascarón y puede correr como si ya supiera lo que es el mundo y la vida. Después
¡algo los pasma!
Las hembras ponen en un solo nido y son los
machos los que empollan los huevos. que son un poco más pequeños que los de la
gallina.
Nada más
bello que el color de sus huevos que combinan el rosado, el verde y el azul,
pulidos y brillantes como de porcelana u obsidiana.
¡Y pensar
que dentro de ellos se cobija la vida para nacer con esa sensibilidad y con el
sabio temblor de la timidez!
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