Benjamín Franklin
1. Acción
y reacción
Antes
se creía que los relámpagos y los truenos eran la cólera de los dioses, o por
lo menos eran sus advertencias, malhumores y amenazas de unas y otras divinidades
celestiales.
Y se
tenía la convicción y creencia irrefutables de que estas manifestaciones
terroríficas eran por nuestras infracciones y mal comportamiento, porque
siempre en la intimidad solemos echarnos la culpa de todo.
Y que
estallaban por algo que los había enojado a sus altezas, los dioses, incluyendo
en el motivo de todo esto a los conatos, pugnas y peleas que se producían entre
ellos mismos.
En
tiempos más recientes, ante el espectáculo de los cielos en tormenta nos
sumimos en el asombro y sobrecogimiento reverentes de ver la furia de la
naturaleza convulsa, turbulenta y tempestuosa.
Aunque
ya no bajo la consideración de que por lo menos las fuerzas físicas estén molestas
y hasta indignada por nosotros. Y habiendo dejado atrás la noción de que la
clase que gobierna el mundo desde los tronos empíreos, descarga contra nosotros
los mortales sus furias y temibles intimidaciones.
Benjamín Franklin
2. Efecto
de los rayos
Y es
que, la agitación de una tormenta es de paroxismo. Y no solo los impactos que
produce son anímicos y subjetivos, sino que los daños que infiere son
desgracias y calamidades individuales y con frecuencia de efecto e irradiación
masiva.
Los
más frecuentes de estos efector son los incendios de las casas en las ciudades y
en el campo, mucho más si ellas están construidas de madera, como ocurría
principalmente en el hemisferio norte del planeta.
Así
como también eran frecuentes las desgracias acontecidas con los barcos, sobre
quienes se cernía la tragedia en la cual muchos resultaban incendiados por los
relámpagos.
Y del
incendio pavoroso de los bosques y praderas, que son sucesos que hasta ahora
son causados en gran parte por efecto de los rayos.
Benjamín Franklin y su experimento con el rayo
3. Aplicaciones
prácticas
De
todo ello, o en gran parte, fue Benjamín Franklin quien nos libró de estos
males y esperpentos al idear el pararrayos, invento que logró arriesgando su
vida y poniendo también en peligro sus bienes.
Hombre
cuya curiosidad científica era vasta y extraordinaria, y quien supuso que las
nubes reventaban en rayos y truenos porque se cargaban de electricidad. Y que
el rayo no era otra cosa que una chispa encendida y un fogonazo que se descarga
y resuena en la bóveda del cielo.
Ahora
nos parece sencillo entenderlo, comprenderlo y aceptarlo, porque nos lo han
explicado en nuestra casa y en la escuela, y porque la electricidad es una
energía que forma parte ya del uso cotidiano.
Pero
en su época una idea así solo podía ocurrírsela a un genio. A él se le ocurrió,
pero no solo eso, sino que lo comprobó, le dio sustento científico, matemático
y, lo más importante, lo sometió a nuestra voluntad y le dio aplicaciones
prácticas decisivas para nuestro desarrollo y bienestar. ¿No es excelso?
Casa de Benjamín Franklin
4. Fundador
y promotor
Y es
que él era ¡un genio! Y los genios se hacen con dedicación y trabajo. Quien
nació el 17 de enero de 1706, en Boston, Massachusetts, y quien contribuyó con
muchos aportes a la construcción de su nación y de la humanidad en general.
Quien
fue uno de los protagonistas a favor de la independencia de las antiguas
colonias inglesas. Quien llegó a ser el 6° presidente de Pennsylvania.
También
fue Embajador de los Estados Unidos en Suecia, y Francia. Y se desempeñó como Director
General del Servicio Postal de los Estados Unidos.
Fue presidente
de la Asamblea de Pennsylvania, y quien participó en la redacción de la
constitución de los Estados Unidos.
Fundó
varios periódicos, la Universidad de Pensilvania, y hasta entre sus muchas contribuciones
se cuentan el haber fundado el primer cuerpo de bomberos.
Asimismo,
diversas bibliotecas públicas, y la Sociedad Filosófica Americana. Como ven, abarcaba
una gama muy amplia de campos.
Redacción de la Constitución de los Estados Unidos
5. Un hilo
de seda
Pero
la idea del relámpago como electricidad a muchos les pareció extraña y hasta
descabellada. Para probarlo, él mismo el 15 de junio del año 1752 amaneció
nublado en Filadelfia y pronto era inminente que se desataría una feroz
tormenta.
Benjamín
Franklin y su hijo, sin embargo, cada vez se ponían más contentos.
–
Arregla todos los bártulos que hoy día probamos nuestro experimento. –Le dijo.
Cuando
los nubarrones se apelotonaron en el cielo elevaron entonces la cometa que
habían preparado, consistente en una estructura en cruz compuesta de finas
varillas metálicas sobre la cual se había extendido un pañuelo de seda que
resistiese y no se rasgara con la acción del agua y el viento que soplaba
encolerizado.
Sobresalía
de la estructura de la cometa una punta de metal de un pie de largo. Le
pusieron una cola y la ataron a un hilo de seda cuyo final estaba atado a una
llave que era una especie de condensador.
Benjamín Franklin en su gabinete
6. Una
hecatombe
Pronto
los filamentos de la seda se erizaron y al acercar la mano a la llave esta
descargaba chispas, con lo que Franklin probaba así que las nubes tenían
electricidad y los rayos no eran sino descargas de esta energía acumulada.
De
esta experiencia fue ya como extraer una consecuencia directa derivar un
invento práctico y útil como es el pararrayos, para defender a las poblaciones
y a los barcos, y a las casas de campo, del fuego feroz de los relámpagos antes
implacables.
Sin
embargo, hay quienes no creen que este experimento se haya realizado nunca,
pues la cometa tal y como está descrita acerca de su construcción hubiera causado
una hecatombe.
En
primer lugar, hubiera atraído de inmediato a un rayo que hubiera descargado 5
millones de voltios por el conductor; asunto, suceso y factor que hubiera
fulminado y pulverizado todo lo que encontrara a su paso.
De
hecho, varios murieron cuando intentaron hacer lo mismo, como fue el caso del
científico ruso Georg Wilhem.
en la tierra de Benjamín Franklin
7. Nos dio
ejemplos
Por
lo menos debemos reconocer que Benjamín Franklin tomó todas las precauciones,
hecho que es muy meritorio, y es un magnífico mensaje el haber sobrevivido a
algo tan calamitoso.
Que
era como entrar al núcleo o centro de una tormenta cósmica, de aquellas que
vemos desatarse en los cielos y que nos colman de terror. Siendo así, debemos
más bien reconocer que al menos en estas pruebas tuvo mucha precaución y mucha
suerte.
Lo
cierto es que a partir de estas experiencias se puso en uso el pararrayos
compuesto de algo muy simple: una punta de metal, y un conductor hacia tierra.
Y
que, puesta aquella punta en lo alto de los techos de las casas, o en lo más
empinado de los edificios, o en los mástiles de los barcos, nos libra de estas rabias,
sañas e iracundias.
Si
bien Benjamín Franklin arriesgó su vida con ello ha salvado miles de otras
vidas humanas, que es lo que hacen los verdaderos héroes. Quien además de
contribuir a la libertad, independencia y bienestar de su pueblo, nos dio a todos
los seres humanos el ejemplo moral de arriesgar la vida en bien de los demás.
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