Este era un
mago que al principio era un niño muy raro y curioso. En primer lugar, no
quería ser abogado ni médico ni profesor.
Tampoco
deseaba ser soldado, ingeniero o contador que se pasara la vida detrás de un
mostrador.
Le gustaba, en
realidad, todos los oficios extraños sin fama ni reputación. Lo primero que
quiso ser fue mago, pero esta espina no sabemos si se le pasó o se le quedó
incrustada para siempre. Porque en seguida quiso ser un buen vendedor de
helados.
Y nadie sabe
cómo se las arregló para hacerse de un cornetín, pero lo cierto es que una
tarde apareció tocándolo de modo largo y lastimero como hacen los heladeros de
mi lugar.
Para eso
también se había conseguido un gorro azul con ribetes dorados como los que
tienen aquellos que se dedican aquí a esta labor.
Salió a la
calle y casi de inmediato consiguió empleo montado en la parte de atrás de una
carretilla de heladero verdadera de un hombre vendedor de helados de muy buen
humor a quien le pareció graciosa la imitación que de él hacía el chiquillo.
2. ¡No
te vayas!
Lo empleó en
su triciclo solo por jugar, pero lo extraordinario fue que desde ese instante
las ventas de helados subieron a una cifra descomunal que ya no se podía
contar.
Y el dinero en
las cajas se derramaba, por el éxito exagerado que tenían en esas pocas horas.
– ¡Somos
ricos! ¡Somos ricos! –Gritaba en su alegría el buen hombre ya mayor.
Pero el niño a
la mañana siguiente vio a un personaje que camina en una cuerda tendida desde
la cúpula de la iglesia y que se prolonga hasta la azotea del edificio más alto
hacia el lado opuesto de la plaza.
Su deseo fue
inmediato: ir también caminando por los aires, como lo hacía el equilibrista
desaforado.
– ¡No te
vayas! ¡No me dejes!
Le rogaba el
heladero–. Si quieres tú maneja la carreta y yo voy a pie.
Si quieres
tengamos el negocio a medias, mitad y mitad. Será tuyo todo lo que tengo. Te
casarás con mi hija que es bella como una flor.
– ¡Piensa
siquiera un momento!
Implora en su
desesperación antes de que él lo deje. Pero nada convenció a este niño que
nació para ser raro y curioso
3. Día
tras día
Pero es en
vano. Nada puede conmover ni detener al chicuelo. Y al rato, ¡no se sabe cómo!,
apareció tambaleándose de un extremo a otro de la cuerda.
Cuando el
equilibrista verdadero terminaba de dar, al otro lado del abismo, su último
paso y llegar y cogerse del borde de la azotea, empezaba tambaleándose el niño
raro y curioso que nació para ser mago.
Un grito de
espanto se escuchó en el público que observaba desde abajo. Eso lo detuvo y lo
hizo perder el paso al chico unos breves segundos.
Pero, luego se
repuso. Y avanzó resuelto, con un balanceo perfecto que arrancaba lágrimas y
aplausos de la concurrencia; mientras las viejitas se desmayaban al verlo pasar
muy alto encima de sus cabezas.
Día tras día,
la gente se aglomeraba para verlo actuar y grandes negocios se hacían allá
abajo vendiendo pastelillos, empanadas, refrescos y mil cachivaches y baratijas
más.
4. Dejó
todo
El viejo
heladero lo contemplaba hacia arriba conmovido y hechizado enjugándose los ojos
con un pañuelo
– ¡Empanadas
calientitas, mientras mira al artista de la aldea!
– ¡Refrescos!
¡Vendo refrescos!
– Papas
rellenas con limón, cebolla y ají.
–
¡Pastelillos, pastelillos de equilibrista!
Así se repetía
este bullicio de uno a otro confín. Eran los pregones de la gente sencilla. Y
ya se armaron abajo los negocios a escala mayor.
Pero, pronto
descubrió el chico, desde lo alto de la cuerda, a un organillero que movía la
manivela de una caja de música y a un mono vestido de muñeca que sacaba las
suertes en unos papelitos.
Dejó todo.
Pero esto con el desconsuelo y luego la protesta de decenas de ambulantes que
vivían de su espectáculo allá arriba y ellos felices allá abajo.
De nada
sirvieron gemidos, llantos ni ahogos. Tampoco amenazas de matarlo.
5. Como
jamás
Y se fue
detrás del organillero que, al rato, lo empleaba en cargar el atril y a ratos
jalar el cajón donde el mono cogía los horóscopos en retazos multicolores de
papel.
En ellos se
adivina el destino de la gente que paga sus últimos centavos por conocer
miserias y también sueños irrealizables y delirios de grandeza y de prosperidad.
El hombre del
organillo comprobó que desde que el niño lo acompañaba las ganancias eran
estupendas, y es más resultaron fabulosas.
Tanto que tuvo
que pararse delante de la puerta donde le imprimían más papelitos porque el
negocio era redondo.
Y los billetes
de cien soles no le cabían en los bolsillos, como jamás lo había tenido antes.
6. Bosques
tropicales
Sólo que este niño
que nació para ser alguien muy raro y curioso, nunca permanecía por mucho
tiempo en un oficio, por más extraordinario que fuera el dinero que se ganara y
él recibiera.
Y así fue
creciendo de empleo en empleo. Y cada vez también cambiaba de lugar de
permanencia.
Ya cuando fue
mayorcito viajó también de país en país.
Por eso, hoy
día es marinero en Trinidad y Tobago y mañana es aviador en Estambul.
Hoy es
cambista en Madagascar y mañana sembrador de perlas en Japón.
Hoy es tocador
de gaita en Irlanda y mañana recolector de frambuesas en Jacksonville.
Hoy es navegante
expedicionario hacía el Polo Norte y mañana como explorador de finas maderas en
los bosques tropicales de la Amazonía del Perú.
7. Historia
extraordinaria
En todos estos
menesteres el dinero les llegaba a torrentes. Por eso, hizo un precioso palacio
de perlas y diamantes que regaló de incógnito a su madre, como si ella lo
ganara en un papelito que le diera el organillero, quien de buena gana colaboró
en hacer creer esto a la buena mamá.
Una pileta con
incrustaciones y una larga calle empedrada de oro y azulejos mandó construir
calladamente para el pequeño pueblo que lo viera nacer.
Para lo cual
hizo aparecer como que el dador lo regalaba a un antiguo compañero de escuela
que de inmediato fue elegido alcalde de la ciudad.
Una banda
completa de instrumentos de música apareció cierta mañana en la puerta de la
escuela donde había estudiado la educación primaria. En fin, no acabaríamos
nunca si tratáramos de enumerar todo aquello que obsequiaba a su paso.
Hasta un día
en que pasó una muchacha por la calle con un vestido flotante por el viento. Y
su corazón dio vuelcos desbocados y conoció lo que es el verdadero amor.
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