martes, 5 de enero de 2021

5 de enero. Fundación del Puerto Fluvial de Iquitos. / Boga, boga, boyero.


5 DE ENERO 
FUNDACIÓN DEL PUERTO 
FLUVIAL DE IQUITOS 

BOGA, 
BOGA, 
BOYERO 

Danilo Sánchez Lihón 





Viví el año 1967 
en la Amazonía peruana, 
a orillas del río Ucayali como 
profesor del Colegio Genaro 
Herrera de Contamana. 
De dicha ocasión data 
esta estampa. 



1. ¡Aquí 
está!

 

– ¡Boga! ¡Boga! ¡Boyero!

¡Y no dejen escapar a ninguno de esos toritos!

Y avanzamos en la noche sin luces ni candiles, pues ninguna flama arde con esta lluvia y con este viento.

– ¡Ohé! ¡Boyeros del Ucayali!

Solamente orientándonos con nuestras voces que se dejan oír entre trueno y trueno

Apagadas por breves instantes, cuando el boyero capitán da la orden, que es el instante preciso para no dejar pasar los troncos de la palizada en la noche sideral.

Pero tampoco es lanzarnos segundos antes, de tal modo que no podamos sostenernos en la corriente que pugna por arrastrarnos.

– ¿Ya?

– ¡Aquí!

– ¡Aquí llega! ¡Aquí está!

– ¡Ya lo cogí, al primero!

– ¡Hurra!

– ¡Aquí va! ¡Es este!

 


2. Noche

oscura

 

El primer madero cogido ha sido enlazado por el viejo Shanti. ¿Quién más? Y, ¿cómo lo sabía? ¡Ahí está pues! ¡Viejo bufeo! ¡Viejo baqueano! ¡Boyero bien experimentado es!

Quien inmediatamente le ha echado un lazo y ha dejado que el tronco avance unos metros echando espuma que por ser muy blanca apenas se ve; corcoveando en el agua de sentirse privado de su libertad de hace meses por el río y cientos y miles de años hacia el aire.

Y moviendo la paleta debajo del agua lo hace avanzar y lo arrima por dónde él quiere, divisando las luces parpadeantes de algunas casitas que se apagan y se encienden pendientes en la orilla.

– ¡Déjenme pasar! ¡Voy al aserradero!

Allí llega y lo fija, exactamente en el lugar que es una cabecera de playa, a partir de la cual se alinearán otros troncos inmensos como este.

Es de noche y la luz del candil apenas titubea en la esfera lóbrega. Pero uno de los maderos ya ha sido arrimado y puesto en la orilla asignada.

– ¡Ahí viene otro!

Pareciera que se viera, pero más se palpa o se oye en la noche oscura.

 


3. Quedándose

dormidos

 

– ¡Este está embravecido!

– ¡Denle paso! ¡Denle paso!

– Lo tengo bien sujeto. Es el 81.

– ¿Cuánto mide?

– ¡Doce metros!

– ¡Asu!

– De ese su sitio es más abajo!

– Y ha echado ramas el bandido.

– Trae un bosque encima con sus nidos de pájaros, de isulas y de víboras.

Ahí viene otro. Felizmente a este tronco, que no hay de dónde enlazarlo, le ha tocado un buen boyero. ¡Es el Rosho!

– He tenido que arrojarme al agua, bucear en la oscuridad y enlazarlo, teniendo que voltearle un poco, para anudarle la cuerda. Y con la cual jalarlo.

– ¡Bravo! ¡Bravo!

Hay trajín en el atracadero, donde hay una fila interminable de troncos que se remueven impacientes, donde unos crujen y se dan vuelta, impacientes. Que se acomodan, que quieren hundirse de nuevo y buscar una escapatoria para seguir bogando. Y que al final terminan quedándose dormidos.

 


4. Nadie

parpadea

 

– ¡Boga! ¡Boga! ¡Boyero!

– ¡Yo también aquí traigo el mío!

Dice el Shego contento de dominar a otro recio tronco que apenas levanta sus narices del agua.

– ¡Avancen! ¡Otros vienen hacia esta banda!

– ¡Por ahí! ¡Por donde no se crucen!

– ¡Alalau! ¡Este sí qué es inmenso!

– ¡Qué grande es este torito!

– ¡Lacéenlo! ¡Lacéenlo! ¡No lo dejen pasar!

– ¡Lancen la cuerda!

– ¡No lo dejen pasar!

– ¡Mira que por ahí se desliza otro!

– ¡Cuidado con este que se ha torcido!

Nadie parpadea. Ni siquiera cuando tiene ya a su tronco prisionero y amarrado.

 


5. Se canta

y se baila

 

– ¿Ha escapado alguno?

– ¡Ninguno!

– A todos los hemos atrapado.

– ¡A todos!

– Entonces, ¡bravo!

– Faltan solo dos que vienen de a pie y lejos. Nadie, ni de día lo ha podido ver. Para ellos hemos asignado a Beni y a Baro.

– ¡Está bien! Buenos cholos son.

Es la noche de don Shanti, y ningún tronco de árbol se ha pasado un metro. Todos han sido recogidos y yacen enfilados en el aserradero.

Eso somos los boyeros del Ucayali. Se han recuperado los ciento dieciséis troncos. Hay alegría, se canta.

Hay confianza, hay amor propio entre los concurrentes. Y se baila.

Y por momentos se exclama:

– ¡Ohé! ¡Ohé! ¡Boyeros del Ucayali!

 

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