Machu Picchu se
edifica integrando la construcción a la geografía del lugar, al espacio
próximo y a los senderos y horizontes distantes y lejanos.
En
cabal acuerdo entre la obra y la naturaleza. Y, entre la obra, la naturaleza y
el hombre. Y entre todo esto con el espacio estelar.
Y
va surgiendo el santuario construido de hermoso granito blanco y rojo.
En
lo más alto de los remates, sobre el blanco alborada se incrusta el pórfido
escarlata, como una bandera que flamea.
Y
los hombres al trabajar y al mirar desde lo alto sentimos la emoción del
vértigo, la vecindad de la trascendencia y el vuelo hacia lo eterno.
Pero
aquí están las mujeres finas y hondas que nos acompañan. Y nos cantan. Y nos
preparan la comida. Y nos alivian en el descanso.
Aquí
están los niños que nos sumergen en el candor, la gracia y el encanto de vivir
para que la piedra sea ingrávida y tenga sentido.
Aquí
está el perenne murmullo del agua y del viento. Y el vaho de la tierra verde y
vegetal que emerge y se eleva a confundirse con lo inmaterial de las nubes
albas.
y
utopía
Y
poco a poco la ciudad luce espléndida. Pero, ¿cómo ha sido posible construirla?
¿Cómo ha sido dable erigirla tan lejos, tan alta y tan excelsa?
Solo
cabe explicarlo por el poder que tienen los sueños, de pugnar en lo inmaterial
de lo creado. Y por la manifestación de lo sagrado en el universo.
Por
la vocación a lo eterno. Por el anhelo de ser íntimos e infinitos. Y por la
unión del hombre con los dioses.
Porque
durante todo el tiempo nos sumergimos en la música, y en el temblor de la
palabra solidaria.
Tiempo
que se hizo mundo nuevo y utopía en nuestros brazos, a partir del aliento común
de nuestras bocas, del acompasado ritmo de nuestro pálpito y el erigirnos a
pulso en las escalinatas.
Donde
todo se hizo fe y creencia. Se hizo fervor de hombres consigo mismos, en
armonía con el cosmos, y con el íntimo latido de nuestra sangre.
Se hizo diálogo de los mundos paralelos y hasta opuestos. Y entre los hombres aquí presentes, se lo hizo para que el futuro de esta nación sea indestructible.
3.
Lo infinito
hecho
sólido
Hoy
es el solsticio y la ciudadela ha de ser visitada por primera vez e inaugurada
por el gran Inca Pachacútec.
Ha
aparecido el Inca en el Intipunku todo vestido de rojo desde el cuello hasta la
punta de los pies. Y parte de su túnica se extiende rozando las piedras.
¿Puede
alguien vestir totalmente de rojo sin que ruede al suelo? Solo el Inca.
Y
desde lo alto del mirador ha contemplado largamente y en silencio la ciudad
sagrada, y ha dicho solo estas palabras, como todo comentario:
–
De este modo nuestro pueblo se hace eterno, indestructible y glorioso.
Ya
la comitiva ingresa por la Puerta del Sol. Y delante viene el Inca bailando
como un niño al son de los pututos.
La
ciudad colgada sobre el abismo lo recibe. Es un nido de piedra suspendido en el
verde impoluto del boscaje. Es el infinito hecho sólido, palpable y tangible.
Al
ver los bailes y el talante vistoso de los hombres, mujeres y niños, y los
colores de sus vestimentas, y los rostros arrobados de las Vírgenes del Sol, se
ha conmovido el Inca magnánimo.
4.
Nuestros
latidos
Él,
Pachacútec, junto a su corte imperial pernocta esta noche en Machu Picchu.
Aquí,
en torno, emiten su fragancia las orquídeas luminosas, las bromelias encantadas
y los helechos arborescentes.
Aquí,
en torno, rodean el paraje el aullido del oso ucumari al atardecer.
Aquí,
en torno, el fresco pido del gallito de las rocas, el vuelo azorado del
quetzal, el palpitar del venado salvaje.
Aquí
en torno, en esta noche, el tachonado preciso de los luceros, la luna nueva
arrebolada, y la Cruz del Sur límpida en la bóveda sideral.
Aquí,
en torno, están las terrazas al infinito. Las explanadas hacia lo imperecedero.
Los Jardines colgantes a lo que es esencia y fundamento.
Aquí,
en torno, no sabemos en qué momento estalla el silencio y se comprende el
sentido de todo lo creado.
Aquí,
en torno, nuestra vida levanta los ojos al cielo para hacer los acuerdos entre
los dioses y los hombres.
Y,
en relación a eso, acomodar nuestros pasos, nuestros latidos y nuestros
destinos.
Aquí,
en torno, el amanecer, y pasadas las horas en lo alto la plena luz del sol.
5.
El dar
los
hombres
Porque
Machu Picchu es acuerdo entre los dioses y los hombres; donde las plantas
alimenticias y medicinales se procesan, cultivan y luego se expanden a todo el
reino.
Así,
se ha mejorado la papa y el maíz. La quinua, la kiwicha y la cañigua. El paico,
el olluco y la mashua.
Aquí
han mejorado su pulpa y su savia, su sabor y su aroma la oca, el llacón y la
caigua.
Aquí
se experimentan semillas. Se descubren nuevos alimentos y medicinas para las
enfermedades.
Aquí
el sol está vivo, nos acompaña, como un pariente más, ayudándonos en dar luz a
nuestros pensamientos y trabajos.
Aquí
la luna marca el ciclo de crecimiento de las plantas. Se siembran nuevos
cultivos en las terrazas que se prolongan hacia arriba y a lo etéreo.
Los
campesinos cultivan en los andenes altos y bajos nuevos almácigos. Entran y
extraen las plantas del bosque: la achicoria, la tara y el llantén.
El
ofrendar entre los hombres y los dioses hace que, en esa conjugación, todo se
ilumine y se trasmita al ánimo, a la mente y al brazo de los hombres.
6.
Tal
cual
es
Esta
mañana se inició el día con los cánticos y danzas de las vírgenes. Rige la vida
el saludo al sol que se realiza cada amanecer con este alarido infantil de
alegría. Es lo primero y lo último, cuando el sol al atardecer ingresa por los
intersticios del cosmos.
Desde
el momento en que al amanecer también se escucha el canto y el coro de los
sacerdotes. Y los coros de doncellas acompañados de pífanos, tinyas y
pincullos.
Y
el bronco resonar de los huáncares y el clamor de los wacrapukos hechos de
cuerno.
Mundo
bello y sagrado es este, donde la música lo cubre, lo ocupa y lo invade todo.
Más
habitado por mujeres de indumentarias multicolores que ocupan el centro de la
ciudadela. Y los hombres atentos en los contornos, tal cual es el orden de la
vida.
Es
el espíritu Munay, exaltemos el corazón en el pecho. Yachay, busquemos
soluciones inteligentes con la cabeza. Llancay, hagamos todos el trabajo
mancomunado con nuestros brazos.
Esta
es morada del sol, la luna, el agua, el viento y el fuego sagrado. No salen ni
suben las nubes del fondo del río, sino que se desprenden de los bosques
aledaños.
Desde
aquí salen comitivas de mujeres hacia los altos nevados a dejar nuestras
ofrendas.
7.
El supremo
elemento
Después
del invierno viene la primavera, y a esta le sucede el verano. Y a este periodo
del año se enlaza el otoño, marcando el ciclo de las estaciones.
¿Hacia
dónde apunta este mundo? ¿Para qué en realidad fue creado?
Y es
que Machu Picchu es una piedra volando en el aire, arrojada a lo eterno. Es
pregunta y es respuesta indescifrable. Es adivinanza.
Es
enigma clarividente que es el más arduo de los misterios. Es una diadema de
piedra arrojada hacia el infinito.
Es
la plasmación y síntesis de todas las utopías. Es exaltación del alma.
Sirve
de acicate y desafío para vencer el miedo a los abismos de arriba, de abajo y
hacia todas las incertidumbres.
Y
es que se cantó y se bailó tanto al construirla. Y se elevó el alma en el
espacio que nos abre la emoción cuando las voluntades se juntan.
Se
adoró tanto en este tiempo que no ha durado, sino que ha sido como el posarse
el arco iris en la piedra y en nuestros corazones. En el tiempo que se queda y
se hace eterno.
Es
el supremo elemento de la adoración. En donde se resume y sintetiza el
absoluto.
–
¡Ajajailla!
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