Lectura oral es saber escuchar que, creo yo,
es la mejor lectura que podemos realizar.
Porque se da y nos deja en la vida misma,
sin llevarnos a otro sitio ni dejarnos en otro estrato ni lugar.
Y sin investirnos de otros atuendos ni
ropajes.
Es la lectura oral de donde extraemos la
mejor sabiduría, cuál es la sabiduría que nos inserta bien al contexto en el
cual vivimos.
Y a nuestra cultura propia, aquella que es saber
primero cómo piensa el común y el conjunto de personas
que forman parte de nuestra comunidad.
Para a partir de ello proponer cambios que
tengan arraigo porque la raíz está de nuestro lado y la sabemos cultivar.
2. Lo
que es
vivir
Y que hace que con nuestra sensibilidad e
inteligencia procesemos todo y extraigamos un concepto nuevo.
El mismo que estará profundamente imbricado
en la realidad a la cual pertenecemos, en el medio social y en la manera de ser
que la conocemos y sabemos bien porque sabemos escuchar.
Lectura oral que es sumergirnos en un río y
dejarnos empapar por sus aguas que cargan todos los saberes:
El saber ser, el saber estar, el saber
hacer, el saber conocer. Como el saber crear y el saber ser solidarios.
Que ha de imbuirnos de la capacidad de saber
relacionarnos, de convivir y compartir con los demás.
De comprender, sentir y pensar junto con los
demás. Y de extraer el sentido más acrisolado y cabal de lo
que es vivir.
3. Escuchar
es
distinto a oír
Saber escuchar el lenguaje articulado con
beneplácito y complacencia nos hará dar un salto cualitativo, cual es saber
escuchar muchas otras dimensiones del ser del universo.
Escuchar,
que es distinto a oír.
Porque oír es captar y percibir por medio del oído. Escuchar es prestar
atención a través de múltiples oídos para conocer y comprender mejor.
Porque hablan incluso las cosas. Una mochila, una llave, un lapicero cobran vida y
nos narran historias y nos trasmiten mensajes de sabiduría.
Un árbol, una silla, el
velador de un dormitorio, cuentan sucesos al mirarnos vivir, porque son
testigos de nuestros actos y desvelos, de nuestras inquietudes, gozos como
sufrimientos.
4. Es
alcanzar
a
la otra persona
Todos los seres tienen
una versión del mundo por decir o por contar: Así, dice la gallina, como reproche:
– Poni y poni
y sin zapatos.
Y el gallo le contesta:
– No hay zapatos
que te calcen.
No hay zapatos
que te calcen.
Por eso, Montaigne decía que la palabra es mitad
de quien la pronuncia y la mitad de quien la escucha. Entre ambos
interlocutores es que se construye una noción de mundo y de vida.
Escuchar es alcanzar a la
otra persona en el deseo de expresarse así misma aún sin palabras.
5. Memoria
de lo oído
Escuchar es leer oralmente, la voz y la palabra.
Más aún cuando ella recién nace. Cuando su nacimiento o su arraigo son
incipientes. Donde la voz y la palabra es un hilo, una hebra, o una cinta muy tenue.
Pero que une mundos, sobre todo los interiores:
el del oyente que está con toda su carga interior en ebullición: fantasías,
anhelos, angustias, y el de la persona que habla y emite un mensaje.
De allí que buenos ejercicios para practicar todo
esto, son: transcribir cómo habla un niño. Reproducir la conversación de dos
personas que hablan en el mercado. Hacer el resumen de una conferencia.
Escuchar nuestra propia voz. Hacer que el niño
escuche su voz en la grabadora. Practicar memoria de lo
oído.
6. Mundos
nuevos
Y es la literatura infantil la que nos enseña que
todo tiene voz. Porque ella hace hablar al cuaderno, al lápiz y al borrador.
En ella, a todos damos voz; a la rana, al árbol,
a la piedra y a la flor.
Y es hermoso cuando hablan los seres y las cosas.
En donde de todo queremos escuchar su voz, que diga su palabra y que exprese
algo, que se pronuncie con sus propias emociones y pensamientos.
Es más: le prestamos nuestro aliento y nuestros
latidos. Como también nuestras ideas y hasta nuestros destinos.
Y que hará de nuestro propio lenguaje un habla
que se ha fortalecido con lo que es de todos.
Y esa síntesis será un cambio de mucha
trascendencia, capaz de resumir, de proteger y conducir hacia mundos nuevos.
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