Siendo
aquello que lo inspiró el vuelo de unas aves que se perfilaron nítidas en su
sueño mientras acampaba en la bahía de Paracas.
Eligiendo
dos colores que caracterizarían a toda una nación el rojo y blanco que desde
entonces tienen su sello indeleble que no deja de tener un contenido místico.
Y lo expreso así porque he visto volar a las parihuanas en bandada al amanecer, desplegadas sus alas en la inmensidad del firmamento en la claridad del alba.
Gral. José de San Martín
2. El rojo
sangre
Fue en
el camino a Incahuasi, en Parinacochas, en el departamento de Ayacucho, que para
mí mismo fue una visión onírica.
Viaje
que emprendí después de capacitar a maestros en Coracora, y a fin de conocer el
nevado del Sarasara y siquiera mirar desde el llano, y lo más cerca posible, su
cumbre nevada envuelta entre celajes.
Lugar
donde fue encontrado el cuerpo inmarcesible entre la nieve enmudecida de la
niña denominada desde entonces Sarita, después de varios siglos de ser
entregada en sacrificio a ese Apu en los tiempos del incanato.
Las parihuanas rojiblancas que volaban hacia esa cumbre eran en realidad Sarita en el blanco de su pureza y en el rojo sangre de su sacrificio.
Desembarco de la Expedición Libertadora en Paracas
en
flor
El
vuelo de las parihuanas me acompañó en el viaje desde Chumpi hasta llegar a
orillas de la laguna de Incahuasi para luego ellas subir hacia la cumbre. Tenía
como fondo un cielo límpido, sin una sola nube, y engarzado en él al lucero
arrebolado del alba.
Y la
luna creciente en la alborada, hecho que ha quedado en mi alma para siempre imborrable
como un signo, como un mensaje cifrado y como una clave en mi destino.
Y que
para mí constituye una experiencia sobrenatural en relación a nuestra bandera,
teniendo a la vera del camino los maizales en flor. Y después las lajas, las
pedregosidades y la tierra yerma.
Proclamación de la Independencia del Perú
4. Luce izada
y flamea
Vuelo
de las parihuanas que lo relaciono a cómo don José de San Martín concibió la
enseña del Perú al quedarse dormido a la vera de la playa en Paracas, luego del
desembarco de la Expedición Libertadora.
Para
ver de nuevo, pero ya en la dimensión de los sueños lo que había visto en la
realidad.
Y que
era el vuelo de las parihuanas rojiblancas. Teniendo como fondo el cielo
abierto, pero ya no del mundo físico sino de la quimera y la ilusión de una
nueva nación que recién se fundaba.
Y el de
las utopías por venir, que es donde luce izada y
flamea más que nunca toda bandera verdadera.
A lo
que sumo, humildemente, haber visto yo mismo vivos esos colores volando hacia
la cumbre del nevado Sarasara de Incahuasi.
Parihuanas
5. Aves
en vuelo
Pico
nevado donde una niña sacrificada representa, en el blanco de la bandera, su
invicta pureza. Y en el rojo de sangre su sacrificio en aras de lo sagrado.
Por
eso, aprecio mucho que la bandera del Perú tenga en su fondo los elementos que
tiene.
Y que
parten y se funden desde el momento y el lugar en donde fuera concebida, como
es la inmensidad del mar y el rumor de las olas.
Y es
así, puesto que a la vera del océano fue que don José San Martín se quedara
dormido y la imaginara.
Recogía,
además, en su diseño primigenio la imagen de esas aves mitológicas, como son
las parihuanas. Y no de una sino de una bandada de ellas.
Ramón Castilla
6. Siempre
valerosos
Teniendo
como escenario la bóveda sideral, porque son aves en
vuelo, aunque no del cielo real sino del imaginario.
Que
para mí es tanto o mucho más importante que el mundo superficial de los enseres
y las cosas comunes y corrientes con que nos tropezamos a diario.
Siendo
que sus colores simbolizan en el rojo la sangre de nuestros sacrificios.
Como la
pasión de nuestras creencias, y el fuego inextinguible del amor de nuestras
vidas en aras de algo superior.
Como en
el color blanco está contenida la paz, la pureza inmarcesible del alma, la
transparencia para afrontar cualquier reto de la vida, siempre valerosos y
plenos de candor.
José de San Martín
7. Limpidez
del alma
Si es todo
así, valoremos mucho que nuestra bandera sea el sueño de un hombre que puso,
por delante de todo, la limpidez del alma, de su conciencia y la plenitud de su
bondad humana acrisolada, como la virtud mayor de su espíritu que desde nuestra
bandera nos infunde e ilumina.
La
bandera peruana contiene así no solo nuestra inmensa realidad, sino leyenda,
rito y mito, de tal modo que cuando la veamos flamear en los mástiles posibles
e imposibles.
Veamos también
en ella el vuelo de las parihuanas volando por todo lo alto hacia toda cumbre,
también posible e imposible, en todo anchuroso e iluminado amanecer, sepamos que dentro de ella hay alas batientes que alientan utopías .
Y
veamos también en ella el alma de este ser noble, generoso que erigió como la
virtud mayor de su espíritu el ser un hombre honrado como
fue el general don José de San Martín.
Los textos anteriores pueden ser
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