Ya solos, reunidos en los
altos de su casa en la calle Bolognesi de Santiago de Chuco, donde pernocta
gran parte del estado mayor del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, y
antes de dormir, el comandante Luis Felipe de la Puente, les habla:
– No olviden, muchachos.
Mañana partimos y antes de llegar a Trujillo nos dispersamos. Para eso, cada
uno tiene asignadas las funciones que ha de cumplir. Llegaremos por distintas
rutas y en el tiempo que hemos fijado al valle de La Convención, en el Cusco,
en donde encenderemos la antorcha de la revolución. Ya tienen en clave los
contactos que tenemos en Trujillo, Lima y Cusco. Ahora, ¿alguna pregunta?
– Están tocando la puerta,
comandante.
– ¿A esta hora? Y, ¿quién
puede ser?
– Gonzalo, cubre sin que te
noten desde el balcón, lista tu arma. Walter, tú baja y ve quién es, con mucha
cautela. Todos listos a saltar y huir.
– ¿Qué ocurre?
– Es una chiquilla que me ha
entregado este escapulario del Apóstol Santiago, para el galán de Aldo.
– ¡Pobre hembrita! Ya se
ilusionó con este rompe corazones. –Dice en voz baja Gonzalo.
El rostro de Luis de la Puente, en la sombra, se demuda y turba, serio e impenetrable.
2. Es
lógico
Y pregunta a los demás:
– Y, a todos, ¿cómo les fue hoy
día?
– Yo diría que, a mí, como a
Aldo, me fue excelente, comandante. Ha sido un viaje glorioso este que hemos
realizado a su tierra. Conquisté a una damita y la he besado toda la noche, y
la mayoría ha visto la preciosura que es.
– ¡Bravo! –Festejan sus
amigos.
– A mí también me fue
triunfal. He bailado, he tomado solo unas copas, moderadamente como usted nos
recomienda. Y, ¡qué le digo!, no he ahondado mucho en una relación, pero
también diré que besé a la chiquilla con quien más he bailado. Algo tenemos que
a las chicas les gusta y les fascina, y eso creo que es la preparación militar.
– Yo sí le soy sincero, he
estado triste comandante. Todo lo veía con nostalgia. Hubiera querido beber,
pero al igual que a Ernesto, usted nos recomendó mucho ser parcos al respecto.
– ¡Ajá!
– Y, además, no hubiera
estado bien. Había una chiquilla con la cual surgió cierta atracción, pero la
cosa no pasó de allí. La melancolía me ha embargado, la verdad, todo el tiempo,
sin que esto signifique dudas respecto a la decisión ya tomada, comandante.
3. ¡Cómo
le voy a decir eso!
– Es que Alfredo es poeta. Él
escribe versos a escondidas.
– Yo sí lo he pasado de
albricias. La chiquilla se llama Carmen y ha sido una conquista completa. Ella
incluso espera que nos sigamos viendo. La pobrecita no sabe que mañana, por más
que pregunte por mí ya estaré lejos: y seré viento, niebla, cierzo. Pero ¡no me
quejo!
– ¿Verdad? ¡Esa chica es
linda! –Dice un compañero.
– ¡Este pueblo es de niñas
hermosas! ¡Lástima no quedarnos más tiempo aquí!
– ¿No es cierto? Es preciosa
la chiquilla. Y me ha confesado que conmigo ha sido su primer beso.
– ¿Sí?
– Y pobrecita, ¡ha llorado al
dar su primer beso!
– Lástima que ya nos vamos.
– Pero, ¿qué le dijiste para
que se ilusione de ese modo?
– Tú sabes, ¡siempre hay que
florear un poco!
– ¿Le expresaste que ya te
ibas?
– ¡Cómo le voy a decir eso!
¿A qué mujer la convences diciéndole que ya te vas? Al contrario, que me quedo.
4. Es
de noche
Es de madrugada y Luis Felipe
de la Puente Uceda se pasea entre las camas, donde están acostados y
conversando casi en la oscuridad los jóvenes que forman su círculo de comando.
Con ellos ha venido a
despedirse de su tierra natal, Santiago de Chuco, para iniciar la guerra de
guerrillas, e intentar la transformación social del país.
La guerra popular se hará
abriendo cuatro frentes: en Junín, Ayabaca, Pataz y el Valle de la convención,
en el Cuzco, que él mismo se encargará de dirigir.
Cuando todos han expresado lo
que querían contar en torno a sus experiencias de hoy día, se oyen sus pasos resonando
interminables, yendo y viniendo por la habitación. Y luego se le escucha decir.
– Así que ustedes por lo que
trasuntan en su conversación se ufanan de haber conquistado a una y otra
jovencita del pueblo, ¿no? Pero acaso, ¿Van a quedarse aquí? ¿Van a continuar
con ese cariño? ¿Van a constituir aquí un hogar y una familia?
Todos guardan profundo
silencio, y él mismo se responde:
– ¡No! Entonces, ¿Por qué lo
hacen? ¿Solo por divertirse? ¿Por el jolgorio del momento? ¿Por tener una
aventura?
5. Nosotros
mismos
– Si hubieran podido de
repente pasaban a dejarlas embarazadas y con un hijo a cuestas, ¿no? ¿Eso es
responsable? ¿Eso es revolucionario? ¿Para eso hemos iniciado esta gesta y
estamos arriesgando la vida? ¡Qué pasa! ¿Se sienten solos, abandonados, vacíos?
¿O les domina el miedo y el ego? ¿Qué les ocurre? Lo que han hecho es
reaccionario, que es aquello contra lo cual luchamos. O, ¿contra qué
combatimos? ¿No es contra la falsedad, la corrupción y lo impuro? La práctica y
la actitud que ahora ostentan es del orden viejo y dañado que queremos cambiar
y desterrar de nuestras vidas. ¡Porque, lo que han hecho es mentir y ser
cobardes! ¿Me escuchan?
– Sí, comandante.
– ¡Estamos luchando por amor
a la justicia y a la verdad! ¡Nuestra pugna es moral! ¡O no es nada! Vamos a
instaurar el amor legítimo entre los seres humanos. Y ese amor es para no tener
equívocos, farsas o devaneos. ¿Se puede entonces engañar? ¿Y se puede prometer
sabiendo que no se va a cumplir? ¡No! ¡Los cambios hay que hacerlos y lograrlos
primero en nosotros mismos, en el fondo de nuestras conciencias! ¿Me escuchan?
– ¡Sí!
6. En el principio
del mundo
Luis Felipe de la Puente
Uceda ahora nuevamente se pasea en silencio por entre las camas. Sus pasos son
firmes, parejos y contundentes. El piso de madera del amplio dormitorio cruje
bajo sus pisadas.
Es de noche y la oscuridad es
intrincada, pero todos están con los ojos abiertos. Nadie los cierra. Todos
escuchan conteniendo el aliento.
– Porque les digo, ¿qué es el
beso? Ahora que cuentan que han besado a las muchachas de este lugar. El beso
es comunión, es aliento confundido; es respiración unida de dos que se hacen uno
solo. Es juramento. ¡Y se jura cuando hay que sobrellevar sacrificios tremendos!
Es hacerse una sola saliva y una sola sangre; donde allí fermenta un solo
destino. De allí que todo beso es germinal. ¿Escuchan?
– ¡Sí! ¡Escuchamos!
– El beso es unir destinos
que vienen desde lugares y tiempos distantes, separados y remotos. ¡El beso es
un largo camino! Es un encuentro en el principio del universo. Es remontarse
juntos al comienzo de la vida, como al porvenir. Y al final de todo, si es que
lo hay; porque lo seguro es el inicio. Todo final es incierto.
Luis Felipe de la Puente Uceda
7. ¿Por qué
luchamos?
Suenan doce campanadas en la vieja
torre de la iglesia. Él continúa:
– El beso es más que la unión
sexual, en cuanto a identificación. Y, en cuanto a entrega, tiene un
significado mayor. Porque se da en la parte central del rostro y de la cabeza.
Nada desnuda y demanda tanto como el beso, porque está muy cerca de la memoria,
de la visión y de la utopía. ¿Me entienden?
– Entendido, comandante.
– Y, el beso, sin dejar de
ser pasión, está alumbrado por la razón del cerebro y del corazón. Es habla
callada. Es cuando las palabras entran en silencio. Es llegar al gran
manantial. Es por el beso que seremos juzgados y salvados. ¿Recuerdan el beso
de Judas?
– ¡Sí, comandante!
– Jesús fue traicionado con
un beso. Por eso Jesús es desolación absoluta y total. ¡A Jesús, que es el
pueblo, hay que reivindicarlo también con un beso adorable hacia los pobres del
mundo! Ya que vale preguntarse: ¿por qué luchamos? ¿Por qué dejamos todo?
Familia, trabajo, estudios, amigos. ¿Y subimos a las montañas? ¿Por el afán de
disparar un fusil?
– ¡No!
8.
Es cuando
los
vigías duermen
– Luchamos por todo lo noble
de este mundo, por el honor, por la dignidad y la justicia. Luchamos porque el
beso no sea ni frivolidad, ni mucho menos una mentira y jamás una traición como
la de Judas. Por eso hacemos la revolución para que todo sea auténtico y
legítimo. Para que los hombres confiemos los unos en los otros. Estamos
luchando porque lo que importa es el ser, y a que se haga ley humana la
fraternidad.
– Comprendido, comandante.
– La vida no es broma, ni
burla, señores. Y no es para gastarla ni dejarla escurrir entre los dedos. Es
para llenarla de verdad. ¡No es lo efímero, la vida es trascendente! Es
devoción para orientarnos hacia los ideales y hacia los demás. Y es adoración
para no desfallecer. ¿Me escuchan?
– ¡Escuchamos, comandante!
– El beso es deponer todas
las armas. Es bajar todas las guardias. Es cuando los vigías duermen. Es haber
llegado al final de todo y empezar de nuevo. Y, finalmente, ¿qué es el amor?
¿Acaso el amor hay que concebirlo como conquista, como arrebato o cómo botín?
– ¡No!
9. Fuera de eso
no hay nada
– El amor es encuentro,
creación compartida, comunión sacrosanta. ¡Es consagración! ¡No es aventura ni
deliquio pasajero! No es frenesí momentáneo, ni tampoco una quimera. ¡Menos es
jugar, aprovecharse de la ocasión o divertirse a costa de la ilusión de las
otras personas! La vida tiene que ser verdad siempre. Fuera de eso no hay nada.
¿Entendido?
– ¡Sí!
– Por eso estamos renunciando
a todo, para acortar la distancia entre lo eterno y lo terreno, entre lo
sublime y cotidiano. Hemos venido a decir adiós a algo sagrado. Vamos a
atravesar una prueba suprema, enfrentar a uno de los ejércitos más poderosos de
América Latina. Podemos caer y hasta morir, pero lo que no debemos permitirnos
jamás es traicionarnos a nosotros mismos. Esta es una despedida. Y que en una
despedida no se vuelva a mentir. ¿Está claro?
– ¡Está bien claro, mi
comandante!
– Y recuerden esta consigna:
Un hombre puede dormir al lado de una mujer desnuda, y la tiene que respetar.
¡Eso es ser un hombre, y no a la inversa! Y yo en todo pongo mi vida como
ejemplo.
Y continuó paseándose ya en silencio hasta el amanecer. Mientras, poco a poco, sus hombres de confianza se fueron quedando dormidos.
Luis de la Puente en Mesa Pelada
10. Un destello
de luz
Ya el sol de la alborada dora
las espigas. Y los guerrilleros dan la vuelta a la curva de la Piedra bruja, y
después ya están en Huayatán, cuando el sol se pinta en las cumbres de los cerros.
Y he aquí que vuelven a
detenerse en “La curva del camino donde lloró César Vallejo” cuando venía de
Lima. Y que lo hizo al mirar el cementerio, en donde yacía su madre muerta, y de
quien se despidió estando viva.
Y allí se detienen a
contemplar desde la altura el pueblo de Santiago de Chuco en la hondonada y en lontananza.
Ya es el retorno. Contemplan
largo rato aquel conjunto de casas como un rebaño de ovejas en una pendiente, tiernas
y bermejas.
El pueblo, al centro de los
promontorios que lo rodean, es un diamante entre un collar de perlas,
incrustado entre las rocas y las hondonadas de tres ríos.
¿Qué hay en ese conjunto de
casas enclavadas en una cadena de cerros ariscos? ¿Qué hay de pegado a estas
piedras? Es un destello de luz en las pupilas.
En varios rostros temblorosos
hay lágrimas indómitas que surcan sus mejillas. Y todos se juran regresar hasta
aquí algún día, sea en cuerpo o convertidos ya en espíritu.
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