viernes, 26 de marzo de 2021

26 de marzo. Día de la palabra. / La palabra como casa.


26 DE MARZO
DÍA DE LA PALABRA

LA PALABRA
COMO
CASA

Danilo Sánchez Lihón





El 26 de marzo del año 2014 Mario Vargas Llosa
inauguró este día, a iniciativa de su hija Morgana,
como Día de la Palabra, leyendo poemas de César
Vallejo, al igual que se hace en España por esta
fecha, en que se leen fragmentos de la obra de Miguel
de Cervantes Saavedra, autores entre quienes hay
muchas coincidencias que Capulí, Vallejo y su Tierra
trata de poner de relieve e instituir como vínculo de
humanismo, de diálogo entre culturas e hispanidad.




1. Crear
mundos

El niño cree que con el lenguaje se hacen las cosas. Y no solo ellas, sino el universo entero. Él cree que el cerro, el árbol, el río son palabras que hacen surgir realidades.

Son los vocablos los que crean el mundo; y que, si estos se niegan y estropean, se agrandan o se achican, se enojan o se alegran, perviven o fenecen, el mundo entero se transforma de acuerdo a ese talante.

Porque en verdad cada palabra es un receptáculo de energía, y porque es cierto que es con las palabras que se puede cambiar el mundo y crear mundos nuevos.

Por eso las palabras y las cosas deben estar unidas lo más posible, a fin de que al mover esta dimensión del ser se mueva la otra.

 


2. La patria

soñada

 

Ahora bien, quien se enamora del lenguaje se enamora de la verdadera energía de un pueblo, se prenda del alma de ese pueblo, de su dulzura y de su esencia.

Donde cada perla auténtica y genuina lo es de nuestro lenguaje, que se da en vocablos y decires que están empapados de vida, casi siempre de ternura, de respeto y de candor.

Las palabras, cada una de ellas resultan así amuletos y abalorios, deslumbramientos y apariciones. De allí que sea cierto concluir que nuestra verdadera casa es el lenguaje.

Y hasta la patria soñada no es otra que el idioma con el cual o nos enredamos o hundimos o con el cual logramos sobresalir hacia panoramas amplios y extensos de promisión.

 


3. El cielo

azul

 

La palabra es un juguete mental, una pelota de ilusión que se pasa, se tira, se recoge.

¡Que rebota! A veces se nos va de las manos, y nos hace correr tras ella.

Todo eso, ¡está bien, pero hagámosla nuestra casa!

La palabra es la cometa que uno mira bailar en el aire, y mientras la miramos pensamos en muchas cosas.

¡Está bien, pero hagámosla casa! ¡Y casa para compartir!

Casa abierta, casa que se comparte, casa en lo alto donde se posa el sol y la luna arrebolada. Y que la brisa bate con sus ondas de plata.

Donde las palabras sean palomas y vuelen por el cielo azul. Y ánimas vivas que tienen un destino y se van por los caminos, cada una con una aventura por recorrer.

 


4. Tienen

poder

 

Está bien, ¡pero hagámoslas casas y universos, con soles, lunas y estrellas dentro de una bóveda azul!

Como cuando decimos:

“En verano, con el sol

sale lento el caracol.

Caracol, col, col,

saca tus cachitos

¡y ponlos al sol!”

De eso se trata en la educación. De construir esa casa. De conquistarla, de hacernos poseedores, habitantes, constructores de esa casa, por mínima o pequeña que sea. Porque en la palabra está el ser del hombre.

Sumirnos en ellas es ser libres, es hacernos seres humanos cabales y definitivos, porque además las palabras tienen poder.

 


5. Nuestro

destino

 

Porque todas las palabras son símbolos, es decir fuerza que evoca, representa y significa realidades concretas distintas a la sustancia que las conforma.

Su naturaleza es muy diferente a aquello que las compone o estructura. Así, el lenguaje hablado u oral son sonidos, pero lo que nosotros entendemos son sentidos.

Es decir, realidades muy diferentes y variadas, compuesta por los hechos que son elementos que denotan y connotan.

Como seres que se rodean de símbolos, que se envisten, que se dejan habitar y que se consustancian con ellos debemos tener una percepción muy nítida acerca de las palabras.

Tenemos que saber cohabitar con ellas y lograr conducirnos eficazmente en ese mundo complejo y en ese plano las más de las veces imaginario.

 


6. Perviven

o fenecen

 

Lo que sucede es que creemos nosotros que habitamos un planeta como es la tierra, que nos apoyamos sobre ella y que es esta geografía la que nos sostiene, ampara y sustenta.

Y de repente ello sea solo parcialmente cierto. Y que tanto como en ella nos apoyamos también, o estamos y sujetos y flotando entre símbolos. Nuestros nombres, por ejemplo, son símbolos. Y nuestros nombres nos rigen. Y cada realidad que vivimos es una textura, un ecosistema y un mundo de símbolos.

Pues bien, esa es nuestra realidad, esa es nuestra condición y así estamos hechos. Lo importante es hacer conciencia de ello y luego ver cómo nos conducimos en esa red o malla que nos envuelve.

O en ese bosque de símbolos con los cuales hemos de construir nuestro destino. Porque son elementos fecundos y son mundos originarios en donde podemos erigir y fundar nuevas opciones.

 


7. El cielo

y la tierra

 

La palabra es lo que configura el mundo. Nos eleva y encumbra o nos hunde o sumerge. La palabra precisa, cabal y cierta cura, remedia y sana. Redime y salva.

Lo que alcanzamos a decir nos lleva por su rumbo. Lo que dejamos de expresar nos dejó desolados en una esquina y en medio de lo inerte.

Cristo todo lo hizo y ejecutó con palabras, ni siquiera escritas, sino dichas al aire, o al viento, pero que han quedado eternizadas.

Quien resucitó a Lázaro no con pócimas, ni yerbas ni masajes. Tampoco utilizó algún brebaje. Y ni siquiera tuvo que tocarlo. Solo le dijo una arenga, un exorcismo, un mandato:

– ¡Lázaro, levántate y anda!

Y Dios mismo creó el cielo y la tierra, los animales y las plantas, el día y la noche, y al hombre mismo, solo con palabras.

 

Fotos 1, 4, 6 y 7
Jaime Sánchez Lihón


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