– ¡Vamos, vamos, que ya se
hace tarde!
– ¿Ya todo está en las cajas
y en las bolsas?
– Sí. Ya hijos, entonces suban
al auto.
Ese día, desde muy
temprano, mamas y papas arreglan los disfraces de sus hijos.
Y se ponen la mejor ropa
porque van a asistir a la actuación de los niños en el Centro Educativo Barcia
Boniffatti, en donde cursan la Educación Inicial.
– ¡Qué linda que está la
mañana! –Dice el papá–. Aprecien cómo el brillo del sol dora las casas y los
árboles.
– ¡Precioso! Ojalá que así sea
siempre. –Expresa la mamá.
Ciertamente, el sol brilla
espléndido y las calles lucen límpidas.
En la escuela los padres se
saludan, se toman fotos y se abrazan arreglando los últimos detalles del traje
de sus hijos.
2.
Fiesta
linda
Emilio de siete años saldrá
de legionario del glorioso escuadrón Húsares de Junín, para lo cual luce su
guerrera de paño rojo con tirillas y puños de encaje, con charreteras, galones
y botones dorados.
En su pantalón azul lleva
cosidas presillas gualdas a lo largo de la parte exterior de las piernas,
completando su uniforme un airoso quepí rojo de soldado. El uniforme le queda
impresionante.
Rodrigo en cambio en su
sección de cinco años actuará de ángel para lo cual viste túnica celeste
bordada en la parte inferior con greca bruñida y alas.
Todo con iridiscencias de
plumas de un ser sobrenatural, que remata en una corona hecha de platina
alrededor de la cabeza como un signo de su índole celestial.
El patio de la escuela está
lleno de cadenetas cruzadas de uno a otro pilar, con sillas multicolores ordenadas
en el patio frente al escenario. Y hay puestos de golosinas y helados por uno y
otro lado del local escolar, como lemas en pancartas colgadas con lemas sobre
la educación, que atraviesan de una a otra pared, como también penden globos y
una que otra gracia de bisutería y cotillón. Es una fiesta linda, colorida y
feliz.
3.
Como
si
fuera
Pronto empieza la función.
Después de la actuación de los niños, hermosa y conmovedora en todo sentido,
llega la hora del número que han preparado los papás, con la participación de
padres de familia de una y otra sección. La que va a empezar ahora es una
creación colectiva que mamás y papás han ensayado todos los fines de semana del
último mes.
Para eso, las mamás mujeres
salen corriendo por el escenario, simulando ser gallinas con un pico rojo de
cartón a la altura de la boca y una vestimenta que semejan plumas cosidas y
colgadas de sus hombros, cacareando bulliciosas, con gracia y diversión:
– Cocorocó, cocorocó. –Se
escucha en su accionar.
Se trata de una historia en
la cual un lobo feroz, disfrazado de un inofensivo cordero, entra en el corral
de las gallinas. Y que indudablemente las va a atacar, pero simulando ser una apacible
oveja, balando insistente y desplazándose por uno y otro rincón:
– ¡Me! ¡Me! ¡Me! –Como si
fuera un inofensivo carnero inofensivo y extraviado. Eso aparenta ante las
gallinas. Pero, dirigiéndose ante el público donde están los niños se burla de
las gallinas mostrándose como un lobo feroz.
4.
Allí
es
que
Las gallinas, al principio,
cacarean contentas y muy animadas, luciendo su pico rojo de cartón y con sus alas
de diferentes colores y tonalidades.
Pero en algún momento el
que parece un manso cordero descubre ante los niños su naturaleza atroz de lobo
malo, perverso y feroz, remplazando su máscara de ovino por la de un lobo agresor.
Ahora ante las gallinas ha
descubierto ser un enemigo temible que aúlla y da terribles manotazos
persiguiéndolas a las mamás.
– ¡Grrr! ¡Grrr! ¡Grrr!
–Gruñe el malvado.
Allí es que muchos niños se
desesperan. Y arrancan asustados a llorar. Además, por la facha temible del
lobo que ahora luce, y el revuelo que causa en el corral.
Y porque ven a sus madres
correr de un lado a otro, escapándose del embaucador.
– ¡Cocorocó! ¡Cocorocó! ¡Cocorocó!
–Cacarean mientras tanto llenas de espanto las gallinas.
5.
Esto
enerva
El lobo es un padre vestido
con ropa deportiva, a la cual ha cosido en el fundillo del pantalón, y en la
parte de atrás, una cola temible de lobo mayor.
Cola que al principio ha
tenido enrollada sin que se note ante las gallinas, pero sí ante el público
ante quien se ufana de ser un lobo hambriento y dispuesto a cazar. Cola que
ahora luce y bate junto con una máscara que muestra unos dientes inmensos y
unos ojos desorbitados.
– ¡Grrr! ¡Grrr! ¡Grrr!
–Sigue gruñendo y tira con la mano su cola impresionante por el aire.
Los adultos que están entre
el público tratan de calmar a los pequeños, pero uno y otro se contagian del
susto que les produce la fiera y lloran desconsolados. Esto enerva a los
actores. Creen que están haciendo bien su papel, y que está saliendo de
maravillas su actuación. Y todos en el proscenio exageran aún más su pantomima.
El lobo, para hacer más
dramático todo, hostiga a la concurrencia al borde del escenario, diciendo que
va a devorar a todas las gallinas. Y da saltos por uno y otro lado, lleno de
bravura y crueldad.
6.
¡No lloren,
niños!
Emilio, de siete años de
edad, quien es un niño serio y sensible, no se ha dejado asustar. Y viendo que
sus compañeros se mueren de miedo y algunos se deshacen en llanto, sube al tabladillo
y explica a gritos:
– ¡No es un lobo! ¿No ven? ¡Es
un papá disfrazado!
Los actores siguen su
actuación enardecidos por la barahúnda que están causando. Al parecer les
agrada sobre manera el efecto que están obteniendo. Hasta se pensaría que para
ellos era su propósito y objetivo alcanzar esta zozobra.
Esto encoleriza a Emilio.
Sobre todo, cuando ve que el lobo ya empieza a coger a las gallinas para devorarlas.
El niño esta vez advierte:
– ¡No lloren, niños! ¡Van a
ver que no es un lobo, que es un papá! –Y avanza resuelto detrás del lobo,
mientras éste simula tener dominada a una de las mamás, tira Emilio fuertemente
de la cola de la fiera estirándola cuánto puede hacia abajo y hacia atrás.
7.
Quizá
por
eso
El buzo de elástico del
actor cede y el papá lobo queda en el centro del escenario, con los pantalones
en los pies y con una breve y ridícula trusa roja desflecada como ropa interior,
que deja al descubierto unas piernas escuálidas, esqueléticas y lampiñas.
El público repentinamente
enmudece ante la sorpresa.
Como la escena para los
actores es intensa, el padre bufa entre ser lobo o solucionar el problema de
los pantalones. Mientras Emilio grita a los niños:
– ¡Ya ven! ¡Ya ven! ¡No es
un lobo! ¡Es un papá que se ha disfrazado!
Los niños dejan de llorar y
todos empiezan poco a poco a reír. Adultos y chicos ahora ríen a grandes
carcajadas.
En vez de estupor, sorpresa
y alaridos ahora el público ríe a más no poder. El desconcierto ahora es de los
actores, del lobo y las gallinas, que ahora no saben qué hacer
Quizá por eso reza el
proverbio: Nada más justo y verdadero que un niño. Y no hay nada más saludable
ni mejor remedio que la risa.
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