Escuchar es un don supremo, como es un
aprendizaje arduo y sutil; sino preguntémonos: ¿cómo es que el niño a muy
tierna edad, casi paralelo a dar sus primeros pasos en la vida, también aprende
a hablar?
Y lo hace: ¿con qué recursos? ¿Con qué
estrategias? O, ¿valiéndose de qué medios? De ninguno. O, mejor dicho, ¡de todos!
O, si queremos decirlo de mejor modo: lo
hace con la actitud infalible, contundente y perfecta, a partir de la cual se
desprenden todos los demás aprendizajes y dones, cual es con el arte de escuchar.
Simple y llanamente lo hace escuchando,
que es cómo alcanza a realizar el niño el aprendizaje más cabal, completo y
exitoso, como es el de aprender a hablar una lengua humana.
Lengua que es un cúmulo asombroso de
siglos y milenios de saberes y tradiciones. En tal sentido, saber escuchar
entonces es un arte complejo y supremo.
al amanecer
El niño realiza de manera estupenda esta
performance porque es prodigioso en el arte de escuchar. Porque es un excelente
y extraordinario decodificador oral. Porque utiliza todos sus sentidos,
principalmente el de los ojos.
Porque mientras escucha analiza,
clasifica, organiza y aplica mentalmente las estructuras profundas que va
asimilando y que forman parte de la nomenclatura de una lengua.
Y no solo se escucha el lenguaje verbal
sino el palpitar profundo del ser del universo.
He aquí el siguiente apólogo, que nos
ilustra un tanto acerca de lo que venimos diciendo:
Cierto día Kabir envió a su hijo Kamal
al campo a cortar un poco de hierba. Kamal se fue al
amanecer. Ha llegado el mediodía y aún no regresa.
3.
Bailé
con
ella
Ya es el atardecer y el hijo aún no
regresa. Kabir aguarda. Las vacas que crían están hambrientas. ¿Dónde se ha ido
Kamal? Entonces Kabir decide ir a buscarlo.
El sol se está poniendo, el viento
sopla, la hierba ondula como las olas en el campo.
Ahí está Kamal, cimbreándose al compás
de la hierba ondulante. Todo el día se lo ha pasado así.
Kabir llega y le dice, “¿Te has vuelto
loco Kamal? ¿Qué es lo que haces?
De repente Kamal es traído de vuelta a
un mundo diferente y dice, “¡Oh! me volví como la hierba.
Me moví con ella, bailé
con ella y olvidé el por qué había venido aquí. Dímelo ahora, ¿a qué vine?
4. Esencia
de algo
Kabir le precisa: “¡A cortar hierba del
campo!
Entonces Kamal se ríe y le contesta, “¿Cómo
puede uno cortarse a sí mismo? Hoy no es posible.
Volveré otra vez y lo probaré, pero no
puedo prometerte nada porque he conocido una dimensión distinta.
Un mundo diferente se ha abierto ante mí.
Hoy escuché el compás y la música de la hierba, me volví tal y me sentí feliz.
Y en eso radica en parte el arte de
escuchar. En ser el otro, en ingresar a la esencia y al fondo de los seres, de
los fenómenos y las cosas.
En ser tan dúctil y libre que podamos
consustanciarnos en cada situación con la esencia de
algo.
5. Odres
nuevos
Porque, ¿qué es lo que le ocurre en esta
instancia a Kamal? La identificación plena, la empatía henchida y la totalidad absoluta
con la vida y el universo.
Deja de ser el hombre ordinario y
alcanza la trascendencia en el ritmo con que se orientan los otros seres. Entra
a otro cuerpo, a sumirse en otra instancia, dejar de ser parcialidad para
hacerse totalidad.
Escuchar es entonces un largo proceso de
reconocimiento en diversos planos y de procesamiento interior en diversos estratos,
niveles y alambiques.
Donde participan todas las facultades y
dones de que estamos dotados los seres humanos, para producir una síntesis como
si escanciáramos vinos nuevos en odres nuevos.
6. Creado
y por crear
Oír es distinto a escuchar. Es en
realidad otro asunto. Es una facultad innata, sensorial y perceptiva. En su
sentido más lato es una función mecánica. En cambio, escuchar es un largo
aprendizaje.
Es un arte y como todo arte implica
dominios, talentos y arduos aprendizajes hasta el punto de constituir una
sabiduría. Hay muchos hombres que pueden decir cosas buenas, pero pocos son las
que la saben escuchar.
¡Así, ¿cómo evitamos las guerras, los
enconos y desavenencias? Con el entendimiento. ¿De qué manera ponemos las bases
para que los conflictos aminoren, o ya desatados, se disipen sobre la faz de la
tierra? Sabiendo escuchar.
¿Se puede alcanzar todo esto sin cultivar
la concentración de los sentidos, sin inteligencia de la mente y sin meditación
del alma y del espíritu? ¿Se puede transformar la vida sin consustanciación con
lo creado y por crear?
7. A
los ojos
Ahora bien, el niño ¿cómo aprende a
hablar una lengua? Creo que meditando mucho. Pero, para meditar no necesita
apartarse a un lugar solitario ni agachar la cabeza ni arrodillarse ni juntar
las manos en actitud piadosa.
Él aprende a hablar y medita mirándonos
a los ojos. El absorbe con empatía total, mirándonos de frente y sin pestañear.
Él medita con nuestro cerebro, se
introduce a nuestra manera de pensar, como Kamal escuchó el palpitar y el latir
de la hierba del campo. El escucha con el corazón, con el alma y con la
conciencia del otro.
Práctica que si lo cultiváramos también los
adultos serviría para evitar las peleas en el hogar y en la comunidad, pero
también las guerras entre los bandos y entre los pueblos.
De allí que la mirada del niño sea tan
directa, tan transparente, tan fija. Y al fondo de todo lo que se puede
alcanzar mirando llanamente a los ojos.
Los textos anteriores pueden ser
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