– Era
abril, ¿te acuerdas?
Lloraste. Y hasta ahora no sé si fue de
estar juntos o de ver el agua brillante que se desliza como lágrimas por las
peñas pulidas de enfrente.
Por eso, los días del mes de abril ya
nunca nos serán ajenos, sino para siempre nuestros, tuyo y mío.
Aunque los zarzales, las retamas y zarzamoras
de los campos, en donde nos sorprendiera la lluvia, fueran libres, aquel
instante y esa parte del camino serán eternamente de los dos para toda la vida.
Era abril, cuando los árboles, antes
talados, se llenan de brotes nuevos.
Cuando es difícil respirar, porque todo
absorbe y exhala su aliento y su fragancia profunda de mundo que nace y que
recién se origina, nos rebosa y extasía el alma.
2. El borde
de tu pollera
– Era abril, ¿te acuerdas?
La tierra de los caminos aún estaba
húmeda y en algunos sitios se había empozado el agua parda de extremo a extremo
del sendero.
En ella se reflejan las pencas y su
maguey inhiesto que, mirado en el agua se pierde entre las nubes. Refleja
también, temblorosa, la orilla de tu falda de niña.
Pero no hay manera de pasar, porque no
hay portillos para salir fuera del camino.
Entonces amarras tu trenza, te descalzas,
remangas tu vestido y con tus pies desnudos entras a ese charco plateado
Con sus aguas quietas que ondean en
torno tuyo y que te reflejan desde el fondo. Y va mojando el
borde de tu pollera.
3. Colmadas
de flores
– El agua está tibia y no hay piedras
al fondo. ¡Entra! –Me dices desde el otro lado. Y mientras sonríes empuñas tu
falda y la escurres.
Ya en el pueblo también hay calles por
las cuales no se puede transitar todavía, porque bajan aún por ellas
desbordados los torrentes que despeñan su agua espumosa y blanca.
Y se desliza el agua colmando y repletando
las acequias.
Otras aceras hay donde la yerba ha
invadido los cimientos por donde antes íbamos y veníamos y que guarda el
registro de nuestros pasos.
Y en ellos, de nuestros latidos.
En otras calzadas crecen juncos,
helechos y geranios. Y hasta en los muros y en lo alto de los techos hay
plantas que asoman colmadas de flores.
4. El ser
y la
esencia
– Era abril, ¿te acuerdas?
Mes fecundo, porque en él todo se
despereza, despierta y estalla en brote, en mieses o en retoños que invaden y
cercan hasta las ventanas y las puertas.
Mes en que se ara la tierra y en ella se
deposita la semilla que ha de brotar en tallo, en espiga y después en fruto.
Mes dulce porque en él todo es tierno y fresco
como pétalos de flor que se despliega, y nos brinda su aroma y su licor
profundo.
Mes que junta, que atrae, que consolida.
Para que otros bifurquen senderos, mes que deja huellas hondas e indelebles,
para que otros separen y olviden.
Es la vida que pugna por abrirse y se
erige lozana. Es el ser y la esencia del universo
que surge desde adentro o desde el vientre de la tierra. Es la vida que estuvo
oculta y hoy aflora.
5. Ya
en la campiña
– Era abril, ¿te acuerdas?
Cuando salimos de amanecida tú con tu
rebozo de niña y yo con mi alforja de fintas rojas y blancas.
Cuando entre piedra y piedra de la
vereda crece alguna yema. Y entre todas emiten un vaho hondo y fragante.
Es la naturaleza que se renueva y que
para abril germina.
Los techos de las casas florecen, sea de
tallos que se elevan, sea de esa flor que se pega a la superficie oblonga de
las tejas.
Y que se extienden como un musgo blanco
verdoso y que nosotros llamamos con el nombre de Flor de piedra.
Ya en la campiña hay miríadas de esporas en torno a un cactus, a un
maguey, a un charco de agua.
6. Gratitud
por lo creado
Mes en que se siembra y la ilusión de
los brotes y retoños que han de nacer hace que el rostro de los seres se torne
de ensueño.
Mes transido porque en él todo es
adorable: el cielo límpido y de un aire diáfano.
Es abril con sus golondrinas que cuelgan
sus nidos al borde de los aleros y revolotean con vuelos vertiginosos rozando
sus alas con las espigas.
Con el aroma a manzanilla que recoge el
viento cuando se da de volantines por las colinas. Cuando se eleva de la tierra
y alcanza a irse a las estrellas.
Es mes de fe, de inclinación por lo
sagrado, donde se halla consuelo, compasión y gratitud por todo lo creado.
7. Fuego
que estalla
– Era abril, ¿te acuerdas?
Mes en que nos quisimos. Mes en que todo
florece, brota y estalla. Revientan las hortensias en el patio y en las
macetas. Y las costuras en tus vestidos, cuando todo te queda ajustado y
pequeño, por encima de las rodillas.
Mes íntimo, donde todo mana y asoma en
silencio. Mes en que nos quisimos con pura ilusión e inocencia aterida.
Tú, ¿cómo me recordarás? Como quien nada
sabía. Pero, ¿te acordarás siquiera de aquellos días?
Mes en que el sol lo descubre todo, como
la lluvia lo oculta y olvida. Mes también en que todo se pierde, desaparece y
es efímero, como la vida.
Donde el amor se enciende como un fuego fatuo, como una flor que se abre en lo más
apartado del huerto. Por eso, eres tú la que apareces cada abril en lo profundo
de mis sueños.
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