domingo, 25 de abril de 2021

25 de abril. Día de Huamanga. Donde se canta el yaraví. Esa flor herida.


25 DE ABRIL
DÍA DE HUAMANGA
DONDE SE CANTA EL YARAVÍ

ESA
FLOR
HERIDA

Danilo Sánchez Lihón





Un yaraví de sangre que se cuela
en nostalgias de sol.
César Vallejo


1. Destino
a cuestas

 

El yaraví es herida en el alma, y que está abierta. Y, en muchos casos, ¡no sabemos por qué! Quien fue. Quién la hizo. Y que nada hacemos por apagarla.

Y a qué razón se debe el haberla encendido. Porque el yaraví es cuchillo que cercena el alma.

El yaraví es triste. Es expiación profunda. Y es que así somos. Así estamos hechos. Y en eso hay estigma y marca en la frente y en el torrente sanguíneo.

Peor si fuéramos superfluos, peor la inconsistencia. Es mejor este martirio y este cauterio. Porque es nuestra herencia y en ella hay eternidades.

Es la mujer del ande, delicada como una flor de pureza suprema. Y ausente hasta enajenarnos de nostalgia, de melancolía y de pena.

Yaraví es el hombre solo con su destino a cuestas.

 


2. La paja

brava

 

Somos tristes. ¡Y qué! Que nos quedamos callados, o nos vamos, y enmudecemos. ¡Si!

¡Que tenemos el corazón palpitante en la mano! Es cierto. ¡Y qué hay por eso! ¡Y que en el fondo estamos llorando! ¡Así es! ¡Y qué!

Y, siendo así, ser en todo, ¡indios! No lo negamos. Somos ríos profundos, nieves eternas, horizontes cubiertos de flores silvestres.

Somos también hondonadas y valles sembrados de trigo y maíz.

Altozanos donde crece el anís y el toronjil. Y donde te he querido tanto. Somos pómulos y mejillas moradas, donde se han quedado los arreboles del crepúsculo en la paja brava.

 


3. Nuestros

pasos

 

Yaraví, porque en tus letras el tormento también se llama suerte, fatalidad, estigma.

Pareciera que contigo arrastramos la marca de un destino a quien se le exige todas las pruebas y todas las cuotas de sacrificio.

Pareciera que contigo, yaraví, el acaso nos hubiera impuesto con sus rejas y cuchillos una prueba de valor supremo a cumplir.

Es la rueda del azar y de cómo gira el universo. Es la ruleta de los días y de cómo nos señalan con su flecha adónde ir.

Pero juntos contigo hemos de estar, yaraví, sin perder nuestros pasos. Y habremos de ser lo que somos.

 


4. Todo

está bien

 

Hay adioses en nosotros mismos que desconocemos, como encuentros y hallazgos impalpables e imprevistos.

De: ¡Me voy! ¡Adiós! Y así ella desapareció delante de mí. Donde la tumba es poco. Donde la muerte es nada.

Sencillamente se fue. Por eso, es triste el yaraví. Y yo con él suspiro. Es un gemido leve en una puerta, es llanto que no se oye. Es una leve sombra en una ventana.

Reivindico esa condena. Me abrazo a esa tristeza. Rescato el acongojarme. ¡Por supuesto que lo asumo! ¡Pero si yo estoy así de triste!

Y yo mismo digo sí al adiós. Sí a la ausencia. Sí al separarnos para siempre. Si todo tiene que ser así, está bien, con el yaraví digo que todo está bien.

 


5. Me

iré

 

– Es yaraví, ¿es aflicción?

– ¡Claro que sí lo es!

Es la nostalgia infinita de que no estés conmigo, la casa esté abandonada y el patio a oscuras. Y la sed de ti. Y el extrañarte tanto. Pero yo mismo lo urdí así.

Ahora nada quiero sino un retazo de pared donde reclinar mi frente. ¡Y eso es el yaraví!

Me iré. Desapareceré de este mundo. Eso está claro. Y conmigo irá la mirada de tus ojos hasta el fin de los tiempos. ¡Y eso es yaraví!

El hecho de que no pudiera decir nada, ni articular palabra sino solo mirar como disculpándome, ante todo, ante el universo y la vida. Eso es yaraví.

 


6. Grito

de júbilo

 

Profundamente el yaraví es desgarro, es dolor. Pero a la vez de una honda y profunda alegría.

Con la felicidad de tener el privilegio de estar vivos, de sentir el amor henchido en nuestro pecho y a nuestros pies.

Y que en esto y en todo seamos indios. ¡Y sin saber a ciencia cierta qué nos ha sucedido! ¡Qué nos hirió tanto y dónde fue! muy dentro del aliento.

¡Pero eso sí, que nos erigimos sobre la caída y el quebranto! Y lo subsumimos, para desde allí entonar una honda proclama y grito de júbilo que en el fondo es el núcleo del yaraví.

El yaraví viene desde el confín de los tiempos, desde antes de que hubiera siglos y milenios, viene desde la eternidad.

 

Todas las fotos
son estampas de Huamanga
de Jaime Sánchez Lihón

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