Las llamamos “Sacras” en
Santiago de Chuco a tres señoras que viven de la esquina de la Plaza de Armas,
por donde bajan los carros que van a Cachicadán, siguiendo luego una cuadra por
ese mismo rumbo y volteando luego hacia la derecha exactamente dos cuadras y
media.
Calles añejas, de aleros
apolillados y torcidos, con el musgo en sus tejas polvorientas, y con esas
yerbas extasiadas en lo alto de los muros sin enlucir de lo que son corrales,
en donde se secan cuando es estío malvas, clavelinas y geranios.
Habitan las tres en una
casa honda y de portal amarillento, bajo un techo que parece las alas plegadas
de una lechuza; de paredes desportilladas y un ventanal clausurado por los
comejenes y los hilos de las arañas ilusas y ensimismadas de mirar tanto el
cielo azulado y sus nubes quietas.
Pero, de lo que se trata
aquí es de saber por qué les dicen “Las sacras” a esas tres señoras que son
hermanas. ¿Quizás, no siendo ese su apellido,
porque acaso son sagradas? ¿O, por qué?
2.
¿Cuál
es?
Pero vamos a empezar esta
indagación desde la base, es decir desde lo popular. ¿Qué es “Sacra” en mi
pueblo?
Este vocablo en verdad ya
no se usa y se ha perdido. Solo permanece en ellas, pegado a sus vestidos
largos, oscuros y boludos. Y siendo así ya no se sabe qué es lo que en realidad
designa o significa tal etimología.
Y se esfumaría para siempre
la explicación de este detalle, así como ha desaparecido el rastro que inspiró
motes, apelativos y sobrenombres diversos.
Y se perdería para siempre
si no lo consignáramos en cualquier documento como intenta ser este, porque hay
casos en que incluso han desaparecido los objetos a que hacían alusión y que
les sirvieron de sustento.
Para cumplir con el
propósito expuesto empezaré diciendo que en mi pueblo, Santiago de Chuco
antiguamente había una costumbre en todos los hogares. ¿Cuál?
Ella es que al personal de
servicio para comer se le servía la comida no en platos de loza y ni siquiera
de porcelana, ni en el material que se pareciera a la vajilla de los señores.
3.
Una misma
cadena
Sino que se les echaba la
sopa, el caldo o el guiso en unas calabazas que servían como platos o
recipientes para guardar en ellos cereales o cualquier otra cosa. A esos
utensilios se les llama mates.
Pero dentro de esa variedad
hay unos que son parejos y uniformes, y hay también otros que son deformes.
A las calabazas grandotas,
torcidas y chuecas, tiradas para un lado, gesticulantes y descuajeringadas en
sus bordes, y que es difícil asentarlas bien en cualquier superficie plana, se
le dice o se las llama “Sacras”.
Y a esas tres señoras que
viven en donde he dicho que viven, les decimos “Las sacras” porque son como
esos mates: chuecas, desfiguradas, con las medias calcetonas y
la ropa destartalada. Y como faltas de equilibrio.
Las señoras “Sacras” viven
juntas como tres eslabones inseparables de una misma cadena. Pero en ellas hay
algo curioso que las hace aún más provocativas para el comentario público.
4.
Junto
a
su puerta
En ellas hay como una
comunicación telepática o un entendimiento tácito, como si la cadena que las
amarra fuera invisible pero que las ata incluso cuando están separadas. Así por
ejemplo, cada una de las hermanas “Sacras” sabe cómo las otras sienten y
piensan.
Tan es así que cuando una
persona encuentra a una de ellas, pongamos por caso que en La Alameda del
mercado, y se le hace un encargo, las otras lo saben inmediata y nítidamente.
Tal es el caso que si
avanzamos dos cuadras más abajo, y ya estamos esta vez en la Plaza de Armas, y
encontramos a otra de ellas, ésta ya sabe lo que se le ha encargado a la
hermana encontraba en La Alameda, con lo cual uno queda sorprendido y
maravillado.
Y si para probar este
asunto vamos y pasamos disimuladamente frente a su casa y encontramos a la
tercera de las hermanas, seguro que barriendo la vereda junto a su puerta, y le
sonsacamos el hecho encargado, es sorprendente cómo ya está plenamente
informada del tema que se había hablado
con la primera y la segunda hermana.
5.
Y que
ríen
Y si algo hemos de
agregarle al mensaje con ella esto repercute también en el registro y memoria
de la segunda y no cabe ninguna duda que también está en el de la primera.
Saben pues lo que una y otra
han convenido y arreglado sin que se viera que entre ellas hubieran hablado y
ni siquiera que una hermana hubiera estado al alcance de la vista o mirado a la
otra.
De allí que todos sabemos
aquí en mi pueblo que conversar con una es hacerlo con las tres que son
idénticas no solo vistiendo ropas oscuras sino hasta en los gestos que hacen.
Pero lo especial y
asombroso es lo mental y la experiencia en la cual son como tres monitores de
una computadora, pero con un solo disco duro y una sola memoria que comparten
las tres juntas. ¿No es esto asombroso?
Sin embargo, de aspecto son
casi inexpresivas, neutras y más bien adusto, aunque los niños malcriados que
espían por los agujeros de las puertas dicen que dentro de sus casas son muy
alegres, dicharacheras y que ríen a grandes carcajadas.
6.
La red
invisible
Y cuentan que bailan a la
ronda las tres, cogidas de la mano, quizá porque nunca se casaron con nadie y
las tres han permanecido solteras y sin hijos. “Las sacras” son hermanas y muy
pocos saben sus nombres que son: Rosa, Carmen y Martina.
Si me ha costado mucha
indagación averiguar cómo se llaman cada una, imagínense dar con la pista de
cómo se apellidan, porque todos se aferran a que se apellidan “Sacras”, que con
el plural compartido para las tres hacia “Las sacras”, olvidando la relación
que podía tener todo esto con los mates o calabazas.
Pero, al no hacer encontrar
en ningún otro sitio dicho gentilicio, nos entró la sospecha que aquel no era
un patronímico, sino un sobrenombre o apelativo.
De todos modos, apurémonos
en consignar aquí lo averiguado, cual es que el verdadero apellido de estas
tres personas inolvidables es Díaz. Si fuéramos honrados entonces las
llamaríamos: Las hermanas “Díaz”.
Pero, ¿por qué es
importante consignar todos estos hechos? Lo es en el sentido de aquellas
cualidades de ser personas enlazadas como en una red invisible de telepatía.
7.
vivos
o
muertos
Tanto que ya no parece
psíquica sino orgánica, la fibra de una constitución inalámbrica en nuestros
nervios y tejidos, más allá de lo que hoy se consigue con los teléfonos celulares
y distintos artefactos electrónicos.
Y el hecho de que la
telepatía tiene que ver con lo sagrado, y que para la trasmisión inalámbrica se
tiene que tener antenas en los techos que son como calabazas y platos
desfigurados.
Y Díaz tiene relación con los
días verdaderos en que sufrimos y gozamos con los asuntos que nos llegan por
los tubos trasmisores de que está hecha ahora nuestras vidas descalabradas.
Y sobre todo de que ser
hermanos o hermanas es sagrado solo que lo olvidamos. Donde “Sacras” parece
entonces una consigna, una clave electrónica y una llave secreta.
Acaso, ¿no les dije que
todo en ellas es misterio, como misteriosa es la red, sea que estemos vivos o
muertos, en la cual estamos envueltos?
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