– ¡Abajo la dictadura!
– ¡Abajo!
– ¡Viva la educación como
conquista del pueblo!
– ¡Viva!
– ¡Viva la gratuidad de la
enseñanza!
– ¡Viva!
– ¡Abajo el Decreto 06 del
Gobierno Militar!
– ¡Abajo!
Diez mil
manifestantes, en su mayoría estudiantes y campesinos, ingresan por diferentes bocacalles
a la plaza de Huanta.
Y es que a
todos los estudiantes de
Sucesos de Huanta el 22 de junio del año 1969
Dos
Y los han
regresado a sus casas. Y los expulsarán si es que no pagan antes 100 soles mensuales,
como dictamina el Decreto 06 del gobierno.
Y ellos
quieren estudiar. Son los pobres del Perú.
Las
comunidades campesinas se han plegado a la protesta, porque quienes estudian
por la noche son agricultores y obreros. Son sus hijos que a través de la
educación quieren forjarse un porvenir.
Además, desde
el día de ayer están en pie de lucha y se concentran en Huanta, bajando de las alturas
pues las autoridades han tomado preso a Mario Cavalcanti, su asesor jurídico.
Las manifestaciones son en todo el departamento
en marchas convocadas
por el Frente de Estudiantes y Campesinos de Ayacucho.
Plaza de Huanta
Tres
En el otro
extremo de la plaza, el cuerpo de elite de la policía antimotines, los sinchis,
llegados desde Huamanga en seis camiones porta tropas, constituidos por 300
policías, han tomado posiciones cubiertos hasta los ojos por sus uniformes
oscuros y pasamontañas.
Y ahora
avanzan fuertemente armados. Se les ha dado la orden, trasmitida desde Lima,
que: “Si tienen que hacer uso de sus armas de fuego, ¡las hagan sin
contemplaciones!”
El día anterior
han reprimido a sangre y fuego una manifestación en la ciudad de Huamanga, con
el resultado de varios muertos en las calles. La represión es a fondo. “El
gobierno no consentirá desmanes en las calles, ni que los sindicatos y
agrupaciones políticas opositoras cobren vigencia en el país”.
Retama en flor
Cuatro
Los sinchis en
fila de a diez ingresan por Cinco Esquinas y doña Florentina Lozano, ya
viejita, envalentonada, se les enfrenta, viendo su talante agresivo:
– ¡Fuera!
¡Qué hacen aquí demonios!
– ¡Cállese!
– ¡Fuera,
mala hierba!
Y blande en
la mano una rueca.
Es a la
primera a quien disparan. Y cae. Aún alcanza a decir:
La vida es una sola
y la muerte también.
Con gusto la doy, malignos,
por mi pueblo
y su gente.
Y allí mismo
la rematan, terminando de acribillarla con una ráfaga de metralleta.
Huanta
Cinco
La sangre del pueblo
tiene rico
perfume
La multitud
sigue avanzando enardecida con sus banderas, estandartes, pancartas y vocerío
corajudo y envalentonado:
– ¡Viva el Frente de Estudiantes
y Campesinos!
– ¡Viva!
– ¡Viva el
Perú...
No alcanzan a
terminar la frase cuando una ráfaga ciega la vida de Eutorio Zapata, y de
quienes van adelante alentando con lemas y consignas.
Una segunda
ráfaga mata a dos estudiantes, que van a su lado, otros ruedan ensangrentados.
Quienes han
quedado inertes son Irene Saavedra y Adriano Ruiz del Colegio Gonzáles Vigil.
Seis
Se escuchan
petardos. Se levantan humaredas de incendios por una y otra parte del pueblo.
Ahora ya los
disparos se escuchan a diestra y siniestra, en ráfagas tupidas.
– ¡Viva el
Perú! –Se escucha entre jirones las voces de quienes protestan.
Como siempre
los campesinos combaten con palos, piedras, picos y lampas. Los otros con fusiles,
bombas, granadas y metralletas.
La multitud
se aglomera y dispersa como un oleaje.
Nuevos disparos,
estos sí indetenibles, arrasan y desaparecen los últimos grupos que saltan por
sobre los muros.
Y las puertas
a golpes que se cierran.
Huanta
Siete
Quedan más de
cuarenta cuerpos tendidos en el empedrado de la plaza. Unos muertos y otros
heridos.
Son:
Huantinos de corazón,
amarillito, amarilleando
flor de
retama.
Las últimas
banderas, las últimas protestas y los últimos gritos desaparecen quedando las
calles trémulas y vacías.
Salvo grupos
de personas apuradas y encogidas que salen furtivas y arrastran los cuerpos de
los caídos. Algunos que aún se quejan y otros completamente yertos, que son introducidos
por algunas puertas, cercas y ventanas.
Los textos
anteriores pueden ser
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