César Vallejo es un auténtico epígono de la
cultura Chuco, nación que abarca lo que es el departamento de La Libertad, parte
de Ancash, Lambayeque, gran parte de Huánuco y Cajamarca.
Y Chuco es un hombre que cultiva la mente,
por eso tienen un distintivo que es un birrete o sombrero.
Son hombres de conciencia y de fe, de
espíritu e ideales. Imbuidos de sentimientos fraternos hacia lo humano.
Son seres iluminados, de ahí ese limbo que
lucen alrededor de la cabeza que después se confundió con el sombrero del
Apóstol Santiago.
Ahora, basta leer a César Vallejo para
saber quién es él y a qué se adhiere. Quien en Los heraldos negros nos lega trazada por él mismo una cédula de
identidad, un identikit preciso, inconcuso e inviolable.
2. Se define
y ubica
Fue escrito por él mismo para que no se le
vaya a confundir. Aún más en este tiempo en que nos lamentamos que se vote por
lo ajeno y por lo externo; por las inversiones mineras y el vendernos al mejor
postor.
Escrito para que no termine siendo
retratado ni entronizado con lo que nunca ha sido ni es.
Identikit que lo dice y escribe en su poema
titulado “Huaco”, y en los poemas que escribiera al final de su vida como en el
titulado “Telúrica y magnética”, en donde sostiene lo mismo, para que tampoco se
vaya a pensar que aquella fue una posición primeriza y de juventud.
En el poema “Huaco” se define y ubica
meridiana y nítidamente. Y en “Telúrica y magnética”, nos ofrece más bien su
visión para el Perú y el mundo de una utopía andina invicta.
3. Volutas
de clarín
En el poema “Huaco” de Los heraldos negros, expresa:
Yo soy él coraquenque ciego
que mira por la lente de una llaga
¿Y qué es el coraquenque? Es el ave tutelar
de la cultura chuco. De quien dos plumas de esta ave mítica se erigían en la
corona imperial o mascaypacha del Inca en el Cusco.
Hasta estar en la corona del Inca habíamos
llegado, como César Vallejo ahora luce en la corona la poesía universal.
Quien continúa diciendo:
Yo soy el llama, a quien tan solo alcanza
la necedad hostil a trasquilar
volutas de clarín...
Casa de César Vallejo
4. La gracia
incaica
Que es lo mismo a decir:
Yo soy el auquénido, a quien se lo mira
como un animal de carga a explotar.
Soy el pichón de cóndor desplumado
por latino arcabuz...
Soy lo que nace, pero que nace amenazado,
apuntados sobre mí los rifles, las finanzas que expolian, los saqueos impunes;
desplumados por la codicia interna y extranjera, que utilizan a países a vecinos
y aparentemente hermanos para apoderarse abusivamente de territorios y riqueza.
Yo soy la gracia incaica que se roe en
áureos
coricanchas
Un fermento de Sol;
¡levadura de sombra
y corazón!
Pero esta postura de Vallejo no solo fue
declarativa sino actuante, vivencial y militante, traducida en actos que lo
entroncan profundamente con lo popular.
5. Ejemplo
luminoso
Quien luchó después por la causa de la
Guerra Civil Española, muriendo por ella y legándole al mundo ese rayo
incandescente que es España, aparta de mí
este cáliz. Y una actitud moral y un nuevo evangelio en el cual creer y por
el cual luchar. Para después decir en “Telúrica y magnética”:
¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo,
y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!
Perú con el cual se identificó plena y
totalmente; tanto que decidió, adoptó, y se imprimió así en el libro que
después sería Trilce, adoptando un
seudónimo tremolante, como fue el de “César Perú”, para que no nos quepa duda,
nos conste y nos quede fe plena de cuál era su arraigo.
Por eso, ante el ruido sin contenido, ante
la consigna y mala intención de trivializar lo trascendente y hacer de lo vano
e inútil lo significativo, ante la abrumadora interferencia de falsos y
erráticos mensajes; ante la distracción sin valores, tenemos el ejemplo de
César Vallejo luminoso en su afincamiento con lo nuestro.
6.
Bandera
de
lucha
La identidad que asumió Vallejo en su
tiempo, fue un acto de arrojo, de osadía y de coraje consumados.
Tal y como se lo puede presentir ahora, que
al solo enunciado del mundo andino se quiere huir, se lo maldice y se lo agrede
sin escrúpulos ni ambages.
Ahora bien; que él, además, lo haya
sostenido en un poema íntegro y en diversas secciones de otros poemas, es conmovedor
y notable.
Aún más, considerando la época y las
circunstancias en que defendió esta pertenencia, esta filiación y esta fe,
haciéndola bandera de lucha, es posición y fervor
dignos de admiración y de encomio.
Y todo esto ocurría cuando el escondrijo de
los intelectuales y de muchos peruanos de entonces, y de lo cual quedan
lamentablemente todavía rezagos ahora, era y es blanquearse, volverse exóticos,
mistis o conquistadores, buscando ancestros en otras razas, lenguas y culturas.
7.
Es fe
adorable
Piedra de toque y referencia hacia la cual
es importante volver los ojos para meditar, apoyándonos en él para mejor querer
y mejor amar al Perú, a la humanidad y a la vida; de manera total y convencida,
así como para tratar de comprender nuestro país complejo y abismal, entremezcla
de sangres y latidos, de renuncias y albedríos.
Porque hay muchos falsos temas, muchas
cortinas de humo. Y hay un monstruo que pretende devorarnos: la globalización
que parece haber capturado gustos, preferencias, percepciones e instintos, pero
eliminando y descartando la conciencia de la gente, su sensibilidad, los
principios y el humanismo indispensable.
Fenómeno que tiene en sus manos para
cumplir sus propósitos siniestros a las tecnologías avasalladoras y a los
poderosos y enajenados medios de comunicación, circunstancia en la cual como
nunca César Vallejo es fe adorable y es consigna por la cual vivir.
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