martes, 15 de junio de 2021

15 de junio. Día de la Canción Andina. / El yaraví, canto de amor y rebelión.


15 DE JUNIO
DÍA DE LA CANCIÓN ANDINA

EL YARAVÍ,
CANTO DE AMOR
Y REBELIÓN

Danilo Sánchez Lihón



Acuarela de Mauro Castillo para el álbum Yaraví arequipeño


1. Desolada
queja

 

Es difícil definir con la razón aquello que se siente tan íntimamente en lo más hondo y abismal del corazón, y que se entreteje en el alma arrebatada de pasión.

Como es el yaraví quejido, desgarro y el lamento que compromete cuerpo y espíritu.

Siendo canción que expresa penas de amor no correspondido, ausente e imposible, entregado a la nostalgia del querer irremediable, distante y perdido.

Siendo su esencia el embriagarse con la pena del amor sufrido. Siendo su signo gozar con la tristeza del amor perdido pero anhelado. Siendo en el fondo el gusto de padecer tan honda y acerbamente ese ardor y ese cauterio.

Son las del yaraví canciones de ingenua y desolada queja, de recuerdo del amor ausente donde la letra y la música rebozan aflicción, amargura y desconsuelo.

 


2. El

imposible

 

El yaraví es genuinamente nacional, a la vez indio e hispano. Raúl Porras Barrenechea nos dice acerca de él lo siguiente:

“El yaraví nace alegre en la fiesta jubilar de la cosecha incaica, silencia su voz en los primeros siglos de la conquista y renace preñado de pesadumbre en el siglo XVIII en las representaciones escénicas en las que sorprende, como una expresión nueva de la raza, su infinita melancolía”.

Siendo su raíz el harawi este no era precisamente triste, sino variado. Escogimos sin embargo del harawi la parte melancólica porque esa ha sido la condición de nuestro pueblo sojuzgado en la época de la conquista y la colonia, como lo siguió siendo en el período republicano.

Donde se evoca la memoria de los seres amados ausentes. Es la aflicción y el suplicio como imperio. Es el poder de la congoja, pero como fuerza y valentía y no para abandonarse. 

 

Serenata. Detalle de la pintura de Teodoro Núñez Ureta


3. Arpa

y violín

 

En lo poético es de actitud siempre noble, señorial y romántica, que se entronca con la poesía trovadoresca del amor fino, galante y cortés.

En donde la postura del compositor e intérprete es caballeresca, imbuida de grandeza y señorío, y de renuncia comedida.

Cediendo el paso incluso al enemigo y dando lugar a la propia extinción, pero rebelándose ante un poder omnímodo que puede ser el destino e incluso el mismo Dios.

El yaraví se acompaña con instrumentos de cuerdas, principalmente guitarras y bandurrias, pero también con arpa y violín.

Empero, inicialmente, en aquella etapa oculta en que el yaraví adquiere su mestizaje, para aparecer después robusto en su reclamo y en su queja, se acompañó con la quena y con la flauta de hueso.

 


Serenata por los cuatro barrios en Santiago de Chuco


4. Caídas

graves

 

Caracterizan al yaraví los quiebres o hundimientos del compás y la voz, que grafican aquellas caídas del alma que son su textura y su matriz. Puestas en las notas, en las sílabas y en las vocales que los conforman todas las agonías y eventuales sentencias a que da lugar el amor no correspondido.

De métrica variable, por lo general de versos cortos con uso frecuente del pie quebrado desencadena sus melodías en las noches profundas en que se entonan los yaravíes cara a las estrellas en las serenatas.

Donde se canta el amor imposible, hecho que no deja de ser inmenso, legendario y trascendente.

Aquellas caídas graves en la modulación de la canción y que lo produce el pie quebrado del verso, son las inflexiones que le dan el carácter dolido y solemne que tiene, de congoja, de lucha y desvarío; de trance, de presagio y hasta de rapto y anuncio trágico.

 


Serenata. Pintura de Mario Urteaga


5. Camino

a la libertad

 

Donde se da la alegorización de los amantes como aves, principalmente palomas y tortolicas que se alejan del nido.

Que complementan su peso hacia abajo elevándose al hanan pacha, que es el mundo de arriba, etéreo y volátil.

Es el yaraví una revelación de la capacidad de amar. Y de amar a traición, incluso a nuestro enemigo, se diría así parafraseando unos versos del poeta a César Vallejo.

La tristeza del yaraví es medular, pero a su vez es estética, como también con poder de expresión y sublevación, en donde casi siempre se adopta una decisión, y siendo así es tristeza, pero con poder de sublevar.

Son quejas de amor, a veces de connotaciones fúnebres y de despedidas suicidas, pero que casi siempre desembocan en decisiones sacrosantas e inquebrantables, siendo una de ellas la santa rebelión de los pueblos que resarce al mundo de injusticias y abre el camino a la libertad.

 

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