El Perú es un país glorioso por sus
raíces indígenas e hispánicas. Cada uno de nosotros tiene en sus pueblos de
origen un tesoro oculto por descubrir y valorar.
Entre nuestros ancestros contamos con
ejemplos de tesón, de arrojo, de heroísmo. En nuestros padres y abuelos; en
bisabuelos y tatarabuelos es copioso el bagaje de historias legendarias y
altruistas que no podemos olvidar.
Tengamos el coraje de ofrecerles a
nuestros hijos un mundo no solo benéfico sino pleno de valor, atesorable e
insigne, revalorizando lo que somos hacia adentro y hacia el fondo de nosotros
mismos. ¡No los traicionemos ni seamos desleales con nosotros mismos!
El Perú es un pueblo depositario de una
de las grandes culturas universales.
2.
Fulgores
sagrados
¡Y qué pueblo tan grande, fuerte y bello!,
que hace del sufrimiento una nota de fe, de la desgracia un anhelo de esperanza
en el porvenir. y del dolor un ejemplo de lucha.
Un pueblo que decanta y destila cada
nota de su ser de manera profunda, que se erige sobre tragedias y desde ese
abismo proclama un himno de afirmación, desgarradamente triunfal, a favor de la
vida.
Que hunde sus raíces en la roca, en los
abrojos más fieros, ¡y en los abismos desde donde erige su canto a la vida! En
lo más duro de su condición es magnánimo y generoso, desde donde extrae un
canto de fervor, belleza y victoria.
Un pueblo de harapos, pero prístino, de
chozas o casas soterradas bajo las moles de piedra o desperdigadas en los
arenales. O sobre las aguas espejeantes de los ríos. ¡O sobre barrancos
alucinantes! ¡De fulgores sagrados!
3. Por
eso mismo
En razón de todo eso, ¡revaloricemos lo
que tenemos, hasta nuestras piedras! ¡Porque eso somos! ¡Por eso existimos, por
estar frente a lo inmenso!
Por eso mismo, proclamamos que el Perú
legítimo está en los andes, en la voz de los pueblos profundos del mundo
andino, y su corazón es puro y jubiloso como esos arroyos cristalinos que bajan
desde las altas montañas y las nieves eternas.
Por eso mismo, tomemos posesión de
nuestro país: de sus cumbres inhiestas, valles y ríos. ¡Son nuestros! Nos
pertenecen sus cañadas y pajonales. ¡Consustanciémonos con ellos!
Las caderas de sus mujeres, sus senos
túrgidos, sus labios abultados y firmes, son nuestros. ¡Es nuestro este país ilimitado,
como alto y profundo!
4. Cantos
y bailes
Por eso mismo, forjemos aquí un país
donde se haga efectiva la felicidad humana, reforzando nuestras tradiciones,
nuestras expresiones nativas, el desarrollo de nuestras comunidades, el trabajo
artesanal, las actividades artísticas y culturales, junto a las agrícolas e
industriales.
Construyamos un país comunicativo y
fraterno, de gente amable y cordial; y no como los fríos, tétricos y
deshumanizados entes que circulan por las calles de los mal llamados países
desarrollados.
Quienes viven atosigados por la sociedad
de consumo, que ni conversan, ni se enternecen, ¡y ya ni siquiera se
impacientan ni maldicen!
Por eso mismo, hablemos a nuestros niños
de la obra gloriosa de nuestros antepasados, forjada en la alegría del trabajo
colectivo, animados por cantos y bailes de regocijo y esperanza por estar
logrando el bien para todos los seres humanos de la tierra.
5. Fiesta
del alma
Hablemos de cuánto hemos sufrido, pero
también de cuánto hemos defendido nuestra identidad, nuestra lengua y nuestro
espíritu en todas las circunstancias de la vida.
De cómo el nuestro es un pueblo
esforzado y cálido en el afecto y la solidaridad, abierto y generoso, fácil
para enternecerse y celebrar la vida de manera entusiasta.
Y ahora más que nunca seamos dignos
ciudadanos del mundo, no renunciando a nuestra identidad ni a nuestra cultura
sino haciéndola más valedera y aún más preciosa con nuestra plena adhesión a
ella.
Y todo esto para enriquecer el crisol de
aportes universales en lo que debe ser la fiesta del alma de la civilización
contemporánea.
Los textos anteriores
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