Acerca de cómo se gestó y se concretó su partida hay diversos testimonios,
todos ellos coincidentes en señalar, en esta circunstancia, la actuación
central de su amigo Julio Gálvez Orrego, quien formaba parte del grupo de
amigos intelectuales que se reunían aquellos años de 1915 a 1917 en Trujillo,
en torno a la Universidad de La Libertad, ahora Universidad Nacional de
Trujillo, como también a los periódicos que se editaban en aquella ciudad del
norte del Perú.
A dicha agrupación se la conoció primero con la denominación que le puso
Juan Parra del Riego, al reconocerla como “La bohemia de Trujillo. Y después,
en una segunda etapa se la conoce como El grupo norte, a partir que sus
integrantes estuvieron muy cerca del diario que se había fundado con dicho
nombre.
Julio Gálvez, sobrino de Antenor Orrego, y un hombre generoso y servicial
formaba parte de aquella tertulia de amigos. Y fue él, cuando César Vallejo se
encuentra refugiado y perseguido por la policía en Trujillo, quien actúa como
su enlace entre el mundo de adentro y el otro de afuera. Es él quien le trae y
lleva recados, proporciona la comida y cumple labores de un asistente servicial
y acomedido. Puntual y eficaz para con el amigo en este trance difícil.
2. Un hambre
de primera
Julio Gálvez, en marzo de 1923, conoció la noticia de que le correspondía
recibir una herencia por la muerte de un familiar.
Valiéndose de esta situación solicitó un adelanto de dicha herencia
comprando lo más pronto que pudo un boleto de viaje de primera clase para
emprender la travesía soñada hacia Europa.
Ese pasaje luego de conocer que se había abierto el proceso judicial en
contra de César Vallejo fue cambiado por dos boletos de tercera, a fin de
viajar con él ante el riesgo que su amigo corría de quedarse en el Perú.
Lo refiere Luis Alberto Sánchez, quien conoció de cerca estos hechos, cuando
apunta de este modo:
Él dividió el pasaje de primera a Europa, que le obsequiaron sus parientes
al declararse la herencia paterna, con Vallejo; de lo que resultaron dos
pasajes de tercera y un hambre de primera.
Casa de César Vallejo en Santiago de Chuco
3. Asuntos
en orden
Respecto a este mismo asunto, Juan Larrea cita el testimonio de Armando
Bazán, explicando que ello concuerda plenamente con sus recuerdos:
En marzo de 1923 le anunciaron de Trujillo que su abuela al morir, acababa
de dejarle una pequeña fortuna.
Fue a esa ciudad inmediatamente. Y mientras se seguía los trámites
pertinentes, tuvo noticia de las maniobras judiciales que se estaban haciendo para
perder a su amigo César Vallejo.
Recordemos que César Vallejo había padecido 112 días de cárcel en Trujillo
por los sucesos ocurridos el 1 de agosto del año 1920 en Santiago de Chuco,
consecuencia de lo cual varias personas fueron muertas y ardió en llamas el
almacén comercial de Carlos Santa María
Es por eso que Julio Gálvez a cualquier precio obtuvo, por eso, un adelanto
de su herencia y regresó inmediatamente a Lima. Empezaba el mes de junio. En
dos semanas pusieron él y César Vallejo, sus asuntos en orden.
Calle de Santiago de Chuco
4. Estaban
allí
La noche del 16 del mismo mes, cenaron alegremente, junto a algunos amigos,
en un chifa de la calle Capón, en el contorno del Mercado Central de Lima, y el
17 al atardecer, tomaron el barco Oroya.
Acostúmbrate a comer poco, que en París comeremos piedrecitas.
Le reprochó Vallejo tiernamente en esa cita de la calle Capón al ver que su
amigo engullía los alimentos con gusto y delectación.
Al abordar el barco Oroya, en el que viajó a Europa, a César Vallejo se le
veía muy acongojado.
Lo acompañaron hasta el abordaje su hermano Néstor Pablo con quien estudiaron
juntos en la Universidad de Trujillo y quien vino desde Huamachuco a
despedirlo.
También estaba allí presente su amigo Crisólogo Quezada, “el gordo”, quien
se interpuso al intento que se urdió para que se enlazara en matrimonio con
Otilia Villanueva que había quedado embarazada de él.
Panorámica de Santiago de Chuco
5. El significado
de lo inacabable
¿Qué se agolpaba en el alma de César Vallejo cuando estuvo silencioso en la
borda? ¿Y en aquel momento en que el “Oroya” se alejaba del puerto del Callao?
¿Y luego cuando navegaba por la costa del Perú, tras la neblina?
En carta que le dirige a su abogado Carlos C. Godoy, quien veía su juicio
en Trujillo, le dice:
Habría querido bajar, a mi paso, en Salaverry, más lamentablemente, no toca
el “Oroya” en ese puerto y me quedo con la mano en el aire, sin alcanzar a
estrechar las de los poquísimos amigos que, como usted, ocupan mi corazón. Qué
vamos a hacer. Ya lo haré a mi retorno.
“La mano en el aire” es el gesto que encierra el significado de lo inacabable, de la despedida; también de lo inasequible, de lo que no se alcanza a tocar. También del misterio del adiós en este mundo y en esta vida. Es igualmente, el movimiento que se hace para apuntar a las montañas en las que hemos nacido.
César Vallejo en París
6. Con la mano
en el aire
Es seguro que en el momento de su partida Vallejo pensaba en el Perú, al
cual no dejaba, sino que lo llevaba incrustado en el alma. Porque él partió no
para olvidarse de su país, sino para tenerlo más presente y rencontrarla
siempre. Recogía en esos momentos sus cariños más hondos a fin de nunca
olvidarse de ellos.
Fue, al estar de pie en la baranda de la sección de tercera clase de la
nave que se alejaba, donde le asaltó aquel puñal ardiente y quemante del amor a
la tierra, que laceró su alma constantemente y del cual dan testimonio sus
amigos de París.
Cabe suponer que en las imágenes que se esbozaban en su mente estaban
imborrables su casa, las calles de Santiago de Chuco, el perfil de los cerros,
las lomas sembradas de:
papales, cebadales, cosa buena
Y las
voces de sus seres queridos, algunos ya muertos, pero allí presentes en esa
hora cuando él partía.
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