Lo esencial en lectura es el
encanto, la fascinación y el asombro. El sentir que se vive en una dimensión
más intensa, significativa y trascendente, descorriendo los mundos que nos van
presentando al leer las páginas escritas de un texto.
Tener la experiencia de que
al leer se nos abre una vida palpitante y que está detrás de esa cortina de
letras es la llave maestra que nos hace ser lectores espontáneos y naturales.
Tener la persuasión y convicción que al leer tenemos aventuras supremas, logrando
penetrar a lugares prodigiosos, y conociendo historias plenas de embeleso,
deslumbramiento y seducción.
Ya que leemos porque tenemos
el convencimiento, que aquello que estamos viviendo al leer es imperdible. De que
mediante la lectura conocemos a personajes subyugantes que tienen algo de mí y
de todos.
Que leer me ayuda a estar
allí donde ocurren hechos prodigiosos que colman mi expectativa e interés. En
donde estos contenidos son propicios para sentir que realizo mi vida de la
manera más cierta y más plena.
2. Unir
lectura
a voz
Y es entre los tres a los
cinco años la etapa clave y decisiva para cimentar en el niño un magnífico
comportamiento lector.
Ello quiere decir que el
niño no ha de leer solo ni por sí mismo, sino que hemos de leerle lo que
vayamos intuyendo que a él le gusta y apasiona.
¡Claro que él también, de
esa manera y forma, está leyendo! Pero a través de nuestros ojos y de nuestra
boca, que van trasmitiendo las palabras escritas y que él las escucha auditiva
y sonoramente.
Y las va recreando en su
mente y en su alma, y así va participando de la historia que se descorre y
participando de la lectura viva, donde el niño lee oralmente a través de
nuestra voz, de nuestra mirada y de nuestra mente.
Siendo de extraordinaria
importancia que la voz que acompañe a sus primeras lecturas sea aquella voz
querida que es la misma que lo amamanta, y en la cual él confía por ser la voz
de su madre.
3. Seres
trascendentes
La lectura entonces resulta
siendo así una actividad matriz, milagrosa y que da o gesta la vida. Y es en
esta etapa que sus vivencias en torno a la lectura son los elementos
definitorios en su posterior asunción a este poder ser, poder estar, poder
hacer, poder conocer y poder crear.
Saberes que reúne y
sintetiza la lectura. Y a los cuales hay que agregar desde la perspectiva y la
identidad de nuestros pueblos el poder comprometernos y ser solidarios.
Ante ello la manera de
desarrollar la lectura oral de parte de quienes la animan resulta fundamental. Esto
es: la calidad de voz, las exclamaciones, el suspenso, los silencios y después el
arte de hacer preguntas y sugestiones, son fundamentales.
En esto los padres deben
desplegar todo su arte y su talento. Total, están frente a sus hijos, que todo
lo van a reconocer con ojos cariñosos, de reconocimiento y alcanzando así a
hacerse seres trascendentes.
4. Encontrar
la maravilla
Es en este proceso cuando el
niño o niña descubre los universos fantásticos que hay escondidos al fondo, debajo
o detrás de las letras y los libros, y que significa que en su acontecer
cognitivo ha aprendido algo esencial.
Y cuál es, que los libros y
la lectura proyectan nuestra vida hacia ámbitos ricos, insospechados y significativos.
Y querrá entonces desentrañarlo y hacerlo todo por sí mismo y con sus propios recursos.
¿Qué le hemos mostrado y hecho experimentar? El gusto por el acto de leer
Dado este impulso y
motivación, un niño con una inteligencia normal podrá aprender a leer por sí
mismo y por cualquiera de los medios. Ante ello el método es lo que menos
importa cuando se ha despertado un verdadero interés por leer.
Normalmente no hay ningún
niño que no pueda aprender a leer por cualquiera de las vías a su alcance si es
que está suficientemente motivado a encontrar en la lectura la maravilla y el placer
que ha podido saborear con la lectura oral que ha vivido junto a sus seres
queridos.
5. Con él
y para él
La clave es encender al
niño de entusiasmo en este plano, ámbito y dimensión de la lectura. Ese es el
quid de la cuestión. Es la clave para motivar a leer y hacer del niño un lector
permanente. Y eso está en manos principalmente de los padres, y más de la
madre. Y de los maestros como animadores de lectura en general, encontrando en
la educación una vía de descubrimiento, de superación y desarrollo.
En verdad ese es el gran
problema de la educación contemporánea, encender la luz de la emoción en el
niño por develar los misterios e incógnitas del arte y de las ciencias, del
mundo y de la vida que están depositados en los textos, logrando así que todo
lo verdaderamente humano nos sea de interés, inherente y para siempre formando
parte de nuestra personalidad y conducta. Y no ajeno a nuestro ser, como sería
lo negativo y lamentable.
Encontrar en la lectura la
cerilla y la combustión con las cuales el alma del niño se encienda, y entonces
sea impulsado con sus propias habilidades y destrezas hacia lo libre y abierto
es el signo, como el de una nave que sube al espacio interestelar, porque ese
es su signo, su orientación y su destino. Y con ello habremos logrado de la
persona humana ser una lámpara y una antorcha que prodiga calor, protección,
valor y luz
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