César Vallejo en septiembre del año 1913,
cuando tenía 21 años de edad, publica su poema Fosforescencia en la revista
Cultura Infantil del Centro Educativo 241 de Trujillo, donde a la letra dice:
FOSFORESCENCIA
Una noche miré muy asustado,
señor, en el collado
del viejo cementerio, algunas luces
chispeando entre los altos mostazales,
de cuyos matorrales
salían al contorno de las
cruces.
Yo a solas regresaba del molino
por el largo camino,
y la noche, señor, qué oscura estaba;
¡y más miedo me daba cuando oía
la algazara que hacía
el perro de una choza, que aullaba!
2.
Hijo
mío
Y continúa:
¡Qué miedo, uf! ¡Casi lloro! ¡Muchos cuentan,
señor, que se presentan
ahí en la noche y a avanzadas horas
los muertos alumbrándose con ceras!
Señor, ¿será de veras?
– Mienten, hijo. Son cosas que tú ignoras.
Esas luces que viste y te asombraron,
son gases que exhalaron
los huesos del cadáver ya podrido,
como el hedor que sale de un pantano;
y ese vapor insano
está en nuestro esqueleto contenido.
Ese gas es el fósforo, que cuando
se va el cuerpo dañando,
sale y arde en el aire más sombrío.
¿Escuchaste? Desde hoy no temas nada
cuando esa llamarada
en el panteón la veas, hijo mío.
3.
La relación
maestro
niño
En la fecha en que este poema fue escrito y
publicado César Vallejo no formaba parte aún de ningún círculo o cenáculo
literario. Sin embargo. la poesía brotaba en él de manera natural pugnando por
ser concebida y ser expresada. Sentía que tenía dentro la erupción de un
manantial, que había venido al mundo para manifestarse en ese lenguaje y con
belleza singular, sintiendo que su lengua era la poesía.
Él en esta fecha aún no había tomado
contacto con el conjunto de amigos que después se los identificaría bajo el
nombre de El Grupo Norte de intelectuales de Trujillo y de otras ciudades y
pueblos aledaños, cofradía literaria que pasaría a integrar cuando recién el
año 1914 Víctor Raúl Haya de la Torre lo presenta a Antenor Orrego, en
diciembre de este mismo año.
Y que pronto y espontáneamente el grupo
acoge y erige a César Vallejo como a un baluarte, ambiente en el cual un rasgo
digno de relievarse es que desde el primer momento él escribe tomando como
referente su tierra, su aldea y su pueblo, y dentro de ello la relación maestro niño.
4. Ámbito
íntimo
El cementerio que en el poema aparece y al
cual se alude indudablemente es el de Santiago de Chuco situado en la colina
que sube desde el lecho o la hamaca donde se balancea el pueblo. Y la voz es la
de un niño aldeano de esta comarca andina.
Hasta podría decirse que pese a que él
físicamente está en Trujillo en verdad lo escribe estando en alma y con toda su
sensibilidad en Santiago de Chuco, porque la voz del niño tiene toda esa carga
de asombro y turbación que producen los Andes y la geografía que se presenta es
la tierra estremecida de su lar nativo.
No solo el poema en su forma explícita es
de índole didáctica, sino que, dentro de él, en el ámbito
íntimo y hondo del poema se reproduce una acción magisterial de un niño que
confía a su maestro una vivencia que afecta su integridad personal, donde le
refiere y cuenta una experiencia que le asusta, mentor que en respuesta le
explica, enseña y orienta con rudeza y simplicidad.
5. Hecho
insólito
En el poema no es una pregunta o cuestión
fría y racional la que se cierne. No es tampoco una curiosidad indolente y sin
inquietud la que se plantea, sino que es una emoción y una vivencia muy grande
la que el niño comparte con su consejero.
Donde hay un estremecimiento profundo,
donde se siente el temblor de su ser y el miedo que domina al niño, en donde se
reproduce la voz temblorosa y aldeana:
¡Qué miedo,
uf! ¡Casi lloro!
En donde el niño cuenta y confía en el
maestro como en un familiar y protector, lleno de asombro y estupor, y hasta de
pánico, frente a un hecho insólito e inusitado.
Y que solo cabe imaginarlo, desde su alma
infantil e ingenua como la presencia incuestionable y apabullante de que los
fantasmas existen, son ciertos y que pueblan la faz de la tierra.
6. Verdadera
joya
Para dar paso a la voz proba, categórica y
vigorosa del maestro, que se opone a la superstición, que corrige una leyenda y
enfatiza en una explicación basada en el conocimiento físico químico,
conminando al niño a asumirlo.
Donde resulta sorpresivo pero convincente
el tono de regaño, de exhortación, y finalmente hasta de conminación que adopta
la voz del maestro y que está insuflada así para librar al discípulo del miedo
y el pavor que lo dominan.
Fosforescencia es un poema se síntesis,
dialógico, de intercambio de pareceres, de opiniones y contenidos opuestos, en
donde el contraste radical es entre el conocimiento empírico y el saber
científico.
Una verdadera joya que ilustra y grafica una concepción de la educación de la época en que el poema se escribe, que definía el fin de la educación y la identidad de ser maestro, en donde hay el encuentro de vertientes, en donde las más preponderantes, son:
Techos de la casa de César Vallejo
7. Fue
y es
La emoción de un niño frente a un hecho
real y la racionalidad del maestro que explica este fenómeno conmovedor, basado
en los datos y esclarecimientos científicos. Donde reconocemos vivencia,
afectos y racionalidad.
Sin dejar a un lado las sensaciones como
tampoco el lado mágico de los hechos, para sobre ello erigir lo racional,
porque ¿qué más subjetivo y estremecedor que ver luces en un cementerio de donde
se desprenden una serie de creencias, como de leyendas y tradiciones?
Poema este en donde se ve de manera nítida
esos diversos caudales y afluentes de un saber integral: la experiencia, por un
lado, con toda su carga afectiva y emocional, en donde el dominante es el miedo
y los instintos con todo su ímpetu y poder de tensión y reacción.
Y de otro lado el conocimiento intelectual
con toda su luz y drasticidad y que César Vallejo conjuga, armoniza e integra
para erigir todo ello en auténtica y estremecida poesía que desde estos inicios
revelan al poeta universal que finalmente fue y es.
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