Es de noche. Hemos encendido fogatas. Hemos querido cantar,
pero el aliento se congela en nuestras bocas.
Yacemos acurrucados queriendo con el fuego darles
calor a nuestros heridos.
Ha bajado la helada, o ha caído, o ha subido al punto
de estar sobre nuestras cabezas. Ni el fuego es capaz de abrigar en este atroz
tiritar ateridos.
Es una plancha mortal que oprime el pecho y ni
siquiera nos deja respirar.
En Junín es tanto el frío que todos los heridos
patriotas de la batalla han muerto esta noche.
Detenerse en Junín es morir. Pero también aquí el frío
es agudo, cortante y mortal, más feroz que una templada, luciente y cimbrada
espada blandiendo en el aire.
Antes que por los rasgos humanos de los conquistadores
que llegaron fue por el hecho de que montaran a esos animales de fábula.
Que los consideraban superiores en todo, que en lo
otro lo consideraban sus iguales e incluso muy inferiores a lo que ellos eran.
Pero el caballo para ellos les resultaba subyugante,
hasta el punto de parecerles paradisíaco. Y fue por el caballo que vencieron.
Por eso, ¿qué es lo que logró Junín? Que el ejército
español sienta que podía ser derrotado.
Los llenó de
pavor, tanto que un mes Canterac estuvo huyendo lleno de pánico, hasta llegar a
unirse con el Virrey La Cerna en el Cusco.
Y es que fue el arma de la caballería, desde que se
liberó España de los moros el arma decisiva en todas las batallas del ejército
español, como fue determinante en la conquista de América.
Por eso, al ser derrotada su caballería Junín
significó para España saber que el arma que constituía su moral, su baluarte y
su fuerza dejaba de ser inexpugnable.
Y, de igual manera, para los patriotas significó que
el símbolo de la conquista, que fue el caballo, la habíamos logrado dominar
nosotros de tal modo que en ese mismo plano podíamos ganarles y ser libres
definitivamente.
El caballo ya no estaba más en manos del conquistador
sino en las nuestras.
Por eso, fue un hecho providencial que en aquella
batalla se batieran solo el arma de la caballería de los dos ejércitos y les
correspondiera a los Húsares del Perú el símbolo de esta victoria.
El general español Canterac un mes se lo pasó huyendo de un sitio a otro con su ejército de 6,000 hombres.
No le importara su pasaba por lugares fértiles, ricos
en comida y en caballos. No le importaba. Ya no recogía nada. Solo le dominaba
el pánico y el horror. Y el impulso de huir.
El pánico le había cundido de tal manera que incluso
desobedeció las órdenes del Virrey del Perú de permanecer y acantonarse en
Ayacucho. Y no descansó hasta unirse con él en el Cusco, completamente
desmoralizado.
El capitán Manuel Isidoro Suárez apenas de 23 años en
Junín tal vez presintiera que de su sangre se engendraría años después un poeta
que se llamaría Jorge Luis Borges, quien le dedica a su ilustre antepasado y
bisabuelo materno, este poema:
CORONEL SUÁREZ
Alta en el
alba se alza la severa
faz de metal
y melancolía.
Un perro se
desliza por la acera.
Ya no es de
noche y no es aún de día.
Suárez mira
su pueblo y la llanura
ulterior, las
estancias, los potreros,
los rumbos
que fatigan los reseros,
el paciente
planeta que perdura.
Detrás del
simulacro te adivino,
oh joven
capitán que fuiste el dueño
de esa
batalla que torció el destino:
Junín,
resplandeciente como un sueño.
En un confín
del vasto Sur persiste
esa alta cosa, vagamente triste.
Quienes velaron en la Pampa de la Quinua en la víspera
de la Batalla de Ayacucho tenían el convencimiento de que la batalla decisiva
ya la tenían ganada.
Fue el choque de la caballería del Rey y la patriota en
Junín el punto de inflexión en la guerra de la independencia del Perú y América.
En Junín se le quebró la moral al ejército español. Lo
dice el propio Canterac en su parte de batalla.
Y que de una derrota ya cantada en Junín se la
convirtiera en una victoria suprema.
Que abrió las puertas a que quienes velaron en la
Pampa de la Quinua en Ayacucho la noche del 8 de diciembre del año 1824 supieran
que era posible la victoria.
Junín fue la antesala a la gloria de Ayacucho.
Y fue a partir de Junín en la guerra de independencia que
todas serían victorias para el Perú.
Y el triunfo de Junín se debió a la caballería
peruana. A los Húsares del Perú que a partir de entonces pasaron a llamarse
Húsares de Junín.
Por eso, siempre volver a elevar un grito de triunfo en el alma, cual es: ¡Junín!
Los textos anteriores pueden ser
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