21
DE SEPTIEMBRE
DÍA DE LA
PAZ
LA
PAZ
Y
SOLIDARIDAD
DEL
MUNDO ANDINO
Danilo
Sánchez Lihón
“quisiera
yo tocar todas las puertas,
y suplicar
a no sé quién, perdón,
y hacerle
pedacitos de pan fresco
aquí, en el horno de mi corazón”
César
Vallejo
1.
De buena
vecindad
En mi escuela mis maestros
nos inculcaron el sentido de integración y hermandad con los pueblos de América
y el mundo. Y esto más por ser el Perú geopolíticamente un país eje y centro en
América del Sur. Por eso con toda emoción y vigor en la explanada de tierra de
mi plantel escolar entonábamos fervientes y con voces límpidas aquella canción
que dice:
Un
canto de amistad, de buena vecindad,
unidos
nos tendrá eternamente.
Por
nuestra libertad, por nuestra lealtad
debemos
de vivir gloriosamente.
Un
símbolo de paz alumbrará el vivir
de
todo el continente americano.
Fuerza
de optimismo, fuerza de hermandad
será
este canto de buena vecindad.
Argentina,
Brasil y Bolivia,
Colombia,
Chile y Ecuador,
Uruguay,
Paraguay, Venezuela,
Guatemala
y El Salvador.
Costa
Rica, Haití y Nicaragua,
Cuba,
Honduras y Panamá,
Norteamérica,
México y Perú,
Santo
Domingo y Canadá.
¡Son
hermanos soberanos de la libertad!
¡Son
hermanos soberanos de la libertad!
2.
Asumir
nuestra
identidad
Ya en el colegio y en la
Educación Secundaria aprendimos que el mundo andino es cultura de solidaridad,
y consecuentemente de paz en armonía con el acendrado sentido de comunidad, que
aquí entre nosotros alcanzó a desarrollarse.
Y se hizo hasta el punto de
ser no solo política de estado sino de hacerse gesta y epopeya diaria en la
construcción de andenes sobre los precipicios y de ciudades asombrosas en la
cresta y en lo más empinado de las cordilleras.
Y este espíritu comunitario
se da asociado y en coherencia con otro rasgo peculiar del mundo andino, cuál
es la soledad como entelequia. Pero la verdadera soledad que no tiene el
contenido adverso de aislamiento e incapacidad, sino más bien de autonomía,
naturaleza fecunda y creativa, y la ocasión y posibilidad de conocer y asumir
nuestra identidad y destino personal y colectivo.
Porque la soledad
existencialmente es necesaria a fin de saber quiénes somos hacia adentro, como
lo es también para situarnos con firmeza frente al panorama exterior vasto e
infinito, alentando un sueño y un ideal que me defina y haga un ser verdadero.
3.
Auténticos
y
plenos
Reconociendo y valorando a la
vez que el mundo andino no es apretujado ni congestionado, como es la trama
peculiar y el trasfondo de la sociedad contemporánea, sino al contrario: es
abierto, vasto e inconmensurable.
Tampoco es de índole y
característica que lo emparente con la masificación, fenómeno contrario a la
esencia de lo que es la solidaridad, sino en donde cada quien alcanza a modular
su propia voz, a sentirse íntimo, peculiar y entrañable.
De allí que todo lo andino es
reconocerse recóndito y secreto, pero a la vez palmario e ilimitado, dando
lugar a una toma de conciencia trascendente acerca de los distintos aspectos de
la realidad.
Como todo en él es
integrador, de manos y brazos extendidos, de un sentido claro y sencillo acerca
de lo humano y lo divino, tal cual es la naturaleza; y de signo totalizador,
tal cual es la creación de la vida.
Condiciona a la vez a la
consideración de sentirse únicos, auténticos y plenos, como personas humanas.
Alumbrado todo ello desde una conciencia personal que supera lo contingente, lo
individual y el predominio del ego, alentando el espíritu de solidaridad.
4.
Íntegras
o
sabias
¿No es digno entonces de
tomarse en cuenta este desafío del hombre andino ante tanto absoluto de los
espacios inconmensurables de la piedra impenitente y del abismo que separa y
que se impone como soledad, y que gracias a la acción humana es tornado y
convertido todo ello con los andenes, los puentes y caminos, trasformados
valerosamente en solidaridad?
Porque en las punas
hieráticas y en las montañas inhiestas tenemos no solamente la sensación sino
la evidencia de cómo el hombre andino afronta y la supera de manera tan directa
entonando el canto de lo que es mancomunado, pero sin perturbar sino haciéndola
fecunda la soledad.
Y de cómo la insume y la
incorpora dentro de lo que es su sentir, su pensar y su vivir, de cómo la
asimila en su expresión y su cultura decantada en hermandad.
¡De cómo convierte la soledad
en solidaridad!, sin excluirla sino depurando su carácter excluyente, pero sin
que deje de ser venturosa y promisoria incluso en el dolor.
Este asunto podría haber sido
demoledor para culturas débiles, o menos profundas y consistentes, o menos
íntegras o sabias ante la soledad de lo sumido y encumbrado que aquí se lo
troca en proeza de afirmación, en realización contumaz y asombrosa, y en himno
de hermandad.
5.
Relación
con
lo cósmico
Sin embargo, aquí ante la
vastedad, lo absoluto y vertical, pasando de lo inhóspito a lo propicio y de lo
abrupto a lo tierno, se corrige; sean los rigores del medio circundante y todo
lo despiadado y cruel que pudiera tener la soledad, con el clarín de la
solidaridad.
Y, en este como en otros
aspectos haciéndonos fuertes, austeros y fraternos. Y asumiendo la vida como
una manifestación de la heroicidad. Y tanto es así en el hombre andino que este
se convierte en un ser que trabaja con estas categorías y elementos; como con
otros, para transformarlos y convertirlos en esencias y valores, y con ellos
para modificar la historia.
En el caso de la soledad para
hacerla solidaridad, como en el caso de una geografía accidentada haciéndola
andenes, y con ello graderías en todo lo que es terreno empinado. Como también en relación con lo cósmico e inconmensurable,
con la luna, el sol y las estrellas, que finalmente se lo ha incorporado a su
concepción cotidiana del mundo y de la vida.
Todos estos retos y desafíos,
que son absolutos existenciales, el hombre andino los ha asimilado y los ha
puesto al servicio de su manera de sentir y pensar naturales. Y los resume en
una actitud de solidaridad.
6.
El lado
opuesto
Dentro de esta perspectiva un
factor y presencia que conmueve mucho en este ámbito es el candor y la
inocencia como resultado de esta confrontación y asimilación entre el mundo
anímico y el espacio exterior, hecho distinto y en contraste con la mala
intención, la argucia y la codicia.
Así como, igualmente, la
manifestación de la ternura como práctica en el trato comunitario, en contraste
con aquello que tanto daño hace desde el lado opuesto, cuál es el abuso, la
desigualdad, la indiferencia.
Basta mencionar estos
aspectos para concluir que entonces, y acaso, ¿no es grandioso? ¿No es excelso?
Y especialmente habiendo puesto como práctica inherente a los hombres y a los
pueblos la solidaridad ante todo lo que es intrincado y fragoroso.
Frente a las montañas
escabrosas, y a lo que es la apariencia física de nuestro medio ambiente vital
abrupto y desértico, inaccesible y accidentado, cerril e impenetrable, solo
cabe como respuesta la solidaridad.
Porque, la pregunta que surge
es: ¿cómo ante una realidad tan físicamente hosca y hostil, intrincada y
tortuosa, puede dar lugar a voces tan entrañablemente tiernas, finas y crédulas
como son las que aquí surgieron en el teatro, la música y la poesía?
7.
Mujer
niña
y madre
Dentro de esa fragosidad, muy
pocas culturas tienen el privilegio de mostrar una ternura tan honda y
acrisolada, como es la cultura andina. Ternura representada en la mujer niña y
madre. Matriz en la acepción no biológica de procrear sino de amparar, adoptar
y proteger.
Maternidad que acuna y
resguarda la vida y la sostiene entre tanto abismo, fosa telúrica y huecos
negros cósmicos que nos acosan. Porque el precipicio de los andes no sólo está
hacia abajo sino, y, sobre todo, hacia arriba y hacia adentro. Y como tal es
más hondo, desolador e inacabable.
Por eso, “un canto de amistad
de buena vecindad” que reza como lema la canción que entonábamos pletóricos en
el patio escolar mirando los geranios de las macetas en flor colgadas de los
pilares del corredor y puestas en las gradas de la escalera, como las malvas de
pétalos blancos en lo alto de los muros y que sobresalen de entre las tejas,
símbolo de lo que nos cabe alentar hacia el porvenir.
Para rematar en la estrofa
que dice que somos por ello “hermanos soberanos de la libertad”, y que es
aquello que el mundo andino lo ha cultivado siempre para finalmente representar
el sentido de paz y solidaridad, plenos en el universo.
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