martes, 24 de septiembre de 2019

24 de septiembre. Día de las Fuerzas Armadas


24 DE SEPTIEMBRE
DÍA DE LAS FUERZAS ARMADAS


UN EJÉRCITO
DE ABIGARRADAS
BAYETAS


Danilo Sánchez Lihón




El repaso del ejército chileno, matando a los heridos en el campo de batalla.


…soldado del tallo,
filósofo del grano,
mecánico del sueño.
César Vallejo


1. Noticias
de un crimen

Las razones de la guerra declarada por Chile al Perú el 5 de abril del año 1879, donde escribiera nuestro ejército páginas gloriosas, el apóstol cubano y alma límpida de América José Martí trata de dilucidarlas en su Cuaderno N° 13 (Tomo 21 de sus Obras Completas, edición cubana), expresándose así:
“El primer movimiento al tener noticias de un crimen es rechazarlo. Y una vez creído es explicarlo, si cabe…”
Es por eso que dedica la mayor atención a la lectura del libro Historia de la Guerra del Pacífico, del autor chileno Diego Barrós Arana, en donde se trata de exponer y justificar los motivos de Chile para declarar la guerra al Perú, invadir Lima y ocupar el territorio nacional. José Martí entonces comenta:
“Yo entré a leer este libro con una generosa creencia (prevención) de que, aunque las razones de abnegación y sentimiento pudiesen estar de parte del Perú, las razones prácticas a lo menos estarían de parte de Chile. Porque sólo se concibe lo racional, en tanto no se palpa lo monstruoso...”
Para concluir, después de discernir al detalle uno y otro asunto, uno y otro motivo y uno y otro movimiento de la diplomacia y de los gobiernos, en el siguiente enunciado y anotación categórica:
“Niego a Chile el derecho de declarar la guerra al Perú”.

2. El fuego
de Dios

Y establecer en su análisis José Martí, como razón y motivo de Chile para iniciar esta contienda, continuarla y ensañarse después, como móvil, causa y elemento motivador, el siguiente:
(el) odio misterioso e implacable: el odio del que envidia una superioridad de espíritu y una largueza de corazón que no posee.
Esas son las únicas razones, el odio y la envidia, que encuentra evidentes y tangibles en su reflexión y análisis como factores que movilizaron a todo ese país, sin atenuantes, a desencadenar una guerra. El odio y la envidia que son impulsos ciegos, atávicos y bárbaros, y que ciertamente por el comportamiento de su ejército y su diplomacia, se los ve inocultables y relucen a la luz del día en toda circunstancia de esta contienda: el odio y la envidia.
Y continúa el apóstol:
El odio del que no inspiraba simpatías hacia el que las inspira. El odio del mezquino al generoso”.
Y lanza, como apotegma, las siguientes frases:
“…pueblos de América merecen ser quemados por el fuego de Dios si vienen a guerra! y por dineros! y por minas! y por cuestión de pan y bolsa! Oh! que fuera la ira, látigo que flagelase, o barrera que cercase… al hermano traidor! Traidor a su dogma de hombre, y a su dogma de pueblo americano!...”

Batalla de Arica. El unoforme del color del pan de los artesanos peruanos


3. Un registro
curioso

Sí, el odio y la envidia. El odio es bajeza, y la envidia se traduce en codicia que la mostraron palmariamente al llevarse en bienes todo lo que pudieron. Y lo que no podían llevar lo destruían, como fábricas y trapiches, Se quemaron haciendas y se mató al ganado que no se podían llevar.
Pero hay otro factor que el prócer cubano no lo podía saber, y cuál es: la extrañeza de ser ajenos a nuestro continente, de pertenecer quizá a Europa, como se ufanan en pensarlo, sentirlo y decirlo.
Como lo hacen ya sin rubor y hasta con oculto orgullo la gran mayoría de ciudadanos de ese país.
Cuya filiación más la quieren establecer, o la establecen con el Viejo Mundo. Y se autoproclaman ser los ingleses de América. E imitan todo de los alemanes. Viejo mundo del cual extraen todos sus modelos, incluso este, el de la guerra.
Que allá es una tradición por ser un continente mísero, que siempre han estado en conflicto para arrancharse lo que sea.
Ellos quieren hacer las mismas acciones que se hacen en Europa, de allí que hay un registro curioso, y es este:

4. ¡Y eso
somos!


Cuando llegaron algunos prisioneros de guerra después de la batalla de Arica el periodista chileno Vicuña Mackenna se molestó de no encontrar a soldados blancos, altos y garridos entre los derrotados. Esto le perturbó mucho. Fue una decepción que hirió mucho su orgullo.
Y le incomoda no reconocer entre los sangrantes contusos a gladiadores romanos hechos y derechos, aunque vencidos. ¡Y, sobre todo, apuestos, como él los hubiera deseado y querido! Es decir: ¡blancos! 
Y escribió la siguiente frase improvisada pero lacerante y plena de un hondo y supremo sentido. Significación y concepto el mismo que indudablemente no le pertenece en absoluto a quien la profirió, al decir que los despojos de nuestro ejército eran:
Una gavilla desordenada de abigarradas bayetas.
El sentido que no le pertenece es el de la identidad que representan y que él jamás alcanzará a entender.
Porque, ¡qué homenaje dentro de la iniquidad, la infamia y la vileza encierra esta frase! Porque eso éramos ¡y eso somos! para honra y gloria nuestra: ¡abigarradas bayetas! A nosotros a quienes no enorgullecen las botas, ni los cascos ni las pistolas.

5. Era
y será siempre

Porque bayeta, niño, es el tejido indio, la trama amorosa de los telares artesanales y rústicos, y de lo cual se hace las prendas de vestir en el campo, los pantalones y las camisas, bajo los techos que nos cobijan bajo los cielos anubarrados o radiantes, o bajo las descargas de rayos y truenos lluvias inclementes. Y los trajes de las mujeres.
Por eso, la bayeta tiene todo el sabor de lo aldeano, hogareño y de lo noble, de lo rural y prístino, de lo franco y amoroso. Por eso la vestimenta de quienes defendían nuestra tierra amada era de suave perla, de un blanco mate como el de los duraznos en flor.
De bayeta era nuestro uniforme blanco, del color de las espigas, de los campos cultivados, de los trigales y del pan. Del color de los seres buenos. No es un uniforme en realidad de gendarmes, de tropas o de reclutas. Es más bien un saludo al pan, al trigo y a la harina.
Es más bien el vestido de los danzantes de marinera, o de los cargadores de las andas de una procesión, o el de una cuadrilla de aldeanos que van a cumplir una faena comunal.

Un ejército internacional de voluntarios por la paz y la fraternidad universales


6. la razón
profunda

Y ciertamente, no eran soldados. Vicuña Mackenna utilizó la palabra gavilla que ciertamente evoca al trigo, a la mies y al pan. Quizá sí gavilla como aquella que se alza en la parva juntando los tallos del trigo con sus espigas para extraer los frutos que van a las ollas y se sirven a las mesas.  
Ese ejército no eran soldados, eran peones y trabajadores de las comarcas, aldeas y los villorrios; eran obreros, artesanos, estudiantes y maestros. Era y será siempre nuestro ejército: hombres humanos y no perros de presa.
Aquél, que para su orgullo quería un ejército de blancos derrotados, fue un desengaño encontrar que eran indios.
Por eso, ellos jamás comprenderán con quiénes luchaban. Lo hacían con un país sublime y misterioso. Un país al cual solo se lo puede amar. ¡Y comprender amándolo!
Y acierta totalmente el apóstol cubano cuando esboza como la razón profunda de esta guerra la envidia.

7. pleno
de generosidad

Quien al analizar las razones y motivos de esta guerra se inclinó por defender y solidarizarse con el Perú de esta agresión.
Denunciando en su momento que el motivo era el odio y la envidia a un país y a una cultura excelsa, aunque empobrecida por la rapiña foránea.
Siento y sé que es así. Cuando viajamos a Santiago de Chuco, en el marco del movimiento cultural Capulí, Vallejo y su Tierra, ocurre que los ciudadanos de aquel país que asisten al certamen, se conturban de lo que ven.
No se explican el milagro de un pueblo cariñoso, sin resentimientos y pleno de generosidad. Y entonces guardan silencio.
Anonadados de comprobar un pueblo sufrido pero generoso, lastimado pero cariñoso. Una población sencilla y a la vez excelsa, empobrecida pero fraterna.
Y que no ha perdido ni su inocencia ni su humanidad. Y se espantan que así sea pese a la iniquidad con que se lo ha tratado y que se ha cernido y se cierne sobre ellos.
Un pueblo que esconde en el fondo de su ser un tesoro inextinguible.


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