miércoles, 25 de septiembre de 2019

25 de septiembre. Del libro de la vida: La danza como arte.


25 DE SEPTIEMBRE
DEL LIBRO DE LA VIDA

LA DANZA
COMO
ARTE

Danilo Sánchez Lihón

Foto de Jaime Sánchez Lihón

Nunca des una espada
a un hombre
que no sepa bailar.
Confucio

Solo creería en un dios
que sepa bailar.
F. Nietzsche

El Corazón danzaba;
más, luego sollozó.
César Vallejo


1. Danzan
las estrellas

La danza es arte primigenio que nace con la aparición del hombre sobre la faz de la tierra, porque se vincula a su palpitación, al ritmo de la sangre y a la respiración de nuestro cuerpo que interiormente danza, así como danzan las estrellas y las galaxias del universo.
La danza es el arte más antiguo de la cultura de los hombres y los pueblos. Y aún antes que el hombre existiera ya había danza, puesto que lo más ínfimo y lo más vasto de todo en el universo, danza.
En el arte rupestre de las Cuevas de Altamira, en la Cantabria de España, así como en las Cuevas de Toquepala, en Ilabaya, provincia Jorge Basadre, en el departamento de Tacna, en el Perú, los hombres danzan hasta cuando cazan.
En las primeras manifestaciones humanas la danza adquiere un carácter ritual; en primer lugar, para exorcizar las fuerzas de la naturaleza a fin de hacer propicia la caza y la pesca, como las confrontaciones y las batallas entre tribus rivales.
Así como también se danza para celebrar y adorar a las entidades divinas y pedir su concurso favorable en los asuntos que más nos importan e incumben en la vida.

Danzas de Santiago de Chuco. Foto: Jaime Sánchez Lihón

2. Lo más
supremo

La danza es la conjunción del cuerpo con el espíritu en el centro más esencial y culminante en que estas dos verdades se juntan el acto ceremonial de la celebración y la fiesta. Y cuyo lenguaje es el movimiento en su expresión más intensa y sublime, mediante el ritmo y el compás que trazan unas líneas creadoras imposibles de que antes o después existan, salvo en el presente en donde la danza nace y se configura, principalmente en base a impulsos y emociones que se traducen en ritmos, compases y movimientos.
Y como todo aquello inherente a la conjunción más alta del cuerpo y el espíritu está ligado a la adoración. Así como todo aquello en relación con la naturaleza está ligado al agua, al aire, al fuego y a la tierra. Es por eso que la danza por un lado tiene una expresión personal, de impulso anímico, pero a la vez es una manifestación colectiva, en donde el individuo participa de una comunión profunda con los seres con quienes comparte un destino común.
La danza es expresión del ser individual, pero también del ser colectivo; y en las culturas originarias se danza en alusión y en vínculo con la divinidad, adorando de ese modo a las montañas, a las nieves perpetuas, a las cascadas de los ríos o bien a las estrellas y cometas del firmamento.

Danzas de Santiago de Chuco. Foto: Jaime Sánchez Lihón

3. Danzan las esferas
celestes

Aunque es una expresión depurada del movimiento corporal es a su vez un rapto sagrado del espíritu por el cual nos encomendamos a lo más supremo que hay en el universo.
Sean aquellas presencias naturales que veneramos como los cerros, los ríos, las lagunas, los picachos nevados; o bien sea que estén dedicadas a las deidades en las cuales creemos fervorosamente; y que no tienen una expresión externa, sino que son espíritus que más habitan en el espacio interior de nosotros los seres humanos.
Por ambas razones, sensoriales como simbólicas, las danzas han incorporado a la expresión natural del cuerpo una vestimenta y parafernalia que representa la mímesis de fenómenos naturales, anímicos y sociales que vale asumir, interpretar y valorar.
Otro aspecto es la coreografía que desarrolla una estructura compuesta de momentos o estadios en el transcurso de esta expresión artística, a fin de darle variedad por un lado e intensidad por el otro. Y expresión simbólica de los contenidos del alma humana.

Pallos de Huayatán. Foto: Jaime Sánchez Lihón

4. Las manos
y los pies

Entre nosotros, la danza es un arte milenario; y todas las culturas del mundo en general registran expresiones artísticas que se pueden tipificar como danzas.
Asocia o se vincula a otras manifestaciones de la cultura de los pueblos, y a expresiones artísticas como la música y la canción, el teatro y la plástica, el cine y el arte gráfico, armonizándolas en una unidad que nos da la ilusión de espontaneidad, síntesis y libertad.
Sin dejar de ser la danza lenguaje del cuerpo, que, en su base fundamental, encierra compases y ritmos que suscitan la plena expresividad del alma, alcanza una plena integración con todo lo mental, resultando ser absolutamente mágica.
Pero también en lo meramente corporal vale como integridad absoluta y cabal del lenguaje de los ojos, de la expresión facial o gestual, así como de la comunicación y expresividad de las manos y los pies.
Es la danza un arte de celebración donde se integran principalmente dos ejes básicos de la creación viviente: el género masculino y el femenino.


Bailan los niños en el Capulí. Foto: Jaime Sánchez Lihón


5. Llama
votiva

Pero es también de homenaje a la naturaleza y, como tal, es un arte ritual vinculado a la religiosidad y al carácter sagrado de la creación.
Se vincula a la energía telúrica, sintonizando con los elementos que la naturaleza nos proporciona y prodiga, principalmente apuntando a contenidos raigales como la fecundidad y el cambio, como elementos dialécticos de la realidad.
Como expresión cultural de los pueblos representa más legítimamente la identidad de las culturas, sus costumbres y sus creencias.
Por eso, la danza principalmente es expresión colectiva e histórica, en donde se plasman las vicisitudes y la idiosincrasia de los grupos humanos.
En ella es permanente y está encendida la llama votiva de la fe, hecho que le da una honda raigambre e índole ceremonial.
Se recurre a ella invocando su carácter curativo y sanatorio, porque mediante ella se exorcizan males del alma y del cuerpo; así como, en base a su práctica, se previenen muchas dolencias y enfermedades.

Danzas de Santiago de Chuco. Foto: Jaime Sánchez Lihón

6. Filiación
e identidad

En el ámbito de la educación, la danza debe ser una práctica constante para hacer que niños y jóvenes alcancen plena expresividad y en donde se puedan unir diversos lenguajes en una manifestación que ha de darles soltura y armonía.
Y, sobre todo, ella es un ámbito ideal para integrar personas, compañeros de aula, así como para superar tensiones que podrían afectar las relaciones entre uno y otro componente de la institución escolar.
Cultivada como factor pedagógico ha de ser recreada para imprimirle aquellas significaciones y valores que quisiéramos afianzar y relievar en nuestra comunidad.
En la escuela hemos de incentivar la danza para integrar a los niños tanto entre quienes conforman un aula como también para vincularlas al conjunto social, por los altos valores de arraigo, pertenencia, filiación e identidad que la danza trasunta.

Capulí ingresa a los pueblos bailando. Foto. Jaime Sánchez Lihón

7. Es
fluir

En nuestra cultura la danza es una expresión acrisolada unida a la labor comunal. Donde se danza sea para la siembra, como para la cosecha. Se danza en el trasquile de ganado y en la conducción del agua por los canales y las acequias. Se danza al abrirse los caminos con el pico y con la pala; como al tejerse las sogas con que se sostienen los puentes sobre las hondonadas y los abismos.
Se danza sobre el suelo en donde se construirá una casa, en el alzarse los muros de piedra o adobe sobre los cuales se edificará una iglesia o una escuela, como cuando se asienta el tejado de los techos de una y otra vivienda. Porque mientras se danza todo es unidad y es plenitud; es acuerdo, entendimiento y júbilo. No hay lugar en ella para odiar. mentir o abrigar una mala intención. La danza es fluir y dejarse llevar por la corriente poderosa de la creación del universo.
La danza es la música puesta en lenguaje plástico y en movimiento. Es una revelación y es un milagro. Es el lenguaje más directo y sin errores del libro del alma, tanto de los seres humanos como de las plantas y animales. E incluso hasta de seres aparentemente inanimados e inertes en las esferas celestes.



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