27 DE SEPTIEMBRE
DÍA DE LOS MARES
AMOR
DE DIOSES
BAJO LOS MARES
Danilo Sánchez Lihón
Ilustraciones:
Nobuko Tadokoro
1. Chistoso
y ocurrente
– Anda
tú misma y busca entre estos dioses quién es tu padre, y halla tú la sangre de
tu sangre.
Y la
niña apenas a un año de nacida y puesta en medio del ruedo de los dioses gateó
directo hasta Cuniraya, le sonrió y pidió con ademanes que lo alzara en sus
brazos.
– ¡No!
–gritó despavorida su madre–. ¡No puede mi hija ser hija también de un ser haraposo!
Y desesperada,
cogiendo a su criatura, ahora huye despavorida por los confines.
Cuniraya,
dios de dioses, de talante bromista, ser esplendoroso, había aparentado en la
asamblea de los dioses ser un miserable y piojoso, dado que ese era su carácter:
chistoso y ocurrente.
2. Sorda
a sus ruegos
Por esa
razón, la hermosa Cavillaca ahora huye horrorizada, con su hija entre los
brazos.
Y de solo
ver que esta avanzó hasta el regazo del mendigo, sentado en el suelo; y que ya iba
a trepar para estar entre su pecho.
Cuniraya
recapacitó.
Y,
recuperando su figura de dios magnífico y refulgente, la llamó con voz
suplicante:
– Hermosa
Cavillaca. ¡Mírame! ¡Mírame quién soy! ¡No soy lo que tú crees!
Pero
no. Fue en vano. Ella no quería ya mirar ni escuchar esas súplicas.
Sorda
en sus oídos. Sorda a sus ruegos y reclamos. Huía.
Y cuando
ya está al borde del acantilado, se arroja al mar sin soltar a su hija que se
cobija entre sus brazos.
3. La piedra
que abrazaba
Cuniraya
también se lanza intentando salvarlas.
Allí
vio cómo la hermosa Cavillaca y su hija se convertían en dos rocas, las únicas frente
a Pachacámac.
Y todo
por haberlo creído mísero e indigente, sin que atinara ella a voltear.
Cuando
él ya había recuperado su figura de luz radiante, luciendo toda su magnificencia,
maravilla y esplendor.
Pero
así, largo tiempo estuvo Cuniraya abrazado al ser que amaba, y a su retoño aún
tembloroso en la piedra que abrazaba. Pero ya se habían convertido en roca.
Fue
allí que oyó la voz de una mujer. Era Urpihuachay, quien al ver la agitación de
las olas se asomó a la orilla de la costa donde vivía. Luego corrió e ingresó
al fondo de las aguas revueltas, a ver lo que ocurría.
4. Hosco
granito
Allí ella
pudo contemplar, en el fondo marino, una escena conmovedora.
El
dolor de Cuniraya abrazado a su amada, convertida por su desatino en piedra,
abrazada con su tierna, hijita, hija de dioses.
Y así
habló la mujer:
– Dios
de dioses, divino Cuniraya. Veo que eres tierno y compasivo. ¿Cómo es que te
ocurrió esta inmensa desgracia?
Cuniraya
no responde. Con los ojos enrojecidos, y hechos otro mar en el fondo del océano,
guarda silencio.
– Permíteme
ayudarte a que tu amada y tu hija, convertidas en hosco granito, sobresalgan a
la superficie.
5. Y
agradecido
–
Mujer, ¿por qué hemos de hacer lo que tú me propones? –Dice él llorando.
Y sin
poder contener sus suspiros, que hacen chocar las aguas en los acantilados, con
fuerte oleaje que amenaza desbordar hacia la costa.
– Para
que conste eternamente el amor que les tuviste y les tienes.
Esto
convenció a Curinaya, quien escuchó atento y callado.
– Y
para que todos reconozcan que no cabe menospreciar al pobre, que sólo es una
apariencia.
Ante
esto Cuniraya asintió definitivamente convencido. Y, es más, agradecido.
6. A
su lado
Porque,
hasta entonces Cuniraya no había pensado en esta visión, cual era sacarlas a flote.
Y
erigirlas en la orilla del océano, hecho que le pareció bueno y un alivio a su congoja
e inmensa pena, por lo que agradeció a la buena mujer.
Allí
fue que la niña al verlo, como última exhalación otra vez intentó abrazarse a
su padre, pero otra vez Cavillaca siendo piedra la retuvo.
– El
orgullo en la mujer es inmenso. –Comentó.
Y Urpihuachay
le replica:
– Quizá
la retiene porque el dolor de dejar de tenerla a su lado, y para siempre sea
muy grande.
7. Entre
sus brazos
Al
principio pusieron tanto empeño Urpihuachay y Cuniraya que sacaron totalmente
las dos rocas desde el fondo de las aguas.
Entonces
a Cavillaca se la veía entera, cuan sensual y hermosa es. Pero él no quiso, y
pidió sumergirla hasta las rodillas.
Al
contemplarla nuevamente Cuniraya tuvo todavía celos pues, aunque piedra, se la
veía tan agraciada que supuso que aun así se enamorarían de ella.
Pero
esta vez, ingresando hasta el fondo del mar, alzó más bien el techo de las
aguas hasta que cubrieran más arriba de los senos de su amada.
Quien
debajo sostiene a su hija entre sus brazos, a quien se la ve apenas desde sus
hombros.
8. Aquí
os dejo
– De
Cavillaca sólo quiero que se vea su cuello y su trenza y nada más –le dice a
Urpihuachay.
–Tú me
avisas hasta dónde subo la superficie del agua.
Ingresó
otra vez al mar y lo hizo aún más crecer, hinchando su lomo, empujando desde
abajo el techo ondulante y verde de las olas del océano.
– Hasta
ahí nomás, hasta ahí está bien. –Le avisa Urpihuachay.
Y así,
recién estuvo conforme.
Mirando
a su esposa y a su hija convertidas en piedras, se despidió de ellas diciendo:
– Aquí
os dejo, adoradas mías, para permanecer por la eternidad de los tiempos.
9. Dios
de dioses
Y
volviendo adonde está Urpihuachay, le agradece:
–
Quisiera devolver en algo tu ayuda, buena mujer. ¿Dónde vives y qué necesitas?
– ¡Dios
de dioses! Si esa es tu voluntad te diré que dos de mis hijas viven desde hace
años sin ver la luz del sol, prisioneras de un monstruo marino, malvado y
perverso.
–
¿Dónde están y quién las mantiene en ese estado lamentable?
– Es la
serpiente de dos cabezas quien las tiene secuestradas exigiendo que se casen las
dos con ella. Y mis hijas se niegan. Y yo también.
–
Llévame donde están tus hijas. –Dijo el dios de dioses,
radiante y decidido.
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