viernes, 27 de septiembre de 2019

27 de septiembre. Día de los Mares.


27 DE SEPTIEMBRE
DÍA DE LOS MARES


AMOR
DE DIOSES
BAJO LOS MARES


Danilo Sánchez Lihón

Ilustraciones:
Nobuko Tadokoro




1. Chistoso
y ocurrente

– Anda tú misma y busca entre estos dioses quién es tu padre, y halla tú la sangre de tu sangre.
Y la niña apenas a un año de nacida y puesta en medio del ruedo de los dioses gateó directo hasta Cuniraya, le sonrió y pidió con ademanes que lo alzara en sus brazos.
– ¡No! –gritó despavorida su madre–. ¡No puede mi hija ser hija también de un ser haraposo!
Y desesperada, cogiendo a su criatura, ahora huye despavorida por los confines.
Cuniraya, dios de dioses, de talante bromista, ser esplendoroso, había aparentado en la asamblea de los dioses ser un miserable y piojoso, dado que ese era su carácter: chistoso y ocurrente.


2. Sorda
a sus ruegos

Por esa razón, la hermosa Cavillaca ahora huye horrorizada, con su hija entre los brazos.
Y de solo ver que esta avanzó hasta el regazo del mendigo, sentado en el suelo; y que ya iba a trepar para estar entre su pecho.
Cuniraya recapacitó.
Y, recuperando su figura de dios magnífico y refulgente, la llamó con voz suplicante:
– Hermosa Cavillaca. ¡Mírame! ¡Mírame quién soy! ¡No soy lo que tú crees!
Pero no. Fue en vano. Ella no quería ya mirar ni escuchar esas súplicas.
Sorda en sus oídos. Sorda a sus ruegos y reclamos. Huía.
Y cuando ya está al borde del acantilado, se arroja al mar sin soltar a su hija que se cobija entre sus brazos.


3. La piedra
que abrazaba

Cuniraya también se lanza intentando salvarlas.
Allí vio cómo la hermosa Cavillaca y su hija se convertían en dos rocas, las únicas frente a Pachacámac.
Y todo por haberlo creído mísero e indigente, sin que atinara ella a voltear.
Cuando él ya había recuperado su figura de luz radiante, luciendo toda su magnificencia, maravilla y esplendor.
Pero así, largo tiempo estuvo Cuniraya abrazado al ser que amaba, y a su retoño aún tembloroso en la piedra que abrazaba. Pero ya se habían convertido en roca.
Fue allí que oyó la voz de una mujer. Era Urpihuachay, quien al ver la agitación de las olas se asomó a la orilla de la costa donde vivía. Luego corrió e ingresó al fondo de las aguas revueltas, a ver lo que ocurría.


4. Hosco
granito

Allí ella pudo contemplar, en el fondo marino, una escena conmovedora.
El dolor de Cuniraya abrazado a su amada, convertida por su desatino en piedra, abrazada con su tierna, hijita, hija de dioses.
Y así habló la mujer:
– Dios de dioses, divino Cuniraya. Veo que eres tierno y compasivo. ¿Cómo es que te ocurrió esta inmensa desgracia?
Cuniraya no responde. Con los ojos enrojecidos, y hechos otro mar en el fondo del océano, guarda silencio.
– Permíteme ayudarte a que tu amada y tu hija, convertidas en hosco granito, sobresalgan a la superficie.


5. Y
agradecido

– Mujer, ¿por qué hemos de hacer lo que tú me propones? –Dice él llorando.
Y sin poder contener sus suspiros, que hacen chocar las aguas en los acantilados, con fuerte oleaje que amenaza desbordar hacia la costa.
– Para que conste eternamente el amor que les tuviste y les tienes.
Esto convenció a Curinaya, quien escuchó atento y callado.
– Y para que todos reconozcan que no cabe menospreciar al pobre, que sólo es una apariencia.
Ante esto Cuniraya asintió definitivamente convencido. Y, es más, agradecido.


6. A
su lado

Porque, hasta entonces Cuniraya no había pensado en esta visión, cual era sacarlas a flote.
Y erigirlas en la orilla del océano, hecho que le pareció bueno y un alivio a su congoja e inmensa pena, por lo que agradeció a la buena mujer.
Allí fue que la niña al verlo, como última exhalación otra vez intentó abrazarse a su padre, pero otra vez Cavillaca siendo piedra la retuvo.
– El orgullo en la mujer es inmenso. –Comentó.
Y Urpihuachay le replica:
– Quizá la retiene porque el dolor de dejar de tenerla a su lado, y para siempre sea muy grande.


7. Entre
sus brazos

Al principio pusieron tanto empeño Urpihuachay y Cuniraya que sacaron totalmente las dos rocas desde el fondo de las aguas.
Entonces a Cavillaca se la veía entera, cuan sensual y hermosa es. Pero él no quiso, y pidió sumergirla hasta las rodillas.
Al contemplarla nuevamente Cuniraya tuvo todavía celos pues, aunque piedra, se la veía tan agraciada que supuso que aun así se enamorarían de ella.
Pero esta vez, ingresando hasta el fondo del mar, alzó más bien el techo de las aguas hasta que cubrieran más arriba de los senos de su amada.
Quien debajo sostiene a su hija entre sus brazos, a quien se la ve apenas desde sus hombros.


8. Aquí
os dejo

– De Cavillaca sólo quiero que se vea su cuello y su trenza y nada más –le dice a Urpihuachay.
–Tú me avisas hasta dónde subo la superficie del agua.
Ingresó otra vez al mar y lo hizo aún más crecer, hinchando su lomo, empujando desde abajo el techo ondulante y verde de las olas del océano.
– Hasta ahí nomás, hasta ahí está bien. –Le avisa Urpihuachay.
Y así, recién estuvo conforme.
Mirando a su esposa y a su hija convertidas en piedras, se despidió de ellas diciendo:
– Aquí os dejo, adoradas mías, para permanecer por la eternidad de los tiempos.


9. Dios
de dioses

Y volviendo adonde está Urpihuachay, le agradece:
– Quisiera devolver en algo tu ayuda, buena mujer. ¿Dónde vives y qué necesitas?
– ¡Dios de dioses! Si esa es tu voluntad te diré que dos de mis hijas viven desde hace años sin ver la luz del sol, prisioneras de un monstruo marino, malvado y perverso.
– ¿Dónde están y quién las mantiene en ese estado lamentable?
– Es la serpiente de dos cabezas quien las tiene secuestradas exigiendo que se casen las dos con ella. Y mis hijas se niegan. Y yo también.
– Llévame donde están tus hijas. –Dijo el dios de dioses, radiante y decidido.


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