28 DE SEPTIEMBRE
SE
CREA LA ESCUELA DE BELLAS ARTES
DE
LIMA, 1918
Imagen externa de la Escuela de Bellas Artes de Lima
PINTOR DE
LIRIOS, NUBES
Y TEJADOS
Danilo
Sánchez Lihón
En
mostazas amarillas
copia su tono el poniente.
Felipe Arias Larreta
1. Entre
los más valientes
– ¡Quién dibujó
esto!
Gritó el pintor
José Sabogal, temible por su carácter violento, arrogante y soberbio, a más de
sus decisiones que eran estallidos radicales y tajantes, quien no consentía
mediocridades de ningún tipo, creador máximo de la corriente indigenista en la
pintura peruana y director legendario de la Escuela Superior de Bellas Artes
del Perú.
– ¡Quién dibujó
esto! ¬–Volvió a tronar en tono más imperativo que antes desde las afueras de
la oficina de la Dirección General, situada en el primer piso de la vieja
casona colonial de la cuadra 6 de la calle Ancash, en los Barrios Altos de
Lima.
Y gritaba más
aún. Como nadie aparecía, sino que más bien los alumnos se escondían yendo a
refugiarse hasta detrás de los armarios, él salió al centro del patio para que
escucharan mejor desde el segundo y tercer piso del vetusto edificio.
Sin embargo, los
corredores habían quedado desiertos de gente, temerosa de ser el objeto de la
ira del maestro.
2. Y
le dijo
Entonces volvió
a clamar:
– ¿Me oyen? ¿Me
escuchan? ¡Hablo claro, o qué! ¡Pregunto! ¡Quién dibujó esto!
Y blande la
cartulina en donde está la pintura motivo de su ira.
Poco a poco
empiezan a asomarse unos cuantos estudiantes, entre los más valientes a los
corredores del segundo y tercer piso:
– Yo no he sido
profesor.
– ¡Yo tampoco!
– Yo, menos,
maestro.
– No es mi
dibujo, director.
– Tampoco es
obra mía.
– ¡Entonces de
quién! –Vocifera.
Armando
Villegas, quien ahora es considerado entre los grandes pintores colombianos,
pero que nació en Pomabamba, en Ancash, Perú, y se formó entre nosotros, quien
ha recibido los máximos elogios nada menos que de Gabriel García Márquez,
corrió donde estaba Agustín Rojas y le dijo:
– ¡Oye hermano!
Es tu dibujo. Es tu dibujo el que blande en sus manos el director.
– ¿Sí?
La casa de mi abuela Sofía. Pintura de Agustín Rojas
3. ¡Aquí
está!
– ¡Es tuyo! ¡Te
fregaste Agustín! ¡Porque sigue gritando quién lo hizo!
– Tienes que
declarar que tú lo has hecho. –Se acercó a decirle otro.
– Pero, ¡qué has
dibujado ahí, hermanito! ¡Ahora de repente a todos nos castiga!
– No he hecho
nada. Yo no he ofendido a nadie. Soy inocente.
– ¡Anda, dile
eso, aunque te expulse!
– ¡Pero, de una
vez anda! Es mejor que bajes.
Y se asomó al
balaustre del corredor y vio hacia abajo que, ciertamente, por los colores y la
silueta reconoció que era su dibujo. Como notaron inmediatamente la escena de
quién era el culpable de tanta ira, señalaron como si hubieran cazado a un
conejo.
– ¡Aquí está el
alumno, profesor!
– ¡Aquí está
quien lo hizo!, señor director.
– ¡Que baje!
Y todos dieron
un suspiro de alivio. Y los ánimos volvieron a la calma. ¡Ya había otra víctima
que pagaría caro su atrevimiento! ¿Cuál o quién era ese?
4. ¿De dónde
es usted?
Agustín Rojas
bajaba como alma en pena las escaleras anchas que daban vueltas en cada esquina.
Recordaba, al hacer su cuadro, que quiso ser libre dando rienda suelta a su
emoción estética. Y había pintado tal y como le vino en gana. ¿Y era eso lo que
estaba motivando tanto enojo y escándalo?
Recorrió paso a
paso los corredores bajo la mirada compasiva de estudiantes, empleados y
personal administrativo que se asomaba para ver pasar a ese pobre muchacho
provinciano venido de un pueblito del norte del Perú llamado Santiago de Chuco.
Otros apenas se
atrevían a mirar asomados a las ventanas. Pues no vaya a comprometerlos. Bajó
los últimos escaños, inclinó la cabeza y se presentó ante aquel dios olímpico.
– ¿Usted pintó
esto?
– ¡Sí, fui yo!
– ¡Espéreme en
la Dirección!
Luego entró el
guapo cajamarquino, iracundo e intempestivo, cerrando tras de sí la puerta.
Casa de Rita Uceda en Santiago de Chuco. Pintura de Agustín Rojas.
5. Devoción
y cariño
– ¿De dónde es
usted?
– De Santiago de
Chuco, señor. –Dijo con voz velada ya casi al borde del llanto. –Vivo solo en
Lima, sin familia y pobremente. –Rogó queriendo justificar de antemano su
desatino.
– Lo felicito.
Así se dibuja, con esa fuerza, con esa libertad, con ese coraje.
– ¿Qué dice,
señor?
– ¡Que usted
está en el camino del verdadero arte! ¡Usted será uno de los grandes pintores
del Perú y que necesita tanto nuestra patria!
– ¡Gracias!
¡Gracias!
A partir de ese momento
Agustín Rojas Torres pasó a formar parte del círculo de excelencia del maestro
José Sabogal.
Fue un suceso
ocurrido inopinadamente cuando él se sentía un marginado, un don nadie, un
muerto de hambre
Pasó a integrar
aquel círculo áureo que solo lo conformaban cinco artistas, a los cuales él
dedicaba toda su magisterio, devoción y cariño, entre los cuales estaban Camilo
Blas, Julia Codesido, Teresa Carvallo, Vinatea Reinoso y el propio Agustín
Rojas Torres.
6. Un pintor
por descubrir
Él nació en Santiago
de Chuco y estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes del Perú con sede en
Lima, capital de la República del Perú.
Fueron sus
maestros en pintura José Sabogal y Camilo Blas; en composición y grabado Manuel
Ugarte Eléspuro; en modelado Ismael Pozo y de postgrado el belga Jaques Maes.
Trabajó muchos
años como diseñador de telas en la Casa Grace de Lima y fue constante en la
presentación de muestras y exposiciones en diversas salas de Lima y otras
ciudades del Perú.
Pero de lo que
se sentía más orgulloso era de que su alma y sus pinceles hubieran restaurado
la efigie bendita del Apóstol Santiago el Mayor de la Iglesia Matriz de su
pueblo natal, de quien era transido devoto de su culto como todo buen chuco.
Y tenía razón
porque esa es la capa de pintura que ha salido de sus manos y que millares de
personas adoran con los ojos llenos de lágrimas reverentes y consagradas, con
todo nuestro destino puesto a sus pies y en las manos de nuestro patrón
bendito, a quien rogamos alivio a nuestros males y suerte en nuestras vidas,
reverenciando allí mismo y sin saberlo el pulso y los matices de quien lo
pintara.
7. En memoria
de su lar nativo
Agustín Rojas es
un artista por descubrir, revelar y valorar, a la misma altura que debemos
apreciar a los más grandes pintores del Perú contemporáneo. Es el paisajista conmovedor principalmente de
los tejados de mi pueblo, tal y cómo yo los sentí de niño siempre: como un mar
movible de olas de tierra ocre, y a veces roja, que se alejan y se acercan.
Pero en verdad
es quien pintó a Santiago de Chuco en cada grumo y pigmento que aflorara de su paleta
y de su palpitar que fue tranquilo y bueno. Incluso retrató a su pueblo en todo
aquello que aparentemente no tenía nada que ver con su tierra, como es un
desierto o un paisaje de costa. Inclusive en el mar que pintara está el aire de
fiesta de su Santiago de Chuco querido. O cuando pinta un bodegón, o el retrato
de una persona citadina. Allí está sin embargo el color y el aroma de las
paredes y los tejados de su rincón andino; pero mucho más lógicamente si aquel
lienzo es un ramillete de rosas, calas o alhelíes.
Por eso, al
contemplar cada cuadro de Agustín Rojas saber indefectiblemente ¡oh peregrino!,
que bajo aquellas imágenes y pigmentos paseó el poeta César Vallejo y marchó en
su despedida el contingente del Batallón Libres de Santiago de Chuco a morir en
la Batalla de Huamachuco. O en tantas otras lides en donde gente de mi tierra
ha sabido entregar su corazón tembloroso, creyente y emocionado. Sí, emocionado
con todo lo que hay que defender en esta vida y sobre la faz de la tierra.
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Excelente relato. Me hizo recordar algo similar ocurrido, con distinto final, a Humareda en su adolescencia.
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