15 DE OCTUBRE DE 1978
DECLARACIÓN UNIVERSAL
DE LOS DERECHOS DEL ANIMAL
(RESOLUCIÓN DE LA UNESCO Y DE
LA ONU)
EL TUNQUI
O GALLITO
DE LAS ROCAS
Danilo Sánchez Lihón
1. ¿Qué
nos queda?
– ¿Dejar estos lugares dicen ustedes?
¿Están en su sano juicio? ¿O se han vuelto locas?
– Eso mismo digo yo. Porque aquí tenemos
abundante comida, agua fresca y cristalina, las mejores semillas que recogemos
del borde de los ríos, lagos y arroyuelos. Tenemos la hierba fresca y la sombra
amable y fragante donde retozan nuestros polluelos.
– Sí. Pero se trata en realidad de tener
sentido común. ¿Cuántos éramos hace apenas tres años? ¿Mil, dos mil? ¿Ahora
cuántos somos? ¡No más de treinta! ¡En todo este paraje! ¡Y nos seguirán
matando! Y cada vez seguiremos siendo menos hasta desaparecer.
– Pero, ¿nos están proponiendo que dejemos
este clima delicioso, el sol y la lluvia fresca para huir a los bosques a vivir
en lo alto de los árboles envueltos y ocultos en la humedad de la neblina?
– Sí. Porque aquí hay cazadores apostados detrás
de los árboles noche y día. Y basta de que revoloteemos para caer en sus redes.
¿Cuántos de nuestros hijos hemos perdido?
– Bueno, y entonces, ¿qué proponen? ¿Qué
nos queda?
– ¡Que nos vayamos! Alejémonos de aquí,
busquemos refugio y defendamos nuestra progenie huyendo hacia otros parajes.
2. De alma
inocente
– Mamá, ¿y por qué tenemos que dejar este
sitio que a mí tanto me gusta.
– Cuando crezcas y tengas a su vez tus
propios hijos querrás que ellos vivan. Y que no les ocurra nada malo. Quiero
que nada para ti sea un peligro.
– ¿Y por qué tiene que ocurrirnos eso? ¿Por
qué nos persiguen y quieren atraparnos mamá?
– Porque somos las aves más bellas y más
caras del mundo. Por cada una de nosotras se paga un doblón de oro español; y
no hay príncipe, ni duque ni conde que no quiera lucir en su jardín aprisionada
en una jaula de oro al ave emblemática del fabuloso Imperio de los Incas del
Perú.
– Pero no tengo aún la cresta ni las plumas
como ustedes las tienen.
– Pero las tendrás. Y cuando las tengas te
perseguirán implacables y sin cesar. Y aún sin tenerlas, esperarán que tú
crezcas.
– ¿Nuestra belleza entonces es nuestra
desgracia, mamá?
– Sí. Pero, hijo, hay una belleza externa,
que en nuestro caso se da por los colores de nuestro plumaje, que es el rojo
anaranjado de nuestro cuello y cabeza, el negro imperial de las plumas de
nuestro pecho, alas y cola; y el color gris perla, tendiendo hacia el blanco
mate, que llevamos encima de nuestras alas.
3. ¿Pero,
adónde?
– ¿Y eso es malo?
– No, si no la codiciaran. Pero lo que más
atrae es la majestad que tenemos representada en la cresta imperial de plumas
erectas que tenemos en lo alto de nuestras cabezas, que veo que a ti ya te
están naciendo. Y atrae también, dicen, nuestra manera de mirar que revela
nuestra alma inocente y candorosa.
– Mamá, recuerdo nítidamente aquella
conversación que tuve contigo cuando estaba pequeño después de una asamblea que
se tuvo. Ahora ustedes las mamás vuelven a convocar a otra asamblea similar.
¿Otra vez vamos a mudarnos?
– Asiste y participa. Ya eres joven y ahí
te enterarás de lo que plantearemos.
– Riuc, riuc, riuc. Pido silencio, por
favor. es necesario terminar esta asamblea. Tiene su turno, usted que ha
solicitado la palabra.
– Gracias. Amigos, amigas. Parientes. Mi
hijo me recordaba que hace apenas tres años que nos mudamos de vivir cerca de
los arroyos y las fuentes de agua cercana a los ríos, lagos y manantiales,
donde vivíamos antes. Hemos vivido estos últimos años tranquilos en estos lugares,
pero ahora el hombre en su ambición ha incursionado en el bosque de neblinas
con el fin de cazarnos vivos o muertos, haciéndonos prisioneros o disecándonos si
hemos perdido la vida.
– Y, ¿qué podemos hacer ahora? ¿Otra vez
mudarnos, pero adónde? ¿Y dejar otra vez estos sitios?
4. Nuestra
identidad
– En realidad, los hemos convocado para
anunciarles una decisión tomada entre nosotras quienes somos madres y a fin de
que no les sorprenda lo que haremos.
– ¿Así? Y, ¿cuál es? ¿En qué consiste,
dígannos?
– Que siendo la apetencia nuestra belleza
hemos decidido a fin de proteger a nuestros hijos cambiar nuestro plumaje de
colores intensos y adoptar el matiz de la tierra, del barro y de la corteza de
los árboles. El pobre marrón.
– ¡Imposible! ¡Eso es claudicar! ¡Inconcebible!
¿Se verán como nuestras esposas, o qué?
– Pero hay algo más que no he terminado de
decir: ¡Nos cortaremos la cresta! Creo que así dejarán de perseguirnos y
matarnos dejando a tantos hijos huérfanos.
– Porque hay gente mezquina que cree que de
la belleza hay que adueñarse. Y más aún: hacerla propiedad privada. ¡Cuando la
belleza se posee admirándola!
– Pero eso que ustedes están pensando, ¿qué
sentido tiene? ¡Hay miles de especies como quieren ser ustedes! Es decir,
¡bellas! Y, ¿ustedes quieren ser comunes y corrientes? ¿Sin pena ni gloria?
Nosotros sí mantendremos muy en alto nuestra identidad,
cueste lo que cueste. Si fuéramos como ustedes no existiríamos, seríamos como
cualquier otro bicho que hay en el universo.
5. Rocas
y peñones
– Ciertamente, apoyando al compañero: ¿no
es esa una traición la que ustedes se están proponiéndose hacer? ¿No es una
cobardía? ¿No es una renuncia insensata? ¿Están locas? ¿No querrán que hagamos
lo mismo los varones, ¿no?
– No. No les estamos pidiendo lo mismo.
– Pido la palabra, puesto que hasta ahora
no he hablado. En verdad, no seamos mezquinos los varones aquí presentes. Ellas
se están sacrificando, y los motivos por qué lo hacen son sagrados: ¡conservar
la vida de nuestros hijos! Pero considero prudente también que no desaparezcan
los emblemas de nuestra especie, reconociendo que será un riesgo y una valentía
conservarlos.
Y esa fue la decisión que tomaron y la
cumplieron. Pero ahora es otro tiempo. Y de asumir otro compromiso, puesto que
el asedio ha continuado y se ha vuelto insostenible. Pero, ¿cuál es?
– Riuc, riuc, riuc. En realidad, ya tenemos
el quorum suficiente y continuamos la asamblea suspendida en la tarde de ayer.
Nos quedamos escuchando el planteamiento de las compañeras acerca de emigrar
hacia las rocas y peñones abruptos. Pero
quisiéramos que ellas mismas aclaren esta propuesta.
6. De vida
y muerte
– Renunciamos hace buen tiempo a la belleza
de que estábamos dotadas por defender la vida haciéndonos del color del barro y
cortando nuestra cresta. Y hemos venido hasta estos sitios altos de los árboles
y a lo más oscuro del bosque por defender a nuestros hijos y por la
responsabilidad de conservar nuestra especie.
– Diré, complementando lo que expresa
nuestra amiga, que en verdad nos cuesta mucho más esfuerzo esta situación,
puesto que somos nosotras quienes criamos a los hijos dándoles de comer por lo
menos durante tres meses mientras son tiernos, porque hay que bajar hasta el
suelo a traerles comida. Pero hay nuevos cazadores furtivos que han aprendido a
ubicar nuestros nidos, a saquearlos y a esperarnos a nosotras cuando vamos por
comida.
– Y quiero reforzar lo que acaba de expresarse,
diciendo que suben hasta nuestros nidos y roban nuestras criaturas; o bien
nuestros huevos verdes azulados para empollarlos por su cuenta, para que
nuestros hijos nazcan en cautiverio. Como también hay otros depredadores en lo
alto del bosque, que son: águilas, serpientes, hurones y coatíes.
– Dimos antes un paso importante viniendo
al bosque y por eso supervivimos! Ahora
es de vida y muerte emigrar. Estaremos más lejos, pero no les estamos pidiendo
a ustedes que vengan con nosotras.
7. Esa es
su misión
– Porque, en verdad, por ser ustedes los
varones bullangueros y bailarines es que son ubicados nuestros nidos. Quédense
aquí en el bosque. Nosotras hemos pensado que la solución es trasladarnos con
nuestros hijos y nidos hacia barrancas y peñas empinadas. Mientras sean más
escarpadas y abruptas ¡mejor! Para anidar en las caras verticales de esas
rocas, en las cavernas y grietas. Hasta allí no podrá llegar el hombre.
– Ustedes vivan aquí. Y esta decisión no conlleva
enojo. Al contrario. A ustedes corresponde una misión, quizá la más arriesgada
qué cumplir. Cual es mantener nuestra identidad, seguir ostentando la bandera
de lo bello y hermoso de nuestra especie, cultura, y lo pródigo que fue el
mundo andino para algún día volver a fundarlo.
– Eso mismo quisiera decirles yo. Que sigan
siendo orgullosos, cantando y bailando. Nosotras cuidaremos a los hijos en los
lugares apartados. Vendremos de incógnito a visitarlos. Y de corazón les digo: alégrennos
la vida siendo como son. Pero no nos delaten viviendo a nuestros nidos
– ¡Y sean felices! Tanto es así que
elegiremos a quien mejor sepa cantar y bailar como nuestros esposos. Y, sobre
todo, a quien sepa conservarse vivo lo haremos padre de nuestra progenie para
fundar otra vez el reino que fuimos. Esa es su misión: no ser atrapados y
nosotras les daremos los hijos que funden otra vez el gran imperio de los Incas.
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