martes, 15 de octubre de 2019

15 de octubre. Declaración Universal de los Derechos del Animal. El tunqui o gallito de las rocas.


15 DE OCTUBRE DE 1978
DECLARACIÓN UNIVERSAL
DE LOS DERECHOS DEL ANIMAL
(RESOLUCIÓN DE LA UNESCO Y DE LA ONU)


EL TUNQUI
O GALLITO
DE LAS ROCAS


Danilo Sánchez Lihón





1. ¿Qué
nos queda?

– ¿Dejar estos lugares dicen ustedes? ¿Están en su sano juicio? ¿O se han vuelto locas?
– Eso mismo digo yo. Porque aquí tenemos abundante comida, agua fresca y cristalina, las mejores semillas que recogemos del borde de los ríos, lagos y arroyuelos. Tenemos la hierba fresca y la sombra amable y fragante donde retozan nuestros polluelos.
– Sí. Pero se trata en realidad de tener sentido común. ¿Cuántos éramos hace apenas tres años? ¿Mil, dos mil? ¿Ahora cuántos somos? ¡No más de treinta! ¡En todo este paraje! ¡Y nos seguirán matando! Y cada vez seguiremos siendo menos hasta desaparecer.
– Pero, ¿nos están proponiendo que dejemos este clima delicioso, el sol y la lluvia fresca para huir a los bosques a vivir en lo alto de los árboles envueltos y ocultos en la humedad de la neblina?
– Sí. Porque aquí hay cazadores apostados detrás de los árboles noche y día. Y basta de que revoloteemos para caer en sus redes. ¿Cuántos de nuestros hijos hemos perdido?
– Bueno, y entonces, ¿qué proponen? ¿Qué nos queda?
– ¡Que nos vayamos! Alejémonos de aquí, busquemos refugio y defendamos nuestra progenie huyendo hacia otros parajes.



2. De alma
inocente

– Mamá, ¿y por qué tenemos que dejar este sitio que a mí tanto me gusta.
– Cuando crezcas y tengas a su vez tus propios hijos querrás que ellos vivan. Y que no les ocurra nada malo. Quiero que nada para ti sea un peligro.
– ¿Y por qué tiene que ocurrirnos eso? ¿Por qué nos persiguen y quieren atraparnos mamá?
– Porque somos las aves más bellas y más caras del mundo. Por cada una de nosotras se paga un doblón de oro español; y no hay príncipe, ni duque ni conde que no quiera lucir en su jardín aprisionada en una jaula de oro al ave emblemática del fabuloso Imperio de los Incas del Perú.
– Pero no tengo aún la cresta ni las plumas como ustedes las tienen.
– Pero las tendrás. Y cuando las tengas te perseguirán implacables y sin cesar. Y aún sin tenerlas, esperarán que tú crezcas.
– ¿Nuestra belleza entonces es nuestra desgracia, mamá?
– Sí. Pero, hijo, hay una belleza externa, que en nuestro caso se da por los colores de nuestro plumaje, que es el rojo anaranjado de nuestro cuello y cabeza, el negro imperial de las plumas de nuestro pecho, alas y cola; y el color gris perla, tendiendo hacia el blanco mate, que llevamos encima de nuestras alas.


3. ¿Pero,
adónde?

– ¿Y eso es malo?
– No, si no la codiciaran. Pero lo que más atrae es la majestad que tenemos representada en la cresta imperial de plumas erectas que tenemos en lo alto de nuestras cabezas, que veo que a ti ya te están naciendo. Y atrae también, dicen, nuestra manera de mirar que revela nuestra alma inocente y candorosa.
– Mamá, recuerdo nítidamente aquella conversación que tuve contigo cuando estaba pequeño después de una asamblea que se tuvo. Ahora ustedes las mamás vuelven a convocar a otra asamblea similar. ¿Otra vez vamos a mudarnos?
– Asiste y participa. Ya eres joven y ahí te enterarás de lo que plantearemos.
– Riuc, riuc, riuc. Pido silencio, por favor. es necesario terminar esta asamblea. Tiene su turno, usted que ha solicitado la palabra.
– Gracias. Amigos, amigas. Parientes. Mi hijo me recordaba que hace apenas tres años que nos mudamos de vivir cerca de los arroyos y las fuentes de agua cercana a los ríos, lagos y manantiales, donde vivíamos antes. Hemos vivido estos últimos años tranquilos en estos lugares, pero ahora el hombre en su ambición ha incursionado en el bosque de neblinas con el fin de cazarnos vivos o muertos, haciéndonos prisioneros o disecándonos si hemos perdido la vida.
– Y, ¿qué podemos hacer ahora? ¿Otra vez mudarnos, pero adónde? ¿Y dejar otra vez estos sitios?


4. Nuestra
identidad

– En realidad, los hemos convocado para anunciarles una decisión tomada entre nosotras quienes somos madres y a fin de que no les sorprenda lo que haremos.
– ¿Así? Y, ¿cuál es? ¿En qué consiste, dígannos?
– Que siendo la apetencia nuestra belleza hemos decidido a fin de proteger a nuestros hijos cambiar nuestro plumaje de colores intensos y adoptar el matiz de la tierra, del barro y de la corteza de los árboles. El pobre marrón.
– ¡Imposible! ¡Eso es claudicar! ¡Inconcebible! ¿Se verán como nuestras esposas, o qué?
– Pero hay algo más que no he terminado de decir: ¡Nos cortaremos la cresta! Creo que así dejarán de perseguirnos y matarnos dejando a tantos hijos huérfanos.
– Porque hay gente mezquina que cree que de la belleza hay que adueñarse. Y más aún: hacerla propiedad privada. ¡Cuando la belleza se posee admirándola!
– Pero eso que ustedes están pensando, ¿qué sentido tiene? ¡Hay miles de especies como quieren ser ustedes! Es decir, ¡bellas! Y, ¿ustedes quieren ser comunes y corrientes? ¿Sin pena ni gloria? Nosotros sí mantendremos muy en alto nuestra identidad, cueste lo que cueste. Si fuéramos como ustedes no existiríamos, seríamos como cualquier otro bicho que hay en el universo.


5. Rocas
y peñones

– Ciertamente, apoyando al compañero: ¿no es esa una traición la que ustedes se están proponiéndose hacer? ¿No es una cobardía? ¿No es una renuncia insensata? ¿Están locas? ¿No querrán que hagamos lo mismo los varones, ¿no?
– No. No les estamos pidiendo lo mismo.
– Pido la palabra, puesto que hasta ahora no he hablado. En verdad, no seamos mezquinos los varones aquí presentes. Ellas se están sacrificando, y los motivos por qué lo hacen son sagrados: ¡conservar la vida de nuestros hijos! Pero considero prudente también que no desaparezcan los emblemas de nuestra especie, reconociendo que será un riesgo y una valentía conservarlos.
Y esa fue la decisión que tomaron y la cumplieron. Pero ahora es otro tiempo. Y de asumir otro compromiso, puesto que el asedio ha continuado y se ha vuelto insostenible. Pero, ¿cuál es?
– Riuc, riuc, riuc. En realidad, ya tenemos el quorum suficiente y continuamos la asamblea suspendida en la tarde de ayer. Nos quedamos escuchando el planteamiento de las compañeras acerca de emigrar hacia las rocas y peñones abruptos. Pero quisiéramos que ellas mismas aclaren esta propuesta.


6. De vida
y muerte

– Renunciamos hace buen tiempo a la belleza de que estábamos dotadas por defender la vida haciéndonos del color del barro y cortando nuestra cresta. Y hemos venido hasta estos sitios altos de los árboles y a lo más oscuro del bosque por defender a nuestros hijos y por la responsabilidad de conservar nuestra especie.
– Diré, complementando lo que expresa nuestra amiga, que en verdad nos cuesta mucho más esfuerzo esta situación, puesto que somos nosotras quienes criamos a los hijos dándoles de comer por lo menos durante tres meses mientras son tiernos, porque hay que bajar hasta el suelo a traerles comida. Pero hay nuevos cazadores furtivos que han aprendido a ubicar nuestros nidos, a saquearlos y a esperarnos a nosotras cuando vamos por comida.
– Y quiero reforzar lo que acaba de expresarse, diciendo que suben hasta nuestros nidos y roban nuestras criaturas; o bien nuestros huevos verdes azulados para empollarlos por su cuenta, para que nuestros hijos nazcan en cautiverio. Como también hay otros depredadores en lo alto del bosque, que son: águilas, serpientes, hurones y coatíes.
– Dimos antes un paso importante viniendo al bosque y por eso supervivimos!  Ahora es de vida y muerte emigrar. Estaremos más lejos, pero no les estamos pidiendo a ustedes que vengan con nosotras.


7. Esa es
su misión

– Porque, en verdad, por ser ustedes los varones bullangueros y bailarines es que son ubicados nuestros nidos. Quédense aquí en el bosque. Nosotras hemos pensado que la solución es trasladarnos con nuestros hijos y nidos hacia barrancas y peñas empinadas. Mientras sean más escarpadas y abruptas ¡mejor! Para anidar en las caras verticales de esas rocas, en las cavernas y grietas. Hasta allí no podrá llegar el hombre.
– Ustedes vivan aquí. Y esta decisión no conlleva enojo. Al contrario. A ustedes corresponde una misión, quizá la más arriesgada qué cumplir. Cual es mantener nuestra identidad, seguir ostentando la bandera de lo bello y hermoso de nuestra especie, cultura, y lo pródigo que fue el mundo andino para algún día volver a fundarlo.
– Eso mismo quisiera decirles yo. Que sigan siendo orgullosos, cantando y bailando. Nosotras cuidaremos a los hijos en los lugares apartados. Vendremos de incógnito a visitarlos. Y de corazón les digo: alégrennos la vida siendo como son. Pero no nos delaten viviendo a nuestros nidos
– ¡Y sean felices! Tanto es así que elegiremos a quien mejor sepa cantar y bailar como nuestros esposos. Y, sobre todo, a quien sepa conservarse vivo lo haremos padre de nuestra progenie para fundar otra vez el reino que fuimos. Esa es su misión: no ser atrapados y nosotras les daremos los hijos que funden otra vez el gran imperio de los Incas.


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