martes, 15 de octubre de 2019

15 de octubre. Día Mundial de la Mujer Rural. Mujer, madre y tierra natal.


15 DE OCTUBRE
DÍA MUNDIAL DE LA MUJER RURAL

MUJER,
MADRE Y
TIERRA NATAL


Danilo Sánchez Lihón



Niña con huacho. Foto: Jaime Sánchez Lihón

1. El
fogón

En el mundo andino decir mujer es al mismo tiempo decir madre, y es que desde que son muy tiernas, o muy niñas, en las mujercitas se les cultiva esta relación, haciendo que la niña de mayor edad cuide y se encargue, y hasta crie, al hermanito pequeño.
Por eso, el concepto de mujer en este ámbito es el de origen de la vida y es el de ser protector de la casa y de la familia. De allí que la mujer en el ámbito de la cultura andina aporte en darnos un vínculo firme y verdadero con la tierra y con la vida, con la naturaleza, la especie humana y el cosmos en general.
Es quien tiene un gran sentido de responsabilidad y organización, es quien alberga en su ser la esperanza y la fortaleza, el alivio y la compasión. Siendo el sentido de lo femenino muy presente en el mundo andino, como lo es la candela y el fogón familiar; cuando nos recogemos arrebujados de frío a su lar, que es cuando sentimos lo que es la madre y lo que es la mujer.
Que es lo mismo cuando llegamos de lejos con nuestras heridas abiertas, y con una muestra de llagas en el corazón y en el alma, que es cuando más sentimos a la mujer y a la madre y a la tierra que nos vio nacer. Lo dice César Vallejo a su madre antes de volver:
Acomodando estoy mis desengaños y el rosado
de llaga de mis falsos trajines. 


 Donde la mujer es estrella, flor, paloma

2. Los seres
vivientes

Concebir a la tierra como madre y cultivar una relación armoniosa con ella, es una de las grandes concepciones y nociones de vida de la cosmovisión incaica.
Allí está y en ello radica la genialidad de un saber para la vida y de una filosofía práctica, no producto de la elucubración sino como síntesis de una intimidad natural, cordial, sincera y auténtica de la relación del hombre con la naturaleza y con los demás hombres; y con el conjunto de seres vivientes, y con todo lo que es la creación.
En cambio, en la concepción occidental y moderna a la mujer se la considera opuesta, no aliada; así como a la naturaleza y a la tierra, con lo que es la casa y el hogar. Se la considera rivales, opuestas y en competencia con nuestro poder. Igual que a la naturaleza, que se la sobre explota.
Podemos entonces por eso matar, contaminar y depredar el medio ambiente vital, y extraer de él despiadadamente todos los recursos disponibles que se nos pueda antojar para vender y ganar, y con ello se pueda acumular riqueza. Igual analogía de rivalidad establecemos con la mujer, en donde la correlación el puesto de ella es de servicio y de explotación. Lo pésimo es concebir que somos aparte, que somos otra realidad, que ella es desligada y separada de lo que somos varón y mujer de modo esencial.

En conjunción con la naturaleza. Foto: Jaime Sánchez Lihón

¿Con qué
lecciones?

Felizmente, en el mundo andino tenemos nosotros otro modo de pensar y de ser. Otra concepción y manera de actuar, de acuerdo a lo que han ido decantando nuestras culturas ancestrales, que nos enseñan no a vivir enfrentados, como si fuéramos opuestos y enemigos, siendo la naturaleza más bien complementaria y nuestro ser intrínseco, parte de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu.
Entonces no se trata de oponernos a la naturaleza sino de vivir en armonía con ella, solidarios y hermanados con el agua, el sol, la tierra, incluso adorándola y reverenciándola.
Esa concepción del mundo caló hondo, se insertó en el alma, en los huesos y en la genética de la especie humana en el mundo andino. ¿Cómo lo enseñaron? ¿Con qué lecciones, en qué escuelas y con qué maestros?
Lo inculcaron instruyendo en el mismo trabajo que realizaban, en la dimensión munay, que son los afectos; en la dimensión yachay, que es el pensamiento; y en la dimensión llancay, o dedicación al trabajo mediante el esfuerzo físico.

Niña andina. Foto: Jaime Sánchez Lihón

4. Madre
universal

Es conmovedora esta relación y este vínculo de reconocer a la tierra como nuestra madre; al agua como nuestra progenitora; y a la luz como hacedora de nuestros días; como al fuego y al viento como forjadores y padres nuestros.
En esta concepción que llegó a ser carne y acción en el mundo andino, asumido por el más alto dignatario del imperio, como era el Inca, como por el más humilde de los runas, está la clave y finalmente el meollo de nuestra grandeza.
Es por eso que los pueblos del mundo andino siguen viviendo prístinos, sabios y llenos de valores; aportando los sacrificios más altos y que hará que este pueblo algún día será libre, grande y feliz.
Porque en la mujer se nos enseñó a amar lo puro y lo sagrado. Es por eso que no permitieron que se tocara ni la punta del cabello de las mujeres durante la invasión europea. Por eso, durante la conquista española fueron más bien escondidas. Así las 300 tumbas encontradas en Machu Picchu eran todas de mujeres. Y en muchos casos ellas mismas se refugiaron en lugares inaccesibles, y hasta se enterraron vivas. Otras fueron capturadas y forzadas


El mundo andino es de fiesta y celebración

5. La ética
de la hermandad

Mundo de luz es el mundo andino, y que nos abre las puertas a otra concepción clave, cuál es la de nuestra hermandad.
Porque, ¿puede haber hermandad sin madre? No. Tiene que haber un eje, un centro y una raíz.
Porque no hay hermandad sin madre. Al tener madre somos hermanos. Ella es el eje, el centro alrededor del cual la hermandad se ordena y se cumple.
Además, concibiendo la hermandad como una ética de la vida. Como una moral a seguir; y como el horizonte a donde arriba toda moral y toda tabla de valores, como toda concepción del mundo y de la realidad.
Donde toda religión, entre nosotros, arriba y evoluciona lentamente desde un yo individual a la prédica de una noción colectiva, como es la hermandad principalmente y por sobre todas las cosas.
La hermandad como doctrina e ideología, como cosmovisión del mundo y de la vida es fundamental en el mundo andino.

Laguna en Santiago de Chuco. Foto: Jaime Sánchez Lihón

6. Ser
hermanos

Porque nada ennoblece más al hombre que esta relación filial con la tierra y el universo, porque por Mama Pacha se entiende también el cielo y sus estrellas, la lluvia, el relámpago, como el arco iris.
Y la hermandad aquí no solo fue un sentimiento sino una política de estado. Un eje en la organización del Estado Inca. No fue una prédica sin resultados. Los resultados fueron una sociedad pacífica, próspera y solidaria.
Hermandad andina es saber que lo primordial es abrir y conservar los caminos que acercan, los medios de comunicación, las vías férreas que integran y consolidan.
Ser hermanos es ser quienes cumplen con la palabra del padre, le oí decir a mi padre alguna vez. Es por eso que en la época del incario no había cárceles, que es lo que más abunda ahora.
Para eso aquí, entre nosotros, se concibió a un Dios y al mundo como mujer. Y a esta como madre universal. ¿Quién podría ser? La tierra. La Pacha Mama sagrada y bendita.

Vendedora de roscas. Stgo. de Chuco. Foto: Daniel Egúsquiza

7. Tierra
sagrada

Mama Pacha es la naturaleza, de la cual formamos parte en una unidad indisoluble.
Somos hijos de la tierra. ¡Qué hermoso serlo! Ser hijos completamente ligados a nuestro ancestro, a nuestras raíces, a nuestra geografía. ¿No es, acaso, conmovedor?
Antes que ser hijos sin madre, abstractos y neutros; ser hijos de las montañas, de los ríos caudalosos, de las nieves eternas, de la lluvia que germina; como de las praderas y los bosques; como del puma, las aves, las libélulas y los peces.
Ser hijos de la tierra significa estar cargados de los reinos y sustratos de lo vegetal, animal y mineral, telúricos antes que estar condenados a lo abstracto, neutro y artificial.
La hermandad en la Igualdad en el disfrute trae consigo la paz, el sosiego, la apacibilidad. Somos iguales en el goce, en la felicidad.
Es trasparentar nuestros paisajes, nuestras fiestas y nuestras danzas. Y todo eso en un mundo con madre, con hermanos y habitando una tierra sagrada.


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