15 DE OCTUBRE
DÍA MUNDIAL DE LA MUJER RURAL
MUJER,
MADRE Y
TIERRA NATAL
Danilo Sánchez Lihón
Niña con huacho. Foto: Jaime Sánchez Lihón
1. El
fogón
En el
mundo andino decir mujer es al mismo tiempo decir madre, y es que desde que son
muy tiernas, o muy niñas, en las mujercitas se les cultiva esta relación,
haciendo que la niña de mayor edad cuide y se encargue, y hasta crie, al
hermanito pequeño.
Por
eso, el concepto de mujer en este ámbito es el de origen de la vida y es el de ser
protector de la casa y de la familia. De allí que la mujer en el ámbito de la
cultura andina aporte en darnos un vínculo firme y verdadero con la tierra y
con la vida, con la naturaleza, la especie humana y el cosmos en general.
Es
quien tiene un gran sentido de responsabilidad y organización, es quien alberga
en su ser la esperanza y la fortaleza, el alivio y la compasión. Siendo el
sentido de lo femenino muy presente en el mundo andino, como lo es la candela y
el fogón familiar; cuando nos recogemos arrebujados de frío a su lar, que es cuando
sentimos lo que es la madre y lo que es la mujer.
Que
es lo mismo cuando llegamos de lejos con nuestras heridas abiertas, y con una
muestra de llagas en el corazón y en el alma, que es cuando más sentimos a la
mujer y a la madre y a la tierra que nos vio nacer. Lo dice César Vallejo a su
madre antes de volver:
Acomodando estoy mis desengaños y el rosado
de llaga de mis falsos trajines.
Donde la mujer es estrella, flor, paloma
2. Los seres
vivientes
Concebir
a la tierra como madre y cultivar una relación armoniosa con ella, es una de
las grandes concepciones y nociones de vida de la cosmovisión incaica.
Allí
está y en ello radica la genialidad de un saber para la vida y de una filosofía
práctica, no producto de la elucubración sino como síntesis de una intimidad
natural, cordial, sincera y auténtica de la relación del hombre con la
naturaleza y con los demás hombres; y con el conjunto de seres vivientes, y con
todo lo que es la creación.
En
cambio, en la concepción occidental y moderna a la mujer se la considera
opuesta, no aliada; así como a la naturaleza y a la tierra, con lo que es la
casa y el hogar. Se la considera rivales, opuestas y en competencia con nuestro
poder. Igual que a la naturaleza, que se la sobre explota.
Podemos
entonces por eso matar, contaminar y depredar el medio ambiente vital, y
extraer de él despiadadamente todos los recursos disponibles que se nos pueda antojar
para vender y ganar, y con ello se pueda acumular riqueza. Igual analogía de
rivalidad establecemos con la mujer, en donde la correlación el puesto de ella es
de servicio y de explotación. Lo pésimo es concebir que somos aparte, que somos
otra realidad, que ella es desligada y separada de lo que somos varón y mujer
de modo esencial.
¿Con qué
lecciones?
Felizmente,
en el mundo andino tenemos nosotros otro modo de pensar y de ser. Otra
concepción y manera de actuar, de acuerdo a lo que han ido decantando nuestras culturas
ancestrales, que nos enseñan no a vivir enfrentados, como si fuéramos opuestos
y enemigos, siendo la naturaleza más bien complementaria y nuestro ser
intrínseco, parte de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu.
Entonces
no se trata de oponernos a la naturaleza sino de vivir en armonía con ella,
solidarios y hermanados con el agua, el sol, la tierra, incluso adorándola y
reverenciándola.
Esa
concepción del mundo caló hondo, se insertó en el alma, en los huesos y en la genética
de la especie humana en el mundo andino. ¿Cómo lo enseñaron? ¿Con qué lecciones, en qué escuelas y con qué maestros?
Lo
inculcaron instruyendo en el mismo trabajo que realizaban, en la dimensión
munay, que son los afectos; en la dimensión yachay, que es el pensamiento; y en
la dimensión llancay, o dedicación al trabajo mediante el esfuerzo físico.
4. Madre
universal
Es
conmovedora esta relación y este vínculo de reconocer a la tierra como nuestra
madre; al agua como nuestra progenitora; y a la luz como hacedora de nuestros
días; como al fuego y al viento como forjadores y padres nuestros.
En
esta concepción que llegó a ser carne y acción en el mundo andino, asumido por
el más alto dignatario del imperio, como era el Inca, como por el más humilde
de los runas, está la clave y finalmente el meollo de nuestra grandeza.
Es
por eso que los pueblos del mundo andino siguen viviendo prístinos, sabios y
llenos de valores; aportando los sacrificios más altos y que hará que este
pueblo algún día será libre, grande y feliz.
Porque
en la mujer se nos enseñó a amar lo puro y lo sagrado. Es por eso que no permitieron
que se tocara ni la punta del cabello de las mujeres durante la invasión
europea. Por eso, durante la conquista española fueron más bien escondidas. Así
las 300 tumbas encontradas en Machu Picchu eran todas de mujeres. Y en muchos
casos ellas mismas se refugiaron en lugares inaccesibles, y hasta se enterraron
vivas. Otras fueron capturadas y forzadas
5. La ética
de la hermandad
Mundo
de luz es el mundo andino, y que nos abre las puertas a otra concepción clave,
cuál es la de nuestra hermandad.
Porque,
¿puede haber hermandad sin madre? No. Tiene que haber un eje, un centro y una
raíz.
Porque
no hay hermandad sin madre. Al tener madre somos hermanos. Ella es el eje, el
centro alrededor del cual la hermandad se ordena y se cumple.
Además,
concibiendo la hermandad como una ética de la vida. Como una moral a seguir; y como
el horizonte a donde arriba toda moral y toda tabla de valores, como toda concepción
del mundo y de la realidad.
Donde
toda religión, entre nosotros, arriba y evoluciona lentamente desde un yo
individual a la prédica de una noción colectiva, como es la hermandad principalmente
y por sobre todas las cosas.
La
hermandad como doctrina e ideología, como cosmovisión del mundo y de la vida es
fundamental en el mundo andino.
Laguna en Santiago de Chuco. Foto: Jaime Sánchez Lihón
6. Ser
hermanos
Porque
nada ennoblece más al hombre que esta relación filial con la tierra y el
universo, porque por Mama Pacha se entiende también el cielo y sus estrellas,
la lluvia, el relámpago, como el arco iris.
Y la
hermandad aquí no solo fue un sentimiento sino una política de estado. Un eje
en la organización del Estado Inca. No fue una prédica sin resultados. Los
resultados fueron una sociedad pacífica, próspera y solidaria.
Hermandad
andina es saber que lo primordial es abrir y conservar los caminos que acercan,
los medios de comunicación, las vías férreas que integran y consolidan.
Ser
hermanos es ser quienes cumplen con la palabra del padre, le oí decir a mi
padre alguna vez. Es por eso que en la época del incario no había cárceles, que
es lo que más abunda ahora.
Para
eso aquí, entre nosotros, se concibió a un Dios y al mundo como mujer. Y a esta
como madre universal. ¿Quién podría ser? La tierra.
La Pacha Mama sagrada y bendita.
7. Tierra
sagrada
Mama
Pacha es la naturaleza, de la cual formamos parte en una unidad indisoluble.
Somos
hijos de la tierra. ¡Qué hermoso serlo! Ser hijos completamente ligados a nuestro
ancestro, a nuestras raíces, a nuestra geografía. ¿No es, acaso, conmovedor?
Antes
que ser hijos sin madre, abstractos y neutros; ser hijos de las montañas, de
los ríos caudalosos, de las nieves eternas, de la lluvia que germina; como de
las praderas y los bosques; como del puma, las aves, las libélulas y los peces.
Ser
hijos de la tierra significa estar cargados de los reinos y sustratos de lo vegetal,
animal y mineral, telúricos antes que estar condenados a lo abstracto, neutro y
artificial.
La
hermandad en la Igualdad en el disfrute trae consigo la paz, el sosiego, la
apacibilidad. Somos iguales en el goce, en la felicidad.
Es
trasparentar nuestros paisajes, nuestras fiestas y nuestras danzas. Y todo eso
en un mundo con madre, con hermanos y habitando una tierra
sagrada.
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