lunes, 21 de octubre de 2019

21 de octubre. Edison enciende la bombilla eléctrica. El poste de luz.


21 DE OCTUBRE, 1879
EDISON ENCIENDE
LA BOMBILLA ELÉCTRICA

EL
POSTE
DE LUZ


Danilo Sánchez Lihón



Fotos:
Jaime Sánchez Lihón

A Don Pablo Alcántara, gestor
de la luz eléctrica de mi pueblo, siendo alcalde
de Santiago de Chuco, en el año 1954.


1. Mirar
el mundo

“Árbol que crece torcido nunca su tronco endereza", es el refrán que escucho día tras día en boca de mis padres, maestros y mayores. Tanto se repite esta sentencia que de niño lo primero que he producido en mi mente es una paráfrasis con las palabras y aquel concepto, que dice:
“Árbol que crece derecho, nunca su corazón es deshecho”.
Y otro resultado en mí es resquemor y antipatía por todo lo torcido, sea una pared, la cumbrera de un techo e inclusive una calle que camino enderezándola con mis ojos.
Así, voy descartando a todo árbol que tiene alguna torcedura en su tronco o en su tallo; y, a la inversa, dando mi adhesión unánime a todo árbol que encuentro y es rectilíneo.
Y esto, hasta el punto de detenerme, buscar una perspectiva para hacer subir y bajar mi mirada a plomo por todo su tallo. Mirar un árbol es entonces cotejar su derechura y constatarla con el perfil de la pared de una casa o con otros árboles.

2. El ahogo
que tengo

Por eso me duermo embelesado de arrobamiento al contemplar el eucalipto que ha crecido a la vera del río Huayatán, cerca del molino de piedra, en la carretera que sale de Santiago de Chuco hacia Trujillo, muy cerca de “La Colpa” y que suben desde lo hondo del río y sobrepasa la colina en donde estoy sentado.
Es el árbol más bello que hasta ahora he visto jamás, y el único con esa espesura de copa que puede existir sobre la faz de la tierra. Tiene que ser mío, me prometo en secreto. Para eso cuento con la complicidad de mi padre, que se pone muy confidente conmigo cuando, trepado a la mesa donde trabajaba, le hago algunas preguntas muy de fondo sobre la vida.
Dicho y hecho, el árbol ha terminado siendo mío en base a no sé qué arreglos que mi padre ha hecho con el molinero, un hombre huraño, pero que se vuelve muy amable cuando habla con mi padre.
Y hasta allí me voy cada tarde con el pretexto de repasar alguna lección para algún examen. Y me duermo bajo su sombra, buscando siempre la luna en el cielo anubarrado del crepúsculo mirándola entre las ramas. ¡Cuántas veces me ha vencido el sueño bajo su tronco sonoro!




3. Días
interminables

Pero, hoy es un día de alboroto en mi pueblo. Y también entre los niños, que empezamos a correr en dirección a la plaza.
Ha llegado el motor eléctrico largamente esperado para generar la luz artificial, que no tenemos hasta ahora en mi comarca, pues nos alumbramos con lámparas, candiles y mecheros.
¡Ya tenemos por fin un generador, tan grande como dos yuntas de bueyes! ¡O como las piedras, la tolva y la rueda juntas del molino que está a la vera del río!
El camión que lo ha traído ha sido escoltado por nosotros los chiquillos, y ya en la plaza es rodeado por curiosos de toda traza: autoridades, maestros de la escuela, niños que alargaban sus manos por entre las rendijas del cajón que lo contiene.
Los días resultan interminables mientras lo instalan en un terraplén detrás de “El Cabildo”.

4. La noche
iluminada

Pero una noche inolvidable se enciende el primer foco de luz eléctrica que ven nuestros ojos.
Es justo delante de la Municipalidad, casi en el mismo balcón desde donde se hace la proclama de la Independencia del Perú el 28 de julio de cada año. En poco tiempo el perímetro de la Plaza de Armas ya está iluminado.
Allí ha nacido la costumbre de pasearnos dando vueltas y vueltas alrededor del cuadrilátero empedrado que hay en su contorno.
Costumbre que en un principio ha sido para gozar mirándonos las caras bajo los haces de luz, que caen desde la cercha que hay debajo de los tejados polvorientos.
Con el correr de los días vemos que los postes y los cables avanzan por una y otra calle. Es emocionante ver en la noche iluminada una esquina donde nunca antes se adivinaba nada en la oscuridad y la lobreguez del ambiente.



5. Bombilla
titubeante

Cuando la luz ha brillado en la esquina del Hotel Bolívar, de don Gilberto Santa María, a una cuadra de mi casa, nos ha inquietado tanto que nos hemos mantenido desvelados casi toda la noche.
Y hemos sabido que, para tener luz en nuestra calle, y para de allí poder llevarla a nuestras casas los vecinos tenemos que hacer una colecta para comprar cables, aisladores y una serie de otros materiales.
Además de tener que cubrir el pago del ingeniero y los ayudantes para hacer la obra.
Y, lo más importante, tenemos que donar un árbol alto y derecho para que cumpla la función de poste.
¿Se requiere el sacrificio de un árbol? ¿Justifica ese precio la luz que irradiará una bombilla titubeante?

6. Él
sabía

Pasan los días y las semanas y los postes de luz avanzan por uno y otro sector y contorno del pueblo, menos por nuestra calle. El problema es que el poste tiene que estar ubicado a mitad de cuadra, justo delante de nuestra casa, casi delante de nuestra puerta, y se piensa que a nosotros corresponde donarlo.
Además, tenemos el árbol alto, recio y derecho como el que se necesita.
Subido, como al principio, a la mesa de trabajo de mi padre le pregunto qué puede significar todos los alcances de la aforisma que yo mismo he entretejido, y cuál es:
nunca su corazón es deshecho”.
Creo que, con mucha intención, él me responde:
– Que quien afronta con coraje toda situación, por difícil que ella sea nunca su corazón es deshecho. –¡Él entonces sabía el conflicto por el cual yo atravesaba!



7. Bajo
la luz

– ¿Crees que yo debo obsequiar mi árbol para el poste de luz? Y, ¿por qué ha de ser justo el más derecho el que ha de sacrificarse?
– Porque así es siempre, el más derecho tiene como destino y signo en su vida el sacrificio.
– ¿Muerto?
– No. Porque hay otras maneras de permanecer. Porque se consagrará de cómo es ahora. Y ayudará a vivir. Ayudará a que la gente bajo la luz del poste no se tropiece en las piedras. A que alguien lea bajo la luz la receta de un médico.
Las palabras de mi padre han puesto en claro aquello en lo que yo me debatía. Hemos anunciado a los vecinos que ya tenemos el árbol para el poste de luz.
Es noche de luna cuando lo hemos ido a cortar y a traer, en que la carretera reverbera de blancura. Estamos mis padres, mis primos, casi todos los niños del barrio con sus padres y los vecinos de la cuadra.

8. Ahogaron
mi pena

Es grande la alegría de los niños que corretean por el campo, la emoción de tener el poste con luz encendida en nuestra calle, se convierte en fiesta de risas, de apuro y de ilusión.
– Ahora tendremos luz en nuestra calle y pronto ya podremos tener luz en nuestra casa! –Oigo decir a mi madre.
El ruido de la caída del tronco en el suelo, con sus ramas y sus hojas, me despierta de mis pensamientos. Siento que es demasiada vida la de un árbol que cae derribado de este modo. Arrastramos el árbol con ramas y todo desde la orilla del río a la vera del camino.
Moverlo y ponerlo al borde de la carretera consumió los últimos gritos de júbilo y bromas que habíamos tenido guardadas para esa noche. A una voz de mando jalamos todos, y así lo hemos traído de trecho en trecho, oyendo en cada descanso cómo se hacían más hondas las horas. Los sapos croan y los grillos arañan las sombras con su ruido estridente.
Así como al principio creíamos que no íbamos a poder con el peso que tiene el árbol, poco a poco hemos ido cobrando confianza y haciéndonos fuertes ante el reto de arrastrarlo. Y vuelve la alegría.


9. Y
esta noche

Son las doce de la noche. Sentados a descansar nos entretenemos escuchando el deslizarse del agua en la quebrada y con la mirada correteamos las luces de las luciérnagas.
Cerca del amanecer dejamos el árbol al frente de nuestra casa, para más tarde cortar sus ramas, desprender la corteza y embrearlo en la base que irá a tierra, mientras un peón ya hace el pozo al borde de la acera en donde quedará plantado para siempre.
Antes de ponerlo en pie se clavan, a poca distancia de la punta, los aisladores, que son del color de los huevos de las perdices.
Y ya cuando está parado, se pasan y tiemplan los cables que rozan los aleros vetustos de las casas.
¡Y esta noche ha encendido la luz, ligeramente unos pasos más arriba de la puerta de mi casa, en plena mitad de la cuadra!

10. Podrá perder
ramas y nidos

Debajo de su reflejo jugamos hasta muy tarde, y cantamos todos los niños del barrio.
Los adultos han sacado sus bancas y silletas y están conversando felices, haciéndonos compañía en nuestros juegos.
Yo contemplo la luz, la bombilla luciente y la luna que boga serena. Y también la alegría de todos.
E imagino lo qué podrá sentir un árbol en esa nueva vida de sacrificio que le ha tocado vivir.
Y para mi consuelo cobra sentido el lema y tintinea en mi mente ya toda una estrofa, la primera que escribo, y que dice:
Árbol que crece derecho,
podrá perder ramas y nidos
su copa, corteza y sus trinos.
Pero su corazón generoso
no conocerá el olvido ni su
rectitud jamás será deshecha.

Primer poste de luz frente al balcón del municipio. 1954.
Foto: Fredy Sánchez Lihón



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