22 DE OCTUBRE
ANIVERSARIO
DE LA PERLA
LA PERLA,
CON ESE NOMBRE
HAS DE LLAMARLA
Danilo
Sánchez Lihón
1. La metáfora
de su nombre
La primera vez
que la conocí no podía vivir sino dentro de su nombre. Era imposible olvidar
que se llamaba La Perla. ¿Por qué?
Porque su nombre
coincide con todo lo que ella es. Porque su nombre está en la luz que la
ilumina, en la iridiscencia de la niebla que la arroba: La Perla.
Su nombre está
en el reflejo del sol, en las cosas donde el sol se posa, o en el dinamismo y
en la quietud que la colman.
Como en el
resplandor del aire que la envuelve, sea en las mañanas, sea en las tardes, sea
en las noches. Sobre todo, en los amaneceres.
Tanto así que
nunca he sentido mayor relación entre la realidad que la integra y la metáfora
que contiene su nombre: La Perla.
También por el
aire, el cielo, la tierra y el mar que la hacen y la contienen. Por el aura que
se desprende de sus bordes, por el fulgor de sus farallones al atardecer.
En ella vivo. En
La Perla.
2. Así
se le nombra
Vista desde
lejos hacia el litoral, todo en ella canta, entona o modula endechas y armonías
e indica inequívoco su distintivo y enseña.
Es la Perla de
los mares del sur, cuyo nombre coincide con sus éxtasis, con sus trances y
arrobamientos.
Y es que aquello
que define a La Perla son los acantilados cuyo tamaño o altura va descendiendo
desde unos treinta metros sobre el nivel del mar, en La Perla Alta, hasta casi
llegar al ras del suelo que coincide con el mismo nivel que alcanza el mar,
como es en La Perla Baja.
Este descenso
visto en lontananza o desde las islas, es el de un collar que se hunde en un
seno a la vez terrestre y marino, en esa conjunción de tierra y agua, de aire y
fuego inaugural, como se siente cuando uno desde lejos se acerca.
Es desde el mar
desde donde se divisa cómo el borde terráqueo hace una curva y una línea de
inflexión para besar las olas del océano.
Y produce la
ilusión de lo que su nombre resume: un collar de perlas que unen el continente
con la isla San Lorenzo, haciendo de este un paisaje onírico y de hermosura sin
par.
3. No podré
vivir sin ti
Pero, ¿cómo es
que nace ese título?
Son dos jóvenes
del señorío de Maranga, linaje y heredad que puebla esta ensenada hace miles de
años quienes le han dado la gracia o patronímico que ahora tiene:
Que se esclarece
y hace evidente cuando riela la luz en las aguas del mar al atardecer.
Que es realidad
que se conecta con la historia, justo cuando ella sabe que es irremediable su
partida y su adiós hacia aquella región de donde nunca más se puede volver, y
entonces le habla así a su amado:
– Mira el mar.
– Prefiero
mirarte a ti
– Pero aprende a
mirarme a mí en la estela de luz que hace el sol en el mar.
– Es que parecen
lágrimas. Las lágrimas que ya he empezado a derramar por tu partida.
– Aun siendo
lágrimas, si vienes aquí no te será tan dolorosa mi ausencia. Pero, en vez de
lágrimas, ¿por qué no reconocerlas como perlas?
– Es imposible,
no podré vivir sin ti.
4. Un collar
de perlas
– Pero aquí yo
sé que encontrarás la paz y el sosiego. Y hasta todo el consuelo que tu alma
requiera.
– ¿Y con el
consuelo el olvido? ¿Eso quieres?
– No, al
contrario, quiero vivir siempre en tu corazón.
– Pero con el
consuelo llega la resignación, y tras la resignación habita el olvido.
– Por eso, para
que nunca se albergue en ti la indiferencia, mira bien: estas, ¿qué son?
– Lágrimas. Y en
verdad son mis lágrimas, por tener que perderte.
– Y también son
las mías por tener que dejarte.
– Es un collar
de lágrimas.
– Pero, en vez
de lágrimas, ¿por qué no reconocerlas como perlas?
– ¡Perlas! Pero
para mí es una solo perla, que eres tú.
– Está bien.
Perla. ¡La Perla! Y yo te pido por nuestro amor que has de venir aquí cada
tarde y has de mirarlas como si yo estuviera contigo. Mira hacia ese paisaje.
5. ¡Una
perla!
– Pero tú no
estarás.
– Sí. Me
tendrás, porque juntos estaremos aquí para siempre. Así en la vida como en la
muerte, sin que nada nos separe.
– Y será este
suelo y océano el que nos una y nos cobije ayer, hoy y siempre.
– Porque aquí te
conocí y te amé.
– Y estuve
esperándote y viniste.
– Y aquí también
me consolé; sin que deje de arrodillarme y reverenciar lo que fuimos y lo que
somos.
– Amaré este
lugar por ti a quién extrañaré tanto.
– Y mira lo que
te traje para que me recuerdes.
– ¡Un collar de
perlas!
– ¡Con una perla
mayor al centro!
– ¡Una perla!
– Nombre como has
de llamar por siempre a este sitio.
6. Rosario
de luces
Y con el nombre de ese lugar surgió La Perla,
una ciudad en la costa del Océano Pacífico de Lima que se empina y luego
levemente se inclina, se hinca y arrodilla, y se sume en el mar.
Se aduerme y se
acuna allí donde las olas son apenas más altas que el quicio de las puertas.
Y el mar
encrespado de blanco pareciera salirse y echarse a jugar con los niños por las
bocacalles y las esquinas.
Forma una
ensenada con el rosario de luces que parpadean al atardecer desde el Morro
Solar de Chorrillos, pasando por Barranco, Miraflores, Magdalena y el viejo San
Miguel.
En medio de ese
rosario está La Perla.
Para quienes la
miran desde lejos sumida en un manto de neblina iridiscente. Ensimismada en su
propio éxtasis. Pero en el fondo, extendiendo los brazos, a los distritos de la
Punta, San Miguel, Magdalena, San Isidro, Miraflores, Barranco y Chorrillos.
7. Alzándose
a volar
Y entre todos ellos
hacen un rosario de luces que rebrilla en la lejanía.
haciendo un abrazo entrañable y profundo que
emerge de la tierra y se interna en el mar que se eleva hacia lo etéreo.
Donde en las
noches se escucha el rumor del oleaje nocturno arrastrando las piedras de su
orilla, llevándoselas y volviéndolas a traer en el dilema de ser tierra o ser
mar, o ser música de piedras en el viento.
Ahora tengo
abiertas las ventanas por donde entran todos los aromas de las flores que
estallan en el jardín, ingresando despiertas o dormidas. Los ruidos más lejanos
de los barcos que se van. Y de otros que arriban a la rada del puerto del
Callao.
Otro tanto hace la
brisa y las voces de los niños que juegan en el parque. Tal vez tus ojos
absortos hayan podido posarse desde lejos en la forma que tiene este litoral.
Y en la vasta
extensión de casas recostadas suavemente unas al lado de otras en el gesto de
aves o palomas alzándose a volar desde una orilla que es La Perla de los Mares
del Sur.
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