miércoles, 23 de octubre de 2019

23 de octubre. Hoy, en el Aula Virtual Capulí. Inmolación y gesta de Luis Felipe de la Puente. El beso.


23 DE OCTUBRE
INMOLACIÓN Y GESTA
DE LUIS FELIPE DE LA PUENTE

EL
BESO

Danilo Sánchez Lihón 



Balcón del fondo, casa de Luis Felipe de la Puente
donde ocurren estos sucesos. Pintura: Eladio Ruiz


1. Serio
e impenetrable

Ya solos, reunidos en los altos de su casa en la calle Bolognesi de Santiago de Chuco, donde pernocta gran parte del estado mayor del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, y antes de dormir, el comandante Luis Felipe de la Puente, les habla:
– No olviden, muchachos. Mañana partimos y antes de llegar a Trujillo nos dispersamos. Para eso, cada uno tiene asignadas las funciones que ha de cumplir. Llegaremos por distintas rutas y en el tiempo que hemos fijado al valle de La Convención, en el Cusco, en donde encenderemos la antorcha de la revolución. Ya tienen en clave los contactos que tenemos en Trujillo, Lima y Cusco. Ahora, ¿alguna pregunta?
– Están tocando la puerta, comandante.
– ¿A esta hora? Y, ¿quién puede ser?
– Gonzalo, cubre sin que te noten desde el balcón, lista tu arma. Walter, tú baja y ve quién es, con mucha cautela. Todos listos a saltar y huir.
– ¿Qué ocurre?
– Es una chiquilla que me ha entregado este escapulario del Apóstol Santiago, para el galán de Aldo.
– ¡Pobre hembrita! Ya se ilusionó con este rompe corazones. –Dice en voz baja Gonzalo.
El rostro de Luis de la Puente, en la sombra, se demuda y turba, serio e impenetrable.


Interior de la casa de Luis Felipe de la Puente 
en Santiago de Chuco.  Pintura: Agustín Rojas

2. Es
lógico

Y pregunta a los demás:
– Y, a todos, ¿cómo les fue?
– Yo diría que, a mí, como a Aldo, me fue excelente, comandante. Ha sido un viaje glorioso. Conquisté a una damita y la he besado toda la noche, y la mayoría ha visto la preciosura que es.
– ¡Bravo! –Festejan sus amigos.
– A mí también me fue triunfal. He bailado, he tomado solo unas copas, moderadamente como usted nos recomienda. Y, ¡qué le digo!, no he ahondado mucho en una relación, pero también diré que besé a la chiquilla con quien más he bailado. Algo tenemos que a las chicas les fascina, y eso creo que es la preparación militar.
– Yo sí le soy sincero, he estado triste comandante. Todo lo veía con nostalgia. Hubiera querido beber, pero al igual que a Ernesto, usted nos recomendó mucho ser parcos al respecto.
– ¡Ajá!
– Y, además, no hubiera estado bien. Había una chiquilla con la cual surgió cierta atracción, pero la cosa no pasó de allí. La melancolía me ha embargado, la verdad, todo el tiempo, sin que esto signifique dudas respecto a la decisión ya tomada, comandante.

3. ¡Cómo
le voy a decir eso!

– Es que Alfredo es poeta. Él escribe versos a escondidas.
– Yo sí lo he pasado de albricias. La chiquilla se llama Carmen y ha sido una conquista completa. Ella incluso espera que nos sigamos viendo. La pobrecita no sabe que mañana, por más que pregunte por mí ya estaré lejos: y seré viento, niebla, cierzo. Pero ¡no me quejo!
– ¿Verdad? ¡Esa chica es linda! –Dice un compañero.
– ¡Este pueblo es de niñas hermosas! ¡Lástima no quedarnos más tiempo aquí!
– ¿No es cierto? Es preciosa la chiquilla. Y me ha confesado que conmigo ha sido su primer beso.
– ¿Sí?
– Y pobrecita, ¡ha llorado al despedirnos!
– Lástima que ya nos vamos.
– Pero, ¿qué le dijiste para que se ilusione de ese modo?
– Tú sabes, ¡siempre hay que florear un poco!
– ¿Le expresaste que ya te ibas?
– ¡Cómo le voy a decir eso! ¿A qué mujer la convences diciéndole que ya te vas? Al contrario, que me quedo.


Luis Felipe de la Puente. Pintura: Eladio Ruiz

4. Es
de noche

Es de madrugada y Luis Felipe de la Puente Uceda se pasea entre las camas, donde están acostados y conversando casi en la oscuridad los jóvenes que forman su círculo de comando.
Con ellos ha venido a despedirse de su tierra natal, Santiago de Chuco, para iniciar la guerra de guerrillas, e intentar la transformación social del país.
La guerra popular se hará abriendo cuatro frentes: en Junín, Ayabaca, Pataz y el Valle de la convención, en el Cuzco, que él mismo se encargará de dirigir.
Cuando todos han expresado lo que querían contar en torno a sus experiencias de hoy día, se oyen sus pasos resonar interminables yendo y viniendo por la habitación. Y luego se le escucha decir.
– Así que ustedes por lo que trasuntan en su conversación se ufanan de haber conquistado a una y otra jovencita del pueblo, ¿no? Pero acaso, ¿Van a quedarse aquí? ¿Van a continuar con ese cariño? ¿Van a constituir aquí un hogar y una familia?
Todos guardan profundo silencio, y él mismo se responde:
– ¡No! Entonces, ¿Por qué lo hacen? ¿Solo por divertirse? ¿Por el jolgorio del momento? ¿Por tener una aventura?

5. Nosotros
mismos

– Si hubieran podido de repente pasaban a dejarlas embarazadas y con un hijo a cuestas, ¿no? ¿Eso es responsable? ¿Para eso hemos iniciado esta gesta y estamos arriesgando la vida? ¡Qué pasa! ¿Se sienten solos, abandonados, vacíos? ¿O les domina el miedo, o el ego? ¿Qué les ocurre? Lo que han hecho es reaccionario, que es aquello contra lo cual luchamos. O, ¿contra qué combatimos? ¿No es contra la falsedad, lo corrupto e impuro! La práctica y la actitud que ahora ostentan es del orden viejo y dañado que queremos cambiar y desterrar de nuestras vidas. ¡Porque, lo que han hecho es mentir y ser cobardes! ¿Me escuchan?
– Sí, comandante.
– ¡Estamos luchando por amor a la justicia y a la verdad! ¡Nuestra pugna es moral, o no es nada! Vamos a instaurar el amor legítimo entre los seres humanos. Y ese amor es para no tener equívocos, farsas o devaneos. ¿Se puede entonces engañar? ¿Y se puede prometer sabiendo que no se va a cumplir? ¡No! ¡Los cambios hay que hacerlos y lograrlos primero en nosotros mismos, en el fondo de nuestras conciencias! ¿Me escuchan?
– ¡Sí!

6. En el principio
del mundo

Luis Felipe de la Puente Uceda ahora nuevamente se pasea por entre las camas. Sus pasos son firmes, parejos y contundentes. El piso de madera del amplio dormitorio cruje bajo sus pisadas.
Es de noche y la oscuridad es intrincada, pero todos están con los ojos abiertos. Nadie los cierra. Todos escuchan conteniendo el aliento.
– Porque les digo, ¿qué es el beso? Ahora que cuentan que han besado a las muchachas de este lugar. El beso es comunión, es aliento confundido; es respiración unida de dos que se hacen uno solo. Es juramento. ¡Y se jura cuando hay que sobrellevar sacrificios tremendos! Es hacer una sola saliva y una sola sangre; de allí fermenta un solo destino. De allí que todo beso es germinal. ¿Escuchan?
– ¡Sí! ¡Escuchamos!
– El beso es unir destinos que vienen desde lugares y tiempos distantes, separados y remotos. ¡El beso es un largo camino! Es un encuentro en el principio del universo. Es remontarse juntos al comienzo de la vida, como al porvenir y al final de todo, si es que lo hay; porque lo seguro es el inicio. Todo final es incierto.


Luis Felipe de la Puente, primero de la izquierda, 
y parte de su comando, en el Cusco

7. ¿Por qué
luchamos?

Suenan doce campanadas en la vieja torre de la iglesia. Él continúa:
– El beso es más que la unión sexual, en cuanto a identificación. Y, en cuanto a entrega, tiene un significado mayor. Porque se da en la parte central del rostro y de la cabeza. Nada desnuda y demanda Y nanto como el beso, porque está muy cerca de la memoria, de la visión y de la utopía. ¿Me entienden?
– Entendido, comandante.
– Y, el beso, sin dejar de ser pasión, está alumbrado por la razón del cerebro y del corazón. Es habla callada. Es cuando las palabras entran en silencio. Es llegar al gran manantial. Es por el beso que seremos juzgados y salvados. ¿Recuerdan el beso de Judas?
– ¡Sí, comandante!
– Jesús fue traicionado con un beso. Por eso Jesús es desolación absoluta y total. ¡A Jesús, que es el pueblo, hay que reivindicarlo también con un beso adorable hacia los pobres del mundo! Ya que vale preguntarse: ¿por qué luchamos? ¿Por qué dejamos todo y subimos a las montañas? ¿Por el afán de disparar un fusil?
– ¡No!

"Suenan doce campanadas en la vieja torre..." 
Pintura: Eladio Ruiz

8. Es cuando
los vigías duermen

– Luchamos por todo lo noble de este mundo, por el honor, por la dignidad y la justicia. Luchamos porque el beso no sea ni frivolidad, ni mucho menos una mentira y jamás una traición. Por eso hacemos la revolución para que todo sea auténtico y legítimo. Para que los hombres confiemos los unos en los otros.
– Comprendido, comandante.
– Están luchando porque lo que importa es el ser, y a que se haga ley humana la fraternidad. La vida no es broma, ni burla, señores. Y no es para gastarla ni dejarla escurrir entre los dedos. Es para llenarla de verdad. ¡No es lo efímero, la vida es trascendente! Es devoción para orientarnos hacia los ideales. Y es adoración para no desfallecer. El beso es deponer todas las armas. Es bajar todas las guardias. Es cuando los vigías duermen. Es haber llegado al final de todo y empezar de nuevo. ¿Me escuchan?
– ¡Escuchamos, comandante!
– Y, finalmente, ¿qué es el amor? ¿Acaso el amor hay que concebirlo como conquista, como arrebato o cómo botín?
– ¡No!

9. Fuera de eso
no hay nada

– El amor es encuentro, creación compartida, comunión sacrosanta. ¡Es consagración! ¡No es aventura ni deliquio pasajero! No es un frenesí momentáneo, ni tampoco una quimera. ¡Menos es jugar, aprovecharse de la ocasión o divertirse con ello a costa de la ilusión de las otras personas! La vida tiene que ser verdad siempre. Fuera de eso no hay nada. ¿Entendido?
– ¡Sí!
– Por eso estamos renunciando a todo, para acortar la distancia entre lo eterno y lo terreno, entre lo sublime y cotidiano. Hemos venido a decir adiós a algo sagrado. Vamos a atravesar una prueba suprema, enfrentar a uno de los ejércitos más poderosos de América Latina. Podemos caer y hasta morir, pero lo que no debemos permitirnos jamás es traicionarnos a nosotros mismos. Esta es una despedida. Y que en una despedida no se vuelva a mentir. ¿Está claro?
– ¡Está bien claro, mi comandante!
– Y recuerden esta consigna: Un hombre puede dormir al lado de una mujer desnuda, y la tiene que respetar. ¡Ese es ser un hombre, y no a la inversa! Y yo en todo pongo mi vida como ejemplo.


"Santiago de Chuco en lontananza..." 
Pintura: Agustín Rojas

10. Un destello
de luz

Y continuó paseándose ya en silencio hasta el amanecer. Mientras, poco a poco, sus hombres de confianza se fueron quedando dormidos.
Ya el sol de la alborada dora las espigas. Y los guerrilleros dan la vuelta a la curva de la Piedra bruja, y después ya están en Huayatán, cuando el sol se pinta en las cumbres de Conra.
Y he aquí que vuelven a detenerse en “La curva del camino donde lloró César Vallejo” al regresar de Lima, mirar el cementerio en donde yacía su madre de quien se despidió estando viva. Y allí se detienen a contemplar desde la altura el pueblo de Santiago de Chuco en lontananza.
Ya es el retorno.
Contemplan largo rato aquel conjunto de casas como un rebaño de ovejas tiernas y bermejas.
Al centro de los promontorios que lo rodean es un diamante entre un collar de perlas, incrustado entre las rocas y las hondonadas de tres ríos.
¿Qué hay en ese conjunto de casas enclavadas en una cadena de cerros ariscos? ¿Qué hay de pegado a estas piedras?
Es un destello de luz en las pupilas. En varios rostros temblorosos hay lágrimas indómitas que surcan sus mejillas. Y todos se juran regresar hasta aquí algún día, sea en cuerpo o convertidos ya en espíritu.


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