viernes, 25 de octubre de 2019

25 de octubre. Día de la Cocina y Gastronomía Peruana. ¿Cocinar es arte?


25 DE OCTUBRE
DÍA DE LA COCINA Y GASTRONOMÍA PERUANA

¿COCINAR
ES
ARTE?


Danilo Sánchez Lihón 



 

Para comer
vistiéronse de altura
César Vallejo

1. ¿Alcanza
a trascender?

Lo primero que nos preguntamos aquí es: ¿cocinar, o la gastronomía, es un arte? Y si lo es, ¿tanto como la música, la pintura, el teatro, o la poesía?
Porque, ¿qué es lo que caracteriza esencialmente al arte? El goce estético. ¿Y eso lo tiene la culinaria?
O, ¡solo es arte lo que alcanza a tener una categoría de obra maestra perdurable en el tiempo! Aquello que alcanza a tener un prestigio académico, una preceptiva, un canon y unas leyes elaboradas, ¡y de las cuales son cultores personas dotadas de genio, providenciales y privilegiadas por alguna gracia divina!
Incluso, ¿quizá lo más acabado del arte, tanto como producir emociones y producir una fruición estética sea que él trascienda.
Y, ¿todo esto acaso lo logra la culinaria? Esta actividad, rústica en gran medida, ¿alcanza a trascender?
La respuesta es: ¡sí! Y con creces, y en un ámbito muy especial como es el sentido del gusto, del sabor, y del olfato.


2. Arte
popular

Pero, algo más aún: ¿alcanza a permanecer en el tiempo? ¿A perpetuarse como lo hace una sinfonía, tal como “Ave Verum Corpus” de Mozart? ¿O un poema, como “Los nueve monstruos” de César Vallejo? ¿O un cuadro pictórico, como lo es “Guernica” de Pablo Picasso? ¿O una escultura, tal vez como lo es “La piedad” de Miguel Ángel? ¿No es más bien la comida ocasional, circunstancial y pasajera, anclada en lo diario, corriente y cotidiano?
¡Sí! Alcanza a perpetuarse en el tiempo y en una tradición que se acumula; y que hace el bagaje de platos y potajes que va conformando un patrimonio de un pueblo de una región o de una comunidad a nivel local, regional o nacional.
La culinaria es un arte total que está ligado también a la historia y a la cultura de cada población. Y es, además, un arte popular, que se lo practica cotidianamente, imbricado a la vida real, y que tiene como protagonistas a las personas más sencillas y a la vez más auténticas.
Es un arte excelso que satisface una necesidad fundamental como es el alimentarse, ya que sin comida no podemos vivir, donde comer es una urgencia, pero donde no se come únicamente como un hecho mecánico, sino que se ha encontrado en esta dimensión una manifestación estética, social y cultural que concentra extraordinarias virtudes.


3. Todas
las especies

Como todo arte, cocinar ha llegado a constituir un lenguaje, una preceptiva y un código de valores, mediante el cual se trasmite emociones hondas, vastas e intensas; en donde se juntan además de la nitidez de las percepciones, los afectos, la memoria, como manifestaciones de concordia y de paz. Y de integración entre seres humanos.
En las mesas de los comensales las voces, lo que se denuesta y se defiende, lo que se jura y se desiste, lo que se dice y se calla, las miradas que adoran y otras que separan. Constituyen códigos, normas y preceptivas de un arte vivo, dinámico, sin que le sea evasiva la magia, el hechizo y el éxtasis.
Y toda comida se prepara con alquimia, sobre el rito de una pócima, de un encantamiento sutil, de un conjuro. donde se combinan productos, se asocian temperamentos, se logran mixturas, se juntan elementos imprevistos y dispersos.
Que relaciona lo mejor de la naturaleza, cuales son los frutos de la tierra, como son las verduras, hortalizas, cereales, legumbres, y todas las especies preparadas con decantación y sutileza.


4. Rito
del alma

Es un arte popular, que lo ha perfilado el pueblo siempre sabio y genial. Es de las verdaderas artes, ligada como arte a la vida natural y cotidiana.
Que no se da sin que haya acrisolada creatividad, susurros como esfuerzo compartidos, abrigando secretos frente a la olla que encierra una fórmula secreta, en donde está presente el pulso y el latido de la mano que echa el aceite o la manteca, los ajos, la sal, el comino y la pimienta; latido tras latido de las madres del mundo que son las que generalmente preparan la comida.
Donde la persona que cocina se inspira, y también la que se sirve y delecta lo cocinado. Donde es inigualable saber que la cocina nos conecta con el seno y con las entrañas maternas y con las raíces de la tierra.
Que no solo está hecha de sabores sino de olores y de formas, de relieves y texturas, de promesas y evocaciones, de entregas y recibimientos. Y de colores en la manera cómo se presentan los platos.
La comida no solo es de sabor picante o inocente, suave o ligeramente avinagrada, dulce o salada, fría o caliente en su momento, sino de quién nos acompaña en este rito que es no solo del cuerpo sino del alma.


5. Más rico
y mejor

El modo de presentación es otra faceta del arte culinario que activa el gusto, el olfato y el tacto con el órgano de la boca. Donde la receta es apenas un guion de la actuación, porque luego hay mucho de creatividad e inspiración que apunta a lo más genuino del paladar, donde siempre el aderezo será el embellecimiento para un sentido inefable que se ubica en toda la cavidad bucal y mental que ingresa al jardín de las delicias cada vez que los seres humanos comemos.
Por eso, la cocina se da con un gran repertorio de secretos, de suspiros; de confidencias, gozos y pesares. Cosas que no se dicen ni se cuentan, ni vale expurgarlas sino dejarlas dentro, soasándose en el fogón interior que cada uno llevamos en los tuétanos.
Arte que se funda sobre una necesidad ineludible cual es comer, pero que lo supera con creces y largamente hasta constituir un artificio, un ingenio y una maestría; porque en ella se da como nunca el ingrediente secreto y la fórmula mágica que en muchos casos constituye hasta la razón de vivir. Donde cocinar no depende solo de una receta, sino que supone imaginación, sentimientos y emociones acrisoladas; arte donde el humor y el temperamento de las personas se ponen de manifiesto de modo tal que cuando la persona está feliz cocina más rico, sabroso y mejor.


6. El hijo que
se espera

Es el arte culinario resultado de un conocimiento acumulado de miles de años, de generación tras generación, que rueda como los cantos rodados del río, o más bien que fluye como las aguas transparentes de su cauce que a estas alturas resulta ser caudaloso y donde nadie se baña en la misma poza, ni con las mismas aguas, ni con el mismo cuerpo.
Nos viene la cocina desde tiempos inmemoriales, desde edades pretéritas y legendarias hasta rasgos sutiles de ella, como todo arte, pero siempre nos llega nueva, actual, vigente, como si recién naciera este mismo día e instante.
Siendo todo ello una síntesis, en donde están presentes los campos fragantes, las huertas, los caminos por dónde cada producto pasa. Las voces de la gente en los mercados en donde se han expuesto y recogido cada componente de un plato; como también las ilusiones, expectativas y esperanzas que cada quien ha engarzado en esos tallos, hojas, granos y frutos de la tierra.
Presentes en este arte el reino vegetal, el reino animal y el género humano con todas sus expectativas, por lo menos con su hambre como con sus más caros y desnudos sentimientos. Cocinados a fuego lento o a fuego arrebatado, a veces acompañados de lágrimas y hondas utopías por el hijo que se logre o que se espera aún en el vientre; o quizá por otro que tarda y que finalmente algún día llega, y lo primero que serviremos es un plato de comida.

Juvenal, Danilo y Samuel

7. Lenguas
de fuego

El arte culinario es un arte íntimo, personal e intransferible; en realidad es una honda confidencia, tomémosla así; pero también es grandiosamente un acto social. Es un arte ligado al colectivo humano, al núcleo familiar, al grupo amical, a lo mejor que tiene, alcanza y aspira a ser la convivencia humana.
La comida nos une más como familia y como sociedad, donde comer es un momento grato, en que nos abrimos a los demás como seres vivientes. Por eso se vincula a la fiesta del alma, del espíritu y del pueblo. A la alegría de compartir todos juntos, tiene en esencia un carácter colectivista y este es un atributo que sumado hace de este arte una fe y una religión que se cumple rutinariamente.
Nos conecta con los mercados llenos de humanidad y que son muestras poliédricas de todo lo creado, donde deambula la gente con todo su destino a cuestas, grande o pequeño. Es una ofrenda a los dioses, porque comer es de dioses, consagrados en ritos como la eucaristía.
La cocina une a los cuatro elementos básicos, como son: el agua, la tierra, el cielo y la candela. Alquimia de combinaciones con la llamarada como poderoso numen y señora del universo, donde habla el fogón y chisporrotean las lenguas de fuego.

Fotos:
Jaime Sánchez Lihón,
excepto la última. 


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