martes, 29 de octubre de 2019

Lo que importa es la vida.


LO QUE
IMPORTA
ES LA VIDA

Danilo Sánchez Lihón




1. Peñas 
y boscajes

¿Qué contenía la poesía de César Vallejo –me pregunto ahora yo–, para que, a jovencitos de apenas doce a quince años, como éramos los que cursábamos la Educación Secundaria en mi comarca, y que fue la generación que tan apasionadamente lo asumimos, nos encandilaba tanto, mientras estudiábamos en el colegio que llevaba el nombre del poeta? ¿Cuáles eran las razones por las cuales nos atrapara, al punto de recitar su poesía a solas o acompañados, muchas veces en grupo, por calles oscuras o iluminadas, en las esquinas o bajo los aleros y balcones, y de andar por los caminos declamándola a los cuatro vientos!, ¡y esto a cualquier hora del día!
Y de evocarla aún más frente a la naturaleza misteriosa, encantada y hasta salvaje. Por ejemplo, nos encantaba decirla frente a un chorro de agua gigantesco y apabullante que hacía el río Patarata antes de caer en un revoltijo de hervores en una poza recóndita que en mi pueblo la denominamos hasta ahora La Pamplona. 
Y mucho más cuando sus aguas eran temibles, porque caían en turbiones y dando latigazos, tanto que todo el caudal del río en ese punto se torna una inmensa columna de espuma blanca que se eleva al cielo, mientras el agua se revuelve abajo atronadora y encima fantasmal. Ante ese fragor recitábamos a Vallejo. Como otras veces lo hacíamos frente a una hondonada llamada El Infiernillo, o más simplemente, frente a la pared de los cerros cubiertos de peñas y boscajes que repetían en eco los versos que les íbamos diciendo.


2. Para
siempre

Pero también ella estaba presente ante la turbación del amor juvenil que estallaba en esos días en nuestros corazones como se abre una flor en el día más radiante o en la noche más tenebrosa. Igual a lo que ocurre ahora, cuando constatamos en Santiago de Chuco a una juventud pletórica que vibra estremecida con la poesía de César Vallejo. Así, repetíamos, cuando dice:
MEDIALUZ
He soñado una fuga. Y he soñado
tus encajes en la alcoba.
A lo largo de un muelle, alguna madre;
y sus quince años dando el seno a una hora.
He soñado una fuga. Un "para siempre"
suspirado en la escala de una proa;
he soñado una madre;
unas frescas matitas de verdura,
y el ajuar constelado de una aurora.
A lo largo de un muelle...
Y a lo largo de un cuello que se ahoga!




3. Vida 
incipiente

Era por estas razones, entonces, la adhesión incondicional y el fervor sin cortapisas que le dedicábamos a César Vallejo, y del que veníamos hablando.
Pero hay algo más que trata de contestar con más propiedad las interrogantes planteadas y expuestas, del por qué tanto fervor. Y mi respuesta es:
Concitaba esa adhesión y vigencia un hecho, entre muchos otros, pero que quizás este sea el que más nos entusiasmaba y encantaba hasta ahora, a la juventud anterior y presente. Y este hecho era y es:
¡Por la vida que la poesía de César Vallejo explora, trasmite y trasunta! ¡Por la vida que a través de su poesía se cierne, se acrisola y se hace cada vez más inmensa! Es por esa intensidad de vida que tanto en su transcurrir diario con sus pasos, como en su poesía, alcanza a contenerse, a borbotar y trascender.
Es por la vida que se acumula, que se acrisola y estalla; y que en cada poema y en cada verso suyo se manifiesta, y que hace estallar al fondo de nuestro ser y delante de nuestros ojos la evidencia. La evidencia de la vida incipiente, pugnaz y pujante; que batalla y aparece por el enrejado de sus poemas que él nos lo ofrece, y del que vuelve a ser el detonador. Y que a nosotros nos envuelve y conmueve y compromete, hasta ahora.


4. Sangre 
tinta

Aquella vida que, por ejemplo, rezuma en el poema Ascuas, donde se expresa así:
ASCUAS
Luciré para Tilia, en la tragedia
mis estrofas en ópimos racimos;
sangrará cada fruta melodiosa,
como un sol funeral, lúgubres vinos,
Tilia tendrá la cruz
que en la hora final será de luz!
Prenderé para Tilia, en la tragedia,
la gota de fragor que hay en mis labios;
y el labio, al encresparse para el beso,
se partirá en cien pétalos sagrados.
Tilia tendrá el puñal,
el puñal floricida y auroral!
Ya en la sombra, heroína, intacta y mártir,
tendrás bajo tus plantas a la Vida;
mientras veles, rezando mis estrofas,
mi testa, como una hostia en sangre tinta!
Y en un lirio, voraz,
mi sangre, como un virus, beberás!




5. Sin 
horarios

Es el descubrimiento de la vida. De la vida en esencia y presencia, con más coraje y conciencia asumida. 
Aquello que nos convencía y sigue convenciendo en Vallejo es la vida, que en él se la ve tan concentrada y a la vez tan desasida; tan simple y a la vez tan honda y compleja; la vida tan poderosa y tan indefensa.
Aquí pasmada y sin saber qué hacer. O bien que corre a refugiarse. O bien que se expone o permanece. La vida aquí, que nos honra y apabulla. La vida como una herida abierta, y que sangra. 
La vida que es leve y es vasta, que tiene la hondura y la riqueza que Vallejo la supo dar, resultando él ser un vitalista.
Pero, ¿qué es la vida? Con Vallejo, ¿qué es la vida? Es vivir sin atajos y sin interferencias, descarnadamente. Es la vida pura, directa y sin ambages. 
Es vivir en vilo. Es vivir el día a día. Sin horarios ni tapujos. 
Y es poesía en defensa de la vida. Defendiendo lo vivido. Es hallazgo de la vida desde el principio y sin término.

Hotel El Arco en Trujillo, en donde residió Vallejo

6. Ya 
no llores

Como la constatamos en este poema:
VERANO
Verano, ya me voy. Y me dan pena
las manitas sumisas de tus tardes.
Llegas devotamente; llegas viejo;
y ya no encontrarás en mi alma a nadie.
Verano! Y pasarás por mis balcones
con gran rosario de amatistas y oros,
como un obispo triste que llegara
de lejos a buscar y bendecir
los rotos aros de unos muertos novios.
Verano, ya me voy. Allá, en setiembre
tengo una rosa que te encargo mucho;
la regarás de agua bendita todos
los días de pecado y de sepulcro.
Si a fuerza de llorar el mausoleo,
con luz de fe su mármol aletea,
levanta en alto tu responso, y pide
a Dios que siga para siempre muerta.
Todo ha de ser ya tarde;
y tú no encontrarás en mi alma a nadie.
Ya no llores, Verano! En aquel surco
muere una rosa que renace mucho...




7. El 
hombre

Todo ello hace que César Vallejo resulte ser un poeta fundamental para el aquí y para el ahora. Para la realidad circundante, cualquiera sea el lugar donde nos encontremos. Y ello es porque su mensaje es de naturaleza esencial para los tiempos presentes.
Y, ¿cuál es ese mensaje? El valor de la vida cotidiana, que en César Vallejo alcanza su nivel más elevado e inhiesto, nítido e imperecedero, como también la solidaridad.
Su mensaje primordial es que lo que importa en realidad es el torrente de la vida. Sus batallas, sus ganancias y sus pérdidas. Lo que importa es el aliento y el pálpito de lo que el corazón siente. 
Lo que importa es el borbotón de sangre. Y el abrazo. Lo que importa es reconocernos vivos y, en ese espejo o lago, reflejarnos íntegros.
Lo que importa es la mirada. La dicha como su reverso: no soslayar el mirar de frente a la desgracia que él encara, desnuda y combate, como lo hizo en Los heraldos negros que ahora celebramos.
Importa el camino, la noche y la alborada. 
Su mensaje en síntesis es el de un himno de humanismo indestructible, e indesmayable. Y dentro de ese núcleo y centro, ¡el hombre! Sus emociones y pensamientos. Y frente a la mecanización, importa lo humano siempre, aún más que Dios, a quien él, como ningún otro humaniza.


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